Nunca Me Olvides

Capítulo Once: Encuentro

Yamila trataba de mantener la concentración en la conversación con su padre, asintiendo y sin enfocarse, pensaba en el mensaje recibido por parte de Leonel, ¿para qué hablar con ella? Por sus estupideces perdió su amistad con Aldana y el grupo se desintegró. No tenía derecho a contactarla, ni a que ella sienta lastima de su situación. Si él pretendía ese efecto, no lo conseguiría. Su accionar fue abominable. Tantas vacilaciones que circulaban en su mente “Sí se destinaba a su casa ¿Qué pensaría Aldana? Y ¿Por qué le pedía ayuda? ”

-Yamila… Yamila-habló su padre con voz apacible-

-¿Qué?- respondió manteniendo una postura distante-

- Hija, no probaste bocado y no me estas escuchando - replicó- ¿Qué es lo que te preocupa?

-Perdón, no me preocupa nada. No descanse bien anoche y sabes que siempre me pierdo entre pensamientos.

-Te conozco- le rectificó el padre- ¿Qué es lo que te agobia? Podes confiar en mí.

-Sí, lo sé, papá.

-Bueno, aquí estoy. Soy todo oído.

Dubitativa por unos segundos decidió comentarle lo que le angustiaba.

-Pá, si estás en una situación complicada pero no quéres intervenir-suspiró inquieta y luego de una pausa prosiguió- y una de ellas solicitó tu ayuda ¿Es correcto ayudarla?

- Depende de la situación ¿Qué tan complicada es?

-Muy complicada- abrió grandes sus ojos y él sonrió ante la expresión-

-En mi opinión, por más complicada que sea la situación nunca se le niega ayuda a nadie. Una palabra de aliento no te hace menos vulnerable, al contrario, podes ayudar a la absolución del dilema en cuestión, ¿Qué te lo impide? O ¿A que le temes?

-Me lo impide y temó que la parte afectada se enoje conmigo- reveló nerviosa-

- Y ¿Qué te hace pensar que solo una parte está afectada? Puede ser que las dos partes estén muy afligidas, entristecidas y no lograrás deducirlo hasta que hables con quién requirió de tu ayuda.

- Parece un trabalenguas lo que acabas de decirme.

Yamila apretó con fuerza el tenedor en el plato causando que rechine. Su padre se lo retiró cordialmente, situándolo a un lado.

- Tu preocupación ¿es respecto a tu madre?- le acarició la mano y ella impulsivamente se la rechazó- ¡No! Mamá no tiene nada que ver en cómo me siento. Ni en el tema que me está volviendo loca. Ella no es el centro del mundo. Yo no registró a esa mujer pero no es el mal de todos mis problemas, papá.

-No te refieras de tu madre de ese modo. Por más que te pese es la mujer que te dio la vida, Yamila. Te lo explique millones de veces, no la enjuicies todo el tiempo.

- Yo no opino de ella- emitió por lo bajo -

- A mi no me podes mentir. Espiritualmente, el recelo que le tenes a la única persona que lastima y afecta es a vos. El rencor es un veneno que consume el alma. Tu madre decidió un camino que a ella la realizó como persona, tenes que ofrecerle una oportunidad, un acercamiento. No deduzco porque sos tan terca, hija. Yo no te enseñe a juzgar a las personas y tampoco te juzgó por tus sentimientos. Te lo estoy diciendo desde mi amor de padre. Crees que a ella no le duele que la ignores.

- ¿Le duele?- ironizó sulfurada- Y yo ¿Qué? Tengo que olvidarlo todo, hablarla como si nada hubiera ocurrido.

Se tranquilizo buscando las palabras adecuadas para que entienda y no tener que repetir esta conversación que la sacaba de sus casillas.

- Papá, no puedo hablarle, todavía no. En un futuro capaz que lo logre y hable con ella. Cuando lastiman a las personas que quiero, no puedo controlarme. Se deslizan para convertirse en parte de un pasado retirado… Directamente dejan de existir. Igual, no le poseo rencor a mamá. Al contrario- alegó con ínfulas altaneras- me produce pena.

El semblante de su padre se entristeció y Yamila se sintió mal. Lo que sentía respecto a ella, la mayoría de las veces se mordía la lengua, pero no podía ocultarlo.

-Reiteremos el tema anterior (si no es tu madre el dilema) ¿Me quieres contar?- especuló su padre-

-No hay mucho para contar. La cuestión es que no quiero involucrarme en la situación, es un lío y estoy de parte de la persona que no demandó ayuda.

- Algunas veces no es bueno mantenerse al margen. No es bueno quedar bien con Dios y con el Diablo. Es bueno mantener una postura, no se cuál es el problema en especificó, tampoco es bueno solamente cegarse en una sola persona. Te realizó la siguiente pregunta Yami vos, ¿sos jueza?

-¿Jueza?- le extrañó la pregunta- no, no lo soy- declaró sonriendo-

-Porque lo único que escucho decirte es lo malos que son los demás por los errores que comenten o las decisiones que toman.

Yamila avergonzada, se abstuvo al silencio.

-Date cuenta que ya condenaste a esa persona. Todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario- él, apuntó -

- Esta persona te aseguro que no es inocente.

Se lo señaló casi con un nudo en el estomagó, al conmemorar las fotografías y le corrió un escalofrió por la impunidad de las mismas.

- Hija, las personas se equivocan y pueden remediar los errores si realmente lo desean y están dispuesto. No está en vos juzgar o apuntar con el dedo. Porque ser jueces de los demás es fácil, ponerse en los zapatos del otro es difícil. Como te conozco, se que ni si quisiera le diste chance a una explicación, por un motivo necesita hablar con vos. No pienses en ambas partes. Haz lo que sientas, es solo un concejo. Ya sos mayorcita para tomar tus propias disposiciones. Aprende a escuchar, a comprender y deliberar. No que escuches solo una campana. Da chance a esa persona, luego saca tus propias conclusiones.

- Es complicado, papá. Existen pruebas que lo incriminan.

-Ya te lo exprese, todos cometemos errores o vos, ¿nunca te equivocas?

-Sí. Pero… Es distinto.

-¿Por qué? Si se puede saber.

Yamila contó con lujos de detalles lo ocurrido con Aldana, Fernanda y Leonel. El padre, escuchaba atentamente y sin perder detalle a los acontecimientos que su hija relataba pasó a paso. Veía en su cara la inquietud, la preocupación y el dolor, especialmente, por la pérdida de su mejor amiga. Ella finalizó la historia que parecía sacada de una novela. Por unos instantes lo noto pensativo y Yamila comía sus uñas esperando una contestación o lo que fuera que podría brindarle. Sin poder soportar las suposiciones que su padre manifestaba en su rostro, rompió la espera.




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