Nunca pensé enamorarme de ti

Capítulo IV

Allyson.

Aprender a llevar una casa no es fácil, y menos con todas la reglas qué hay en esta. Hasta ahora, he hecho bien todo lo que Ryan me pidió que hiciera y como lo hiciera, excepto por el jardín.

Es muy complicado, sobre todo porque debo mantenerlo como a Sophie le gusta, y a esa mujer es muy difícil darle gusto. Empezando por el hecho de que no le agrado, no entiendo la razón de su desprecio.

Con unas pequeñas tijeras qué el jardinero, Mariano, me presto voy cortando las pequeñas hojas que sobresalen del rosal. Tiene que quedar perfectamente sin una hoja fuera, como lo ordenó la madre de Ryan.

—Un poco más arriba—dice Clint, mi ahora "cuñado".

Lo cierto es que es totalmente insoportable, lo tolero solamente porque esta casa no es mía, y no puedo decir absolutamente nada sobre quien viene y cuando.

Continuo con lo mio, siguiendo las instrucciones qué me va dando Mariano. Me ha prestado uno de sus guantes de jardinería para que no me lastimase las manos con las espinas de este.

—Corta más abajo cuñadita.

—Cierra la boca.

—Un poco a la derecha.

—Ya callate.

—Vas a cortar la rosa.

—Ven y hazlo tú, entonces—replicle aventando las tijeras y los guantes hacia el.

—No, a mi no me corresponde—me los devolvió

—Entonces callate ya—me coloque los guantes y seguí podando el rosal.

—Solo te estoy guiando para que no hagas nada mal. Si cortas de más, mamá se puede molestar.

—Solo me estas distrayendo.

—No es verdad.

Mariano le da una mirada cansada a Clint, pero el no lo nota por estar enfocado en mi y en hacerme perder los estribos. Intento ignorarlo, y continuar con mi trabajo cuando de pronto me quita las tijeras y comienza a cortar el rosal.

Confundida trato de detenerlo, sin embargo no tengo éxito; y para cuando voy a hacer el último intento por quitarle las tijeras la voz de Sophie me paraliza.

—¡¿Por qué diablos Clitn esta haciendo tu trabajo?!

Dios mío, dame paciencia.

—Él me arrebato...—siento el ardor en mi rostro cuando me silencia de una bofetada.

En shock coloco mi mano en la zona donde seguramente me quedara una marca.

—No me respondas, niña grosera.

—¡¿Qué le pasa?!—exclame horrorizada por la bofetada qué me había dado.

—¡No me grites!

—Pero, usted fue quien pregunto porque... —me calle de inmediato al ver que tenia la intención de abofetearme de nuevo.

—Eres una grosera, mal educada, igual que tu madre.

Mariano había desaparecido, Clint por su parte, observaba con gracia la escena.

—¡¿Por qué diablos mi hijo esta haciendo tus deberes?!

No respondí. No quería que me abofeteara de nuevo. Esta señora estaba loca, demasiado loca.

—¡Contestame, niña!

—¿Qué está pasando?—apareció Ryan detrás de ella—¿Por qué gritas de esa manera, mamá?

—Esta niña, es una grosera.

Ryan me miró, como si quisiera mi declaración ante los hechos, pero lo cierto es que solo oculte mi rostro y la zona de la bofetada con mi mano. Si decía algo contrario sería otra discusión.

—Puso a Clint a hacer sus deberes ¿puedes creerlo?—continuó explicando—. Lo cierto es que no sabe nada, ha hecho todo mal en esta casa.

—No es para tanto—dijo Ryan sin interés alguno.

—No, si es para tanto—replicó su madre—, es una buena para nada, arribista, trepadora, igual que su madre. No sabe hacer nada, le deja sus tareas a Clint, y tamees una respondona, grosera, mal educada. Esto no puede quedarse así, Ryan. Tengo que hacer algo al respecto.

De reojo vi a Ryan, sin expresión alguna. Parecía ignorar todo lo que su madre estaba diciéndole de mi, tenia una expresión aburrida. Como si estuviese acostumbrado a eso.

Yo por el contrario, traté de no mirarlo a los ojos.

Era una persona totalmente desconocida, no había nada del chico que me gustaba. La mayoría del tiempo se la pasaba encerrado en su oficina, o fuera de casa. No lo molestaba para nada, ni el a mi. Las pocas veces que hablabamos terminábamos discutiendo y diciendo cosas hirientes. Mejor dicho, yo recibía las cosas hirientes. Ryan parecía de piedra, como si mis palabras, o sus acciones no le afectarán en lo absoluto. Sin embargo a mi sí, siempre terminaba en la habitación, llorando en mi cama.

Y sobre eso, tampoco había vuelto a pasar la noche conmigo. El dormía en su habitación y yo en la mía.

Al menos, tenía un espacio para mi, aunque eso me hacia sentír más sola de lo normal.

Papá había intentado anular el contrato, pero el padre de Ryan simplemente no accedió. Tuve que volver a esta casa, y aprender a llevar todo.

Tendré que soportar los tres años este martirio. A esa señora.

Lo único bueno de todo es Ramona, ella me ayuda con todo.

Es como mi salvadora.

—Vete.

—¿Qué?

—Qué te vayas—exigió Ryan.

—P-pero...

—Yo resuelvo esto, Sophie. Ahora vete—la dureza en sus palabras hizo qué su madre no pudiera replicar.

Ella entró a la casa, molesta.

A esa señora le encanta humillarme, pisotearme. Cree que por tener dinero es superior a todos.

—Tu también.

—Hermano, no puedes correrme.

—Largo—Clint se fue sin chistar.

Ese tipo es igual a su madre, fastidia más que una piedra en el zapato.

—Nana, asegúrate que la señora y su hijo se vayan de mi casa—hasta ese momento habia notado la presencia de Ramona detrás de él.

—Como digas, Ryan.

Y se fue dejándonos solos.

Intentó levantar suavemente rostro, pero me aparte al instante de sentir su contacto con mi piel.

—¿Qué te pasó en el rostro?—pregunto, y yo me maldije mentalmente por no ocultar lo que seguramente ya era evidente.

—Nada—apenas pude responder. Tenía que no nudo en la garganta de la impotencia qué me dio cuando su madre me abofeteo.

—Tienes la mejilla rosada—insistió.

—Seguramente la tierra me causó alergia—me invente.




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