Camilo comprendió muchas cosas instantáneamente: esa arrogancia, el estar siempre a la defensiva, su forma de vestir, de conducirse por la vida. Se estaba preservando, evitando que se repitiese semejante aberración. Por primera vez en la vida, deseo matar a alguien y sintió una furia que circulaba a toda velocidad por sus venas, resonando en su cabeza.
_ ¿Camilo, estas ahí? _ le pregunto Ramiro despertándolo de sus cavilaciones.
_Si, si, acá estoy. Me distraje un poco, disculpa.
_Bueno, ¿Qué vas a hacer? _ quiso saber.
_Con lo que te dije… ¿Sigue la apuesta?
Camilo se sintió ofendido (cosa que lo sorprendía porque rara vez se interesaba por los demás), pero no debía demostrar ante sus amigos ningún tipo de fragilidad. Él era Camilo Echeverría, después de todo, nunca fracasaba ni nadie se le resistía. Una apuesta, era una apuesta, siempre había sido así, esta no sería la excepción. El reto era ahora aún mayor.
_Por supuesto, idiota ¿Cuándo me eché atrás en algo así? La voy a tener a mis pies, como les dije, pónganle la firma.
La conversación termino con algunas trivialidades. Camilo se dejó caer en la cama y se imaginó a esa bestia usando la fuerza contra Rocío y lo odio, lo estremeció y lo lleno de culpa, porque no quería aceptar que no debería seguir adelante con aquella estúpida apuesta. No había admitido que esa mujer ejercía algún extraño poder sobre él. Su mirada, esos ojos grandes, tristes y profundos. Podía ahogarse en ellos y sus labios, dulces y frescos, invitando a ser besados. Sabía que detrás de esos atuendos masculinos, se escondía el cuerpo de una mujer, con sinuosas caderas, generosas curvas… ¿Qué demonios le estaba sucediendo? ¿Que era ese deseo carnal que lo estremecía con solo pensarlo? Algo andaba mal en él, muy mal. Quizás se estaba enfermando, sí, eso era.
Se dirigió a su escritorio y comenzó a navegar por internet en la sección de noticias. Ramiro tenia razón, había sido un caso con amplia divulgación en los medios, un escándalo del cual el sujeto en cuestión había sido sobreseído en extrañas circunstancias. Luego de una breve búsqueda lo encontró: ya conocía el nombre de aquel animal.
Mientras tanto, Rocío daba vueltas en la cama. Se preguntaba en que terminaría la fiesta para la cual había sido contratada. Detestaba ese tipo de reuniones, personas frívolas y ricas ostentando su dinero, lucrando para conseguir riqueza y poder. Sin embargo, necesitaba esos dólares y más, muchos más. Camilo Echeverría era un hombre singular: apuesto, eso era innegable por mucho que aborreciera aceptarlo, encantador, excelente conversador, carismático, elegante, pero, mujeriego, arrogante, egocéntrico y muy seguro de sí mismo. Representaba todo lo que detestaba en una figura masculina. Innegablemente, era irresistible, todo un galán, pero ella no podía darse semejantes lujos. Se había jurado no sucumbir ante ningún hombre, por más hermoso que fuese, y vaya que este sujeto lo era. Se trataba de una cuestión de supervivencia, de auto preservación. Aún conservaba en la memoria las vividas imágenes de su antiguo calvario. Se hallaban frescas, como heridas abiertas, en cada pesadilla.
Rocío necesitaba enfocarse en sus objetivos inmediatos y por lo pronto, reunir ese dinero era de suma urgencia. Ya contaba con una cantidad importante pero todavía necesitaba más. No pudo creer que aceptase ser la pareja de Camilo el próximo viernes, pero negocios eran negocios. El nunca diría que había pagado por compañía femenina de eso estaba segurísima.
Su visita junto al ramo de margaritas la había sorprendido gratamente, y el almuerzo, divertido, aunque su excesiva posición defensiva terminara por arruinar el momento. No consentiría caer bajo su hechizante personalidad. Tampoco se permitiría sentir nada por él, porque de antemano todo el mundo sabía que no había llegado a mantener una relación por más de un par de días y ella, no sería una más en su lista de conquistas, eso era inconcebible.