Nunca pensé enamorarme de ti

Capítulo XXIV

Ryan.

Que Allyson estuviera en mis brazos, con su cuerpo enredado entre las sábanas de la cama, me provoca la sensación más fuerte que he sentido jamás. Es una sensación inexplicable, tenerla aquí, con el cabello perfectamente rubio, alborotado, su respiración tan serena. Su cuerpo descansa recargado a mi pecho desnudo, y mi brazo alrededor de sus hombros. Lo único que cubre la mitad de mi torso es la misma sabana con la que ella está cubierta.

El reloj en la mesita marcaba las dos de la madrugada, el día anterior me había exigido salir de la oficina lo antes posible, no quería que se volviera a repetir lo que pasó la otra vez, llegar y que ya esté dormida.

Así que, como pude salí de ahí. Además, no quería seguir escuchando a mi padre hablar sobre los matrimonios ejemplares, las familias y los hijos perfectos. Me había dado una charla muy innecesaria sobre cómo criar a un hijo, como educarlo de la manera correcta, lo que me pareció hipócrita de su parte. Soltó algunos comentarios, insinuando qué a sus nietos los educaría como a mi no pudo.

Ni loco le permito acercarse a mis hijos. Y hablando de hijos… todo el día le había dado vueltas a una idea. Una pregunta que, admito me llegó a ilusionar. ¿Cómo sería un hijo mío y de Allyson? Tendría el cabello rubio, obviamente pero ¿Tendría mis ojos? Me ilusionó más el hecho de que tuviera los suyos, que los míos. Que físicamente se pareciera a ella. ¿Y fuera una niña? Que sacara cada uno de sus rasgos, sus ojos azules, su nariz tan definida, sus labios.

¿Cómo lidiaría con el hecho de que algún día crecería? ¿Sería un padre celoso?

Dios…

—Allyson—la llamé en voz baja.

Si estaba dormida no quería despertarla.

—¿Mhm?

—¿Estas despierta?

—No, ya me dormí—dijo, seguido de una pequeña risa.

Se acomodo mejor sobre mi pecho, y pude ver su hermosos ojos brillar mientras mantenía esa sonrisa tan linda.

—¿Pasa algo, Ryancito?

—¿Cómo crees que sería un hijo tuyo y mío?

—Evidentemente sería rubio, y probablemente tendría tu ojos—respondió. Pude ver la ilusión en su mirada.

—Yo quisiera que tuviera los tuyos—murmure, sonrojándola.

—Los tuyos son más hermosos.

—¿Te gustan mis ojos?

—Me fascinan—alzó todo su cuerpo sobre mi para besarme, sostenido la sabana en su pecho con su mano.

Eso fue todo lo que necesité, recosté su cuerpo sobre el colchón de nuevo, colocando encima suyo sin dejar de besarla. Sin dejar de recorrer su cuerpo con mis manos.

Hace tres años, jamás me imagine estar de esta manera junto a ella, jamás me imagine que algún día construiríamos lo que ahora tenemos. Hace tres años lo único que quería era que el tiempo pasara volando, y vaya que ha pasado muy rápido. Hace tres años quería que esto terminara lo más pronto posible, ahora no quiero que termine Jamás.

He hablado eso con Allyson, faltan días para que termine el acuerdo y ambos hemos llegado a la conclusión de no firmar ningún papel de separación. Seguiremos juntos, como hasta hoy, sin ningún acuerdo de por medio. Solo ella y yo.

Juntos. Por tiempo indefinido.

Al separarme un poco, ella soltó una respiración profunda.

—¿Quisieras intentar?

—¿Intentar qué?

—Qué tengamos un bebé—susurre, dejando rastros de besos pos su cuello.

—¿Un…un bebé?

Noté qué sus músculos se tensaron un poco, no le di importancia y seguí con mío.

—Tuyo y mío—afirme.

—¿Tu… quieres tener un hijo? —me devolví hasta su rostro, besándola en los labios de nuevo.—¿Ahora?

—Quiero tener todos los hijos posibles contigo—musite, juntando mis labios a los suyo de nuevo.

Acaricie cada parte de su cuerpo, como si hubiera un mañana, como si fuese la última vez. Por desgracia, no sabía que esa sería la noche que lo cambiaría todo. Ojalá pudiera saber que fue exactamente.

Allyson.

Un bebé.

Ryan quiere que tengamos un hijo.

No es que me parezca mal idea pero, ser madre aún no está en mis planes. Menos siendo tan joven. Tal vez, en unos años, podría considerar la idea de un embarazo, ¿Justo ahora? Siento que no es el momento ideal.

—¿Qué pasa Allyson? ¿Te sientes bien?—preguntó Ramona al ver que me masajeaba la sien.

—Me duele un poco la cabeza—murmure por lo bajó, aun así me escuchó.

—Te daré una aspirina—dice yendo hacia el cajón de las medicinas.

La fecha estipulada en el acuerdo ha expirado. Han pasado unas semanas desde que Ryan comentó sobre tener un bebé, lo ha mencionado un par de veces más, solo que no se como decirle que por ahora no es lo que quiero.

Aun así, programe la na cita con mi ginecóloga para mañana.

El sonido de la sonido de la puerta resonó por el lugar.

—¿Es Ryan?—cuestionó dejando la píldora junto con un vaso de agua frente a mi.

—Es temprano para llegue—respondí, tomando el medicamento.

Últimamente no viene a comer. Desde el día que llegó a media noche no ha vuelto a suceder, trata de llegar antes de la cena. A veces llega justo cuando creo que no lo hará, aparece y ambos cenamos juntos.

—He decidido que venir a comer con mi esposa es mejor que seguir trabajando—murmuró, detrás de mí.

Escuchar su voz me puso algo nerviosa, mi mano comenzó a temblar un poco, rápido la oculte bajo la barra cuando se acercó a mi, y me abrazó por detrás. Dejó un beso en mi mejilla, sentí el olor de colonia perfume, causándome un sentimiento en el abdomen bajo, no de esas veces que sientes mariposas, al contrario, por alguna razón ilógica sentí náuseas.

Cerré los ojos pasando una mano por mi cara.

—¿Estas bien?—preguntó mi esposo, sin alejarse de mi.

—Sí, solo me siento un poco mal—respondí, tomando aire.

—¿Quieres que llame al médico?

—No es necesario—me puse de pie, rodeándolo para salir de la cocina—. Iré a recostarme un poco.

Ryan me miraba con las cejas arqueadas, y los ojos un poco entrecerrados expresando su preocupación por mi.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.