Nunca Me Olvides

Capítulo ocho: Decepciones

Ángel, tironeaba de Aldana. Parecía un niño pequeño queriendo un dulce, en cierto grado le causo simpatía de igual manera que malestar. Mientras ella saludaba a su tía Gladys y a sus pequeñas primas Anabella y Tiara, entre elogios, abrazos y besos. Ángel, logró apartarla de la familia e indicarle el camino a la habitación en la que estaría hospedada.

-¿Qué ocurre querido primo? actúas más molesto de lo habitual- ella, reclamó con tranquilidad- no es necesario que parezcas un nenito encaprichado. Tenemos mucho tiempo por delante.

-Lo sé- Ángel respondió- pero... Quiero que conozcas urgente a una persona.

Gladys apareció en medio de la conversación.

-Chicos, en unos momentos estará la cena.

-Te agradezco tía, pero quiero descansar. No tengo apetito. Si no te molesta prefiero acomodarme y dormir.

-Claro que no, hija. Haz tranquila tus cosas, y descansa. Te quiero tanto- la abrazo y Aldana percibió ese calor maternal como si estaría con su propia madre- Àngel, si salís no te olvides la llave, como haces siempre.

-No, mà- ella beso su mejilla y dejó la habitación-

Aldana ignoraba a su primo, como indirecta que realmente quería reposar. Concentrándose, despojando la ropa de su bolso. Él, persistía afirmado, indagando de manera extraña desde el umbral de la puerta.

- Àngel ¿qué curioseas?

-Nada- respondió precipitadamente-

-¿Me dejas acomodarme?- definió intrigada ante la desfachatez de su primo de no retirarse-

-Es lo que estoy haciendo- respondió muy apacible-

-¿Me permitís un poco de intimidad?-ella, insistió-

-Sí, si… Es que estoy tan ansioso de que estés aquí.

-Lo entiendo, pero, pareces un acosador y es un poco perturbador- objetó bromeando-

Àngel, dubitativo por abandonar la habitación, permaneció en silencio y repasó “No soy acosador, tengo que desaparecer tu celular y no sé dónde demonios lo tenes” y se limitó a sonreírle de par en par.

-Con esa sonrisa macabra, me lo certificas- meneo su cabeza- ¿Qué te sucede? Desde que llamo mi hermano, actúas extraño ¿Qué ocultas?

-No te oculto absolutamente nada. Te lo juró.

-No jures en vano. Sabes que detesto la mentira y mentís muy mal.

No la contradijo y ella siguió inmersa acomodando su ropa, a un costado de la cama. Su celular sonó, medito por unos minutos si atender o no. Ángel, la observo aterrorizado, abriendo los ojos de par en par. Él, se acercó como una fiera y sin pensarlo, se lo arrebató de las manos.

-¿Qué hacès? – Aldana, boquiabierta ante la acción-

- Estás acá. A kilómetros de distancia. Desconéctate de allá- casi con voz temblorosa-

El celular continuaba sonando.

-Àngel, dame el celular- lo concretó de mala manera-

-No, por favor, hacelo por mí. No prestes atención a la llamada.

-¿Qué está pasando? ¿Está relacionado con Leonel?

Àngel, deliberaba como contestaba a sus preguntas. De las cuales no sabía que responder. Opto por el mutismo. ¿Qué podía decirle? “Sí, el estúpido embarazo a tu mejor amiga”

-Es mejor que lo guarde. Mantenerte despejada de las noticias de allá.

-Estas pálido, sudado y pareces un fantasma ¿Le pasó algo a Leonel?

-¡Por dios! ¡No te das cuenta que no es el centro del mundo!

El celular importunaba sonando. Àngel, enfurecido, apretó la tecla de apagado con tal intensidad que rompió la pantalla, arrebatado por el cólera y lo guardo en el bolsillo trasero de su bermuda.

-¡¿Qué te ocurre Ángel?! ¡¿Me rompiste el celular?!- gritándole sorprendida-

-¡Quise apagarlo y se rompió la pantalla! ¡Cuando te vallas, te compro uno! ¡Leonel o de quien sea la llamada, ya está! ¡Deja de martirizarte y llorar por personas que no valen la pena! ¡Acepta de una vez por todas, que forman parte de tu pasado! ¡Ahora, estás en Mar adentro!

- No es necesario que grites. Te crees que no sé todo lo que acabas de decirme y… No necesito que me lo recuerdes- casi melancólica. Àngel, le había pegado, clavado un puñal con esas frases en donde más le dolía-

-Porque tenès que abandonar el lamento, Aldana. Tenes diecisiete años y no se termina el mundo por un estúpido que no vale ni la mugre debajo de tus zapatos. ¿Qué ganas lamentándote todo el tiempo?

-No tenes idea de lo que siento y ni el derecho de juzgarme o decirme que tengo que sentir… Pensé, que al venir aquí, me entenderías. Especialmente vos, que sos mi mayor confidente. Pero… me equivoque. No me importa el celular. Las palabras duelen, sé que Leonel no es el centro del mundo…Era el centro de mi mundo. De la noche a la mañana no solamente lo perdí a él, perdí a muchas personas que me defraudaron y duele. No quiero conocer a nadie, será mejor que te retires de mi habitación, quiero estar sola. Fue un error venir.

- Cuando nos suceden cosas malas, es parte de la vida Aldana. Y precisamente no es color de rosas y menos cuando crecemos. Perdóname por la forma en la que te hable, no fue mi intención lastimarte. Es hora que los dejes ir. Se llama madurar atreves del dolor. Por lo menos el tiempo que estés acá, trata de disfrutar. Todos estamos rotos de alguna manera, solo que lo disimulamos. Cada persona lleva su propia cruz. A vos te toco perder personas que amabas y adorabas. Acéptalo y déjalo marchar. Lamento mucho que sientas que fue un error venir aquí.

Se retiró apenas cerrando la puerta de la habitación. Aldana, quería regresar con urgencia a su casa. Se hallaba a kilómetros de su hogar. El viaje había sido un error gravísimo. Llenarse de esperanza y por una simple llamada, que seguramente provenía de Leonel, echo todo a perder. Presentía que su primo le ocultaba una noticia no buena. Él, jamás reaccionó con esa brusquedad o capaz que simplemente en el tiempo que no se vieron, su carácter se había modificado, no lo sabía. Se acurrucó en la cama. Los ojos le pesaban y quería dormir. Dando vueltas en la cama pensó en Lujan, no le confesó su destino. Una mujer que le realizó una broma de muy mal gusto y ella como ingenua le creyó. Palpo su frente y mordió su labio inferior. Aparto las sabanas y se dirigió a la puerta. Abrió despacio y se destinó al living, donde se encontraba su tía y sus primas dormidas en el sofá.




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