Nunca Me Olvides

Capítulo Uno: La invitación

Dans la solitude tu m'as étonné, sans forme si je me souviens. Dans la prison de Ma Pensée, j'ai tissé un passé qui promettait une profonde douleur. Un but de vie, un mythe prosaïque jusqu'à ce que vous apparaissiez dans une vision. J'ai choisi de t'aimer en silence, car en silence je n'aimais pas le rejet. J'ai décidé de t'aimer dans mes rêves, car dans mes rêves tu n'étais que les miens. Ta voix résonne dans mon coeur, elle est partie sans écouter le froid. Je vous ai approché et pourtant vous avez dépassé le rivage. Laissé par les yeux enfoncés, une silhouette sous les étoiles. J'ai choisi de t'aimer en silence, car en silence je n'aimais pas le rejet. J'ai décidé de t'aimer dans mes rêves, car dans mes rêves tu n'étais que les miens.

La profesora finalizó el poema, reflejando en su tonar, calidez, satisfacción y frescura, trasmitiendo en el aula una sensación de bienestar, envolviéndole de paz. La paz emanada, a la única persona que no alcanzó, fue a Aldana, (deduciendo el francés a la perfección) En cada oración redactada, yacían puñales en su corazón herido, forjándole una disfrazada cicatriz que no moría. En un estado de tranquilidad y ajena al dolor, prosiguió.

-Muy bien. La traducción de este hermoso poème la realizará- visualizó, examinando a cada alumno, balanceando su dedo índice en círculos, y fijó a una persona en particular- Zalguera- pronunciando el apellido con seguridad- Pasé, por favor, al frente y traduzca- animándole, con voz cordial-

Leonel frunció el entrecejo. De mala gana y con hoja en mano, desfiló por el pequeño pasillo. Al pasar cerca de Aldana, le embriagó el hálito del suave perfume aroma lavanda, compenetrándose en sus fosas nasales, de inmediato, contuvo el aliento tapando su nariz y un escalofrío recorrió su columna vertebral, innovándole a estremecerse en su asiento. Dispersó la concentración, enfocándose en la hoja de su carpeta de estudio, mordisqueando sus labios paulatinamente. El dolor de los labios partidos, ayudaba a ahuyentar los vanos recuerdos (costumbre errónea que debía evitar, porque se quedaría sin boca) Lo miró echando chispas y en cuestión de segundos, retiró la vista, no toleraba su presencia. Sin previo aviso, escuchó su voz…

- En la soledad, me encontraste, sin forma como recuerdo. En la prisión de mi pensamiento, soldé un pasado que prometía un profundo dolor. Un propósito de la vida, un mito prosaico hasta que aparece en mi visión. Elegí amarte en silencio, porque en silencio no encontré rechazo- suspiró, tragó con dificultad, congelándose-

 Zumbándole su voz firmé y varonil, repercutieron exorbitantes alusiones e imploró al cielo anular para siempre esos nítidos repasos. Veneraba que la tierra se abra y la tragase, pero no disfrutaría de semejante dicha, sin embargo, el silencio abrupto, y el mutismo, la rodeó en una sensación de bienestar. Él la buscó con sus grandes ojos oscuros y sin miramientos lo desafío.

- Decidí amarte en mis sueños…

Lo pronunció nervioso, declarándoselo. Aldana meneó su cabeza desaprobándole, persistiendo con la visual en el pupitre, omitiendo su rostro y su absurda locución.

-Porque en mis sueños solo eras mía. Tu voz hace eco en mi corazón, dejada sin escuchar el frío. Te sentí cerca, y, sin embargo, has pasado la orilla. Dejados por los ojos hundidos, una silueta bajo las estrellas. Elegí amarte en silencio, porque en silencio, no encontré, rechazó. Decidí amarte en mis sueños, porque en mis sueños solo eras mía. Autor Rumí.

Al concluir, el mundo renuncio de girar y desistió pausándose. “Elegí amarte en silencio, porque en silencio, no encontré rechazo” ¡No podía ser apto al articular la preciosa oración! Lo repudió por tener él descaró de proferir una frase tan perfecta, que al pronunciarla de sus labios, la convertía en basura. De reojo, escudriñó en dirección a Fernanda, que no ocultaba la atracción, acechándole embobada, fascinada, y  resoplando, mostrando sin pudor su amor. Debido a la furia del episodio descrito, se le contrajo él estomagó, produciéndole asco, al imaginarlos besándose. Eludió el cuadro aterrador que se formaba en su mente, cavilar en ese retrato le bramaba las entrañas. Incómoda desplazo su cuerpo, rebuscando una postura en la silla para aflojarse. Cerró débilmente los ojos para neutralizar esas pesadillas, que desde hacía semanas no desaparecían, como una obsesión a flor de piel. Abrió los ojos, y furiosa presionó la quijada, por un santiamén, fascinó con la idea de lanzarle a Leonel el bolígrafo, recapacitando en cuestión de segundos, perdería el tiempo en semejante ñoñería. Disuadió su inquietud guiando la respiración, ejecutando inhalaciones y exhalaciones continúas, para oprimir los arrebatos, quedaría como una desquiciada si actuaba de manera incorrecta, y no le facilitaría el deleite de gozo a Fernanda. Debía mantener el control, no tenía lugar de escape, ni nadie vendría a rescatarla del infierno por el que moraba.

-Très bien ètudiant, cela montre que j ètudie- otorgó, animada y satisfecha-

-Merci- él, respondió con simpatía y regresó a su asiento-

Aldana no sustentaba ni compartir el mismo aire con ese individuo, por qué las emociones de fastidio e irritación la dominaban. Observó su reloj de pulsera y exhaló iracunda por la boca, la hora no se deslizaba y sus tormentos aumentaban a pasos agigantados.

-"N'abandonnez pas s'il vous plaît, n'abandonnez pas, même si le froid brûle, même si la peur mord, même si le soleil se cache et le vent se ferme, il y a encore du feu dans votre âme, il y a encore de la vie dans vos rêves"

El enojo se dispersó, reconciliándose con su tristeza, al tener en cuenta, una palabra del párrafo recitado en un pulcro francés, resonando en su mente "Revés" En español significaba “Sueños”, ¿qué eran los sueños? Se preguntó. A sus diecisiete años, en un tiempo pasado, el amor, fue su sueño ganado y de un sacudón le lastimaron el alma. Durante cuatro largos años, ese sueño poseía un nombre, llamándose Leonel, qué actualmente, formaba parte de una quimera. Un cuento de hadas que evolucionó a pesadilla. Lo amaba profundamente, por ese motivo, agonizaba, entristeciéndole la traición. Los días y las noches parecían iguales, sin poder diferenciarlos, rutinarios y los buenos momentos compartidos a su lado, desvanecían, como si nunca hubieran correspondido a su vida, esfumándose perezosamente. Pensó en el soneto de Shakespeare: “¡Ay de mí,-gime Venus-tan joven y tan cruel! ¡Con qué vanos pretextos te quieres alejar! Suspiraré el aliento celestial cuyo soplo refrescará el ardor de este sol que derrite: haré para ti la sombra con mis propios cabellos; y si también ardieran las apago con llanto” Y lloraba cada noche de una manera descomunal, hasta que sus parpados vencían, combatiendo las agrias lágrimas. Despechada ante sus teorías, posándose una nube sombría y tenebrosa, rasgó la hoja de su carpeta, hastiada de deliberar.




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