Nunca seré la misma.

Capítulo 4.

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Camila Lansford.

 

«De repente, estoy ansiosa y tú eres lo único que necesito. Lo único que necesito».

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Buscando valor de dónde no lo tengo me termino por alejar de William. Él había dicho eso, y se que yo también pienso igual pero él me hacía bien, incluso mejor que Víctor. Lo malo es que estábamos prohibidos, él nunca podría intentar nada conmigo ni yo con él, y era una pena.

—Creo que regreso a mi casa.—dije retrocediendo y apuntando atrás, tengo que salir de aquí rápido.

—Cuídate Camila.—me dice, y una calidez invade mi pecho.

Pasé pesadamente saliva y viéndolo por última vez memorice hasta lo más insignificante de él, el primer paso para no caer en las llamas de la tentación era alejarte de quien te provoca, de aquello que te hace querer salir del carril.

—Adiós, William.—era definitivo.

Él alza su mano y la sacude tranquilamente mientras me regala una sonrisa que podría calificar como una moja bragas.

—Hasta entonces, Lansford.—Y sin querer seguir con la charle terminó por entrar a la casa mientras saco de mi bolsillo mi celular, la primera persona que sale en el directorio telefónico era Valencia.

—Ven por mi a casa de los Beckinsale, rápido.—y cuelgo sin esperar respuesta.

Voy al salón principal y busco mi bolso y abrigo, a los segundos afuera se escucha un claxon por lo que me apresuro en salir antes de que Víctor o William salgan. Cierro la puerta y me adentro en el coche que venía conduciendo mi mejor amiga. Valencia venía vestida con un jean alto y un suéter de lana gris, su cabello rubio ceniza estaba suelto.

—¿Qué fue lo que pasó, Camila?.—pregunta divertida viendo como me ruborizo cada vez más.

Cubro con mis manos mi rostro soltando un chillido de frustración total, era mucho estrés para una persona que mide 1.61 y que para colmo sufre de ansiedad. Traté de regularizar mi respiración pero era imposible, cerraba mis ojos en busca de calma y lo veía a él y a su condenado atractivo.

¿Qué demonios está pasando conmigo?

—William siente lo mismo.—decirlo en voz alto me hacía sentir el doble de culpable, quemaba admitir que me atraía el hermano de Víctor y que era correspondida.

—¡No me jodas Camila Lansford!.—Valencia grita y ríe de felicidad, tuvo que aparcar el coche a la orilla de la carretera para hablar de eso.—¿Cómo te lo dijo o paso algo más?, ¡quiero detalles!.

—No quiero ni deseo hablar de eso, Ocasia.—frunzo mi ceño, no está bien.—Solo debes de saber que ambos nos sentimos igual pero no podemos estar juntos, por dios Valencia estamos prohibidos el uno al otro.

—¡Pero te gusta Camila!.—espeta.

—Si pero no pienso serle infiel a Víctor, mi novio no merece eso.

—Bien, ya dejaremos el tema de William por la paz.—exclama encendiendo su auto para ponerla de nuevo en marcha hasta mi casa.

A continuación me encontraba en la habitación que mi madre Catalina me tiene en la casa de la abuela, viendo como mi sobrino juega con sus juguetes sobre mi cama, Carla estaba en mi escritorio pintando la uñas de sus manos y pies aprovechando que hoy estaba aquí para ayudarle. Me recosté en mi cama mirando al techo, era alto y de madera brillante clara, paredes en azul cielo con lila, una cama exageradamente grande con todos los peluches que mis padres con los pasos de los años me han obsequiado.

—¿Te encuentras bien hermana?.—Carla termina con lo suyo y se une a nosotros en la cama.

Ella era más alta que yo, su cabello azabache le llega hasta sus hombros, su piel blanca bronceada y unos lindos ojos verdes olivo. Carla quedó embarazada de Clarence a la edad de 27 años, su padre nunca quiso hacerse cargo del niño por lo que le tocó a ella, y con ayuda de Belardo, a sacarlo adelante. Y ahora, ella tiene 34 años y su pequeño retrato está a nada de cumplir sus 7 años.

—Mi vida es un chiste que comienza a no darme risa.—dice después de soltar un suspiro ruidoso.

Ella se mofó mío y se hizo un lado en la enorme cama, ambas pusimos nuestros pies contra la pared y comenzamos a mirarlos. Era nuestro ritual cuando hablaríamos de temas importantes o que consideramos necesarios decirnos antes de que alguien más sepa.

—¿Pasa algo con Víctor?.—pregunta y yo me vuelvo pequeña.

—Hay un hombre que me interesa muchísimo, es completamente diferente a Víctor y posee algo que no se que es, que me vuelve loca. Es que te puedo asegurar que si cierro mis ojos para dormir o descansar y lo encuentro a él, siempre está él.—me abrumaba toda esta situación con William, no quería crear en ambos hermanos una enemistad y que ambos terminan odiando.

—¿El hijastro del alcalde?.—indaga y yo asiento.—Si ya se quién es y te entiendo muchísimo hermana, ese hombre parece creado por el mismos dioses. Aparte de ser guapo es muy educado, como logra expresarse de las personas y como se desenvuelve. La verdad no me parece tan descabellado que te interese él y Víctor no.

—Pero está mal, Carla. Todo está mal si me interesa William.—sentía unas enormes ganas de llorar hasta que todo pase, hasta que William decida volver a Estocolmo y hasta que mi novio vuelva a ser el de antes.

—Pero ya está Camila, el sentimiento se ha desarrollado y ya no hay retorno. O te estrellas contra la pared o te estrellas, no hay punto medio.

Tomé una de mis almohadas y la puse contra mi rostro, solté un grito ahogado, ese que tenía desde el primer segundo en que William confesó que se sentía igual. Entre Carla y Valencia me van a llevar a la locura, quiero que ellas entiendan que por mucho que me interese William nunca dejaría a Víctor, para mí vale más salvar una relación de un año que comenzar desde cero con otra persona.

—Quisiera la opción de nunca haberlo conocido.—confesé sincera. Y era algo que pensándolo bien estaría genial, tal vez si yo nunca hubiera ido a la fiesta de bienvenida ahora mi vida estaría como antes, sin un tercero que me haga dudar de  quiero a Víctor o no.




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