Nunca me dejes ir

Capítulo 4: Milka

«Okay, Milka, inventa alguna excusa. No digas que viniste al hotel en busca de Kenny y tus pies te llevaron a su oficina esperando que él no estuviera. Inventa algo».

Como si hablar conmigo misma funcionara. Soy experta en llevarme la contraria.

Ni siquiera entiendo por qué tuve la necesidad de buscar a Kenny después de que los últimos años casi nos hemos evitado. Bueno, él me ha evitado.

No puedo seguir interesada en él, ya debo aceptar que él y yo nunca tendremos una oportunidad. Además, él es de las relaciones serias y yo apesto en esas, siempre las arruino.

Ya suficiente vergüenza debí pasar con él el sábado porque estoy casi segura que dije alguna estupidez que él prefirió omitir para no aumentar mi vergüenza.

—Milka…

Oh, rayos, él espera una respuesta y yo distraída en mi mente.

—Pues… Vine a reunirme con unos clientes que están hospedados aquí y pensé en pasar por la oficina para agradecerte por la ayuda que me brindaste el sábado.

—No necesitas agradecerme nada. Lo hice por Belle.

Claro, lo hizo por la prima porque ella se lo pidió y Kenny quiere a su prima como a una hermana y hace lo que sea por ella tanto como por sus hermanas. ¿Qué creías, Milka?

—Lo sé, aun así evitaste que pasara más vergüenza de que la pasé…

Río.

—¿Recordaste algo o sigues con tu amnesia alcohólica?

—Recordé que le pegué a alguien.

Él sonríe.

—Le dijiste en el teléfono a Belle que habías golpeado al hombre que te quería llevar porque él quería sexo y tú no.

—No recuerdo quien era el hombre, pero seguro se lo tenía merecido. No sé de donde lo saqué porque fui a una despedida de soltera de solo mujeres. Había strippers, pero dudo que alguno se fuera conmigo, aunque es posible, no lo sé. Mi memoria no está clara. No quiero preguntarles a mis compañeras de trabajo.

—Por suerte no sucedió nada malo. A partir de ahora deberías ir con más cuidado—asiento—. No necesitabas venir hasta aquí a darme las gracias. Tienes mi número.

Claro, estúpida. La excusa de darle las gracias no fue buena.

—Estaba aquí, no es que vine exclusivamente a verte—claro que lo hice, pero no tiene que saberlo—, aunque podría haberte dado las gracias por teléfono, pensé que sería mejor si te invitaba a almorzar.

Arruga el ceño.

—¿Me quieres invitar a almorzar para darme las gracias por ayudarte?

Me encojo de hombros.

—Mis padres me enseñaron a ser agradecida. A Belle o a Blue les cocinaba para darles las gracias por ayudarme en algunos de mis desastres y ahora que están casadas y viven con sus esposos, tendré que hacerles galletas y llevárselas. Como a ti no sé que te gusta, pensé que lo mejor era invitarte a almorzar.  

—Entiendo…

«Genial, Milka, estás quedando como idiota». Es obvio que Kenny está tenso y de seguro esperando que me largue de aquí.

—Bueno, pero de seguro estás ocupado y no tienes tiempo o quieres que te deje en paz. O sea, no estás obligado a aceptar almorzar. Si dices que no es necesario que te agradezca, lo entiendo y ya dijiste que fue por Belle, no por mí, así que te dejo trabajar y me voy. Buen día.

Me doy la vuelta y salgo de ahí antes de pasar más vergüenza de la que acabo de pasar y esta vez creo que es más vergonzoso que el sábado en la noche porque estoy sobria y consciente, la otra noche no lo estaba. Pude haber dicho estupideces y no recordarlas.

Espero que no se haya dado cuenta de que la invitación a almorzar fue una excusa para intentar acercarme a él. No sé en que pensaba. Él me ayudó por causa de Belle, no porque yo le guste o algo parecido. Kenny es amable y siempre está dispuesto a ayudar a su familia y yo soy una de las mejores amigas de su prima.

«Bien, Milka, no vas a embriagarte más. Serás una mujer más madura evitando amnesia alcohólica y quitándote la ropa frente a otros y te olvidarás de Kenny sin importar cuanto desees acostarte con él».

Con esa convicción, llego a la recepción, suena mi teléfono y respondo.

—Hola, Belle.

—Hola, amiga bella.

—¿Qué me vas a pedir?

Ella ríe.

—Ya sabes que te puedo pedir.

Suspiro y me detengo a buscar las llaves de mi auto. Aún tengo tiempo de ir a almorzar antes de regresar a la oficina y buscar ideas para la próxima campaña de publicidad de una app de citas.

Nunca probé con apps de citas. Siempre fui de las que prefieren conocer gente en persona y de forma más directa, pero como últimamente vengo mal en ese sentido. Tal vez una app de citas sea de ayudar para ampliar mis horizontes. Además, comienzo a cansarme de ir a bares todos los fines de semanas y salir. Comienza a gustarme la idea de quedarme en casa en pijama, mirar películas y recordar que ser soltera no es la muerte y no necesariamente debes querer cortarte las venas por estar un sábado a la noche sola.




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