Allyson.
1095 días.
Tres años. Solamente son tres años, 1095 días los que debo vivir en este lugar..., y con él. Ryan. Debo admitir que él aún me gusta, sin embargo no se qué me espera estos tres años con él a su lado.
El día que nos dieron la noticia de que nos casaríamos, prácticamente él explotó. Dijo algunas cosas hirientes qué no quiero repetir, ni tampoco me agrada recordar. Ahora están subiendo mis maletas al dormitorio, Ryan esta de pie en medio de la inmensa sala lujosa, nada que ver con mi casa, qué es más sencilla.
Dos mujeres salen de la cocina, una es alta, joven de cabello castaño y una gran trenza, lleva una gran falda larga y olgada color rosa, un mandil puesto y una blusa floreada blanca. La otra mujer se ve más mayor que mi madre, a diferencia de la alta, ella lleva el cabello atado en un moño bajo perfectamente bien peinado. Las canas son notorias en su cabello.
—¿Cuantas veces te voy a decir que no uses eso?—reclama Ryan a la mujer al ver su vestimenta.
Un traje negro y largo como de mucama.
—Es lo que tu padre quiere que use—responde ella.
—Yo no soy mi padre, nana.
Ni siquiera tenía idea que Ryan tuviese una nana.
—Por favor vístete normal.
Mandón.
Sí, es un mandon. Solo espero que no sea así conmigo.
—Esta bien—responde la mujer mayor.
Baja el tipo de traje negro, fue quien subió mis maletas, y quien nos trajo de casa de mis padres. Otro tipo aparece también, él lleva un overol ancho, botas largas, y guantes. Parece jardinero.
—Ella es Manu, la cocinera.
Me presenta Ryan a la mujer de la trenza, luego se dirije al de traje qué supongo es su conductor.
—Él es Juan, ya lo conoces, cuando salgas el te llevara a todos lados sin ninguna excepción—acerte—, Mariano, el jardinero.
Muy buen instinto.
Los tres me reciben con un "mucho gusto, señorita" yo no respondo, no por mal educado, sino porque aun tengo ganas de llorar.
—Estarán a tu disposición, a partir de hoy seguirán tus ordenes.
Los tres asienten, y seguido se marchan.
Por último se acerca a la mujer que trae el uniforme negro.
—Ella es mi nana, o Ramona—dice indiferente.
—Bienvenida, linda—se me acerca y me da un abrazo—, cualquier duda que tengas sobre la casa puedes decirme, ¿vale?
Solo asiento, porque se que cualquier con palabra que diga la voz se me a cortar con el nudo en la garganta qué tengo.
Me suelta y Ryan vuelve a hablarme con la misma indiferencia con la que me ha tratado todo el día.
—Tu llevaras la casa, te encargarás de todo, de qué los empleados cumplan sus ordenes y de pagar las cuentas.
¿Qué...?
—El jardín debe mantenerse como Sophie ordenó, y los fines de semana deberás hacer el mandado y ver los gastos de la semana.
—Pero...—intento decirle que yo no se llevar una casa, pero el continua.
—Te encargarás también de que cada uno de los empleados reciba su pago los sábados y que cumplan bien sus tareas.
—Pero... —intento de nuevo, obteniendo un resultado fallido.
—Sophie vendrá entre semana a ver que el jardín se mantenga, tendrás que decirle a Manu qué te pase el menú de toda la semana para que compres lo necesario en el supermercado los días viernes.
—Yo no...
—¿Tú no qué, Allyson?—pregunta a la defensiva.
—N-no se llevar una casa—tartamudeo sollozando.
—¿Cómo que no?—la molestia es evidente en sus facciones—. Eres mujer, debes saber llevar una casa.
—Yo le voy a ayudar en todo, Ryan—dice Ramona al ver el tono con el que me esta hablando.
—Ella es quien debe hacerse cargo, nana.
—Por ahora yo haré eso mientras ella se adapta a vivír aquí. No es fácil llevar una casa, Ryan.
—Lo único que debe hacer es obedecer y ya, ¿Qué tan difícil es? así se estipuló en el contrato, es lo único que vas a hacer.
—Tu le debes respeto por el simple hecho de que ahora es tu esposa—me defiende ella.
Yo no puedo ni siquiera hablar.
—¡Ella no es mi esposa!—alza la voz enfadado— Por más que ahora en el maldito papel diga que eres mi esposa no lo eres—se dirige a mi—. Grabatelo bien en la cabeza, entre tu y yo no hay nada, no somos nada, ni novios, ni esposos, ni amigos. Solo unos simples desconocidos qué vivirán bajo el mismo techo por un maldito acuerdo.
Me duelen sus palabras.
Más que nada porque yo si lo quiero. Conservaba la vaga esperanza de que fuera fácil, aún conservaba la estúpida idea en mi mente de que él me quería aunque fuese un poquito.
—¡Respetala, niño!—le reprende la señora Ramona cuando me ve llorando—¡Quieras o no ahora es tu esposa y durante el tiempo que pase en esta casa tienes que respetarla!
—¿Es en serio? ¿Te vas a poner de su lado, nana? ¡¿La vas a defender?!
—¡Sí, la voy a defender!
—¡Ni siquiera la conoces!
—Pero a ti si te conozco, y ninguno de los dos tiene la culpa de lo que esta pasando.
Ryan no responde, solo la rodea y sube las escaleras.
—Vamos arriba, ya es tarde y debes descansar, supongo que fue un día difícil—Ramona me guía por donde Ryan se fue.
Subimos las escaleras, Ryan va saliendo de una habitación la que parece ser la principal. Se ha cambiado de ropa, su pijama consiste en una camiseta gris y unos pantalonera de algodón azules.
—Tu habitación es la que esta junto a las escaleras de servicio—dice sin mirarme.
—¿N-no vamos a...?—intento preguntar.
—¿A qué?
—¿A... dormir en la misma habitación?
Se ríe como si hubiese dicho una broma.
—Por supuesto que no ¿Por qué querría dormir contigo?—pregunta en burla.
Trago grueso.
Ramona lo mira mal mientras me lleva hasta la habitación qué ha indicado Ryan. Cuando entro me percato de que mis maletas están sobre la cama.
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Editado: 24.10.2024