Nunca Mientas

Capítulo 5. Último aliento.

El demonio estuvo encima de él por un rato, tan cerca que su aliento gélido le erizó cada poro de su piel, si bien, se esfumó un rato y toda la alteración del ambiente se fue con él. Denzel gritó tan alto que su garganta pudo haberse desgarrado allí mismo, se hizo un ovillo y se cubrió la cabeza lo mejor que pudo.

Odiaba Halloween, lo odiaba con todo su corazón, si solo ese día no existiese, los velos entre la tierra y el infierno no bajarían. Denzel nunca creyó en maldiciones o espíritus, pero aquella mentira, la que soltó sin pensarlo, lo había marcado. Mentirle a su prometida sobre lo que hacía o iba a hacer era sencillo, casi siempre mintió para pasar la noche con algún hombre. No era la primera vez, había perdido la cuenta de las veces que lo hizo.

Mentir era natural para él, indiferente, nunca midió el daño que pudo haber hecho, pero esa noche, no parecía haber perdón para sus errores.

El demonio pareció haber estado siempre al acecho, escuchándolo, esperando la oportunidad. De seguro fue así, era su única noche de poder, su única oportunidad de tomar almas. Y él con su mentira le había abierto la puerta como un idiota ciego.

Mientras el miedo lo devoraba, las últimas palabras que dijo el demonio antes de irse le resonaron en la cabeza.

—No vine sin invitación, bocadillo, las mentiras son un llamado —le murmuró a la altura del oído, fue cuando olió el profundo aroma a azufre—, y tú me llamaste, Denzel, solo tú.

Él no lo había hecho con intención, pero se arrepintió, joder… no podía dejar de temblar e hipar.

De un momento a otro, las paredes rechinaron, él levantó la mirada, fue un sonido diferente a los anteriores, los espasmos fueron más lentos y grotescos, como si estuviese dentro del estómago de un sapo. El suelo se agrietó sin explicación, de aquellas grietas emergió una neblina pesada y morada, llenó el ambiente con un hedor putrefacto.

Denzel gateó a prisa y consiguió ponerse de pie, la última pizca de valor que le quedó en el cuerpo lo obligó a buscar la salida.

—¡No puedes huir de mí, mentiroso! —La voz provino desde arriba, pero Denzel no se detuvo.

En un retumbar violento las ventanas estallaron en mil pedazos, el viento rugió por orden del demonio, los fragmentos de vidrio giraron en el aire y se dispararon hacia Denzel, quien se escondió detrás de la primera pared, oyó el filo cortar la madera y el concreto, no lo detuvo.

Las esquilarlas de vidrio rompieron sus pies descalzos cuando corrió hacia la puerta, manos huesudas rompieron las tablas y baldosas para atraparlo, él saltó y esquivó, algunas le arrancaron los pantalones y trozos de piel, pero no se detuvo, no podía o moriría, lo entendía por fin, él era una mísera presa y el demonio había hecho de ese entorno su reino.

—¿De verdad me obligarás a ir detrás de ti, bocadillo? Pensé que nos habíamos hecho más cercanos. —La presencia del ser lo hizo virar, estaba allí, parado en la sala, mirándolo con la cabeza torcida en una posición antinatural.

—Por favor, déjame ir —le pidió, pero el demonio solo le sonrió.

—Oh, Denzel —el demonio chasqueó sus uñas largas—, eso nunca.

Denzel apretó sus labios, fue cuando el demonio se dobló hacia adelante, sus manos tocaron el piso y su mandíbula se desencajó, su lengua dio un latigazo al suelo y sus ojos se rasgaron.

—Te he cultivado toda la noche, estás listo para ser mío.

El demonio se desplazó por el piso como si fuese un perro, el gorgoteo naciente de su garganta tensó las tripas de Denzel y mirarlo con la cabeza torcida yendo hacia él, lo asustó más que cualquier cosa que había visto. Sus piernas reaccionaron y huyó, tan rápido como pudo sus piernas se dirigieron hacia la puerta principal.

Un jarrón pasó cerca de su cara y se estrelló contra la pared para hacerse añicos, todos los objetos de la habitación volaron, las sombras se transformaron y mirarlas lo dejó absorto. Todas eran él, una réplica exacta, hablaban con su voz, decían mentiras, una tras otra sin parar. Reconocer la sonrisa que hacía al mentir lo horrorizó.

—No, imposible, ese no soy yo —dijo y tomó el pomo de la puerta.

Una mano lo atrapó de su canilla, Denzel pateó hacia atrás y oyó un crujido, al mirar notó la cabeza del demonio echaba hacia atrás en una posición imposible, la piel de la garganta se le había abierto y pudo apreciar los huesos de la columna vertebral.

—Denzel, pensé que ya éramos amigos, no sea patea a los amigos.

De un tirón el demonio reacomodó su cabeza, la carne rasgada fue uniéndose, la espalda de Denzel chocó con la puerta y el demonio se puso de pie en un tirón. En sus ojos endiablados se notó el placer que le ocasionó capturar a un mentiroso, doblegar su voluntad era como el néctar más exquisito, pero lo que seguía después, ah, era su momento favorito de Halloween.

La risa enfermiza, distorsionada, se hizo dueña de todo.

—¿Creíste que podrías escapar de mí? No, jugoso bocadillo, nunca podrías.

Las paredes se rasgaron como si fuera solo un mísero papel, revelaron un vacío que no pertenecía a ese mundo. Era una dimensión de sombras líquidas y llamas oscuras. Un portal que vibraba con el latido del mismísimo infierno.

—Te lo pido, por favor, yo me arrepiento, nunca más volveré a mentir, te lo juro…

Un dolor lacerante e insoportable atravesó el pecho de Denzel, se quedó sin aire y sin habla, la mano del demonio se hallaba incrustada en su carne, apretando su corazón. Por inercia quiso pedir clemencia, las lágrimas cayendo, pero al mirar los ojos vacíos y sin fondo, llenos de un odio profundo, aceptó que no serviría de nada.

La luz carmesí se filtró del cuero de Denzel hacia el demonio, los tejidos grises se volvieron de un tono sano, la apariencia del demonio fue llenándose mientras se tragaba las mentiras de Denzel junto a su miedo.

—Tus mentiras son un deleite, Denzel —proclamó el demonio y arrancó hasta la última del corazón de Denzel, solo cuando hubo acabado retiró la su mano.




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