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William Beckinsale.
«Eres tú, cielo. Y me pierde la manera en que te mueves, cariño».
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—¡¿Besó a la novia del Joven Víctor?!.—exclama Bertrand y de inmediato lo callo.
—¡Silencio!, no quiero que mi hermano sepa de ese incidente.—estábamos en un bar de la ciudad, yo no quería venir solo y Bertrand se ofreció en acompañarme. Él cuida de mi mientras que me embriago con cada trago que pido.
—¿Señor al menos pensó bien lo que hacía?, estoy seguro que si su hermano se entera de eso se molestaría mucho con usted y con la Señorita Lansford.—bebe de su agua, quisiera tener esa resistencia al alcohol. Pero desgraciadamente es todo lo contrario, necesito de el para calmar mi ansiedad.
—Lo sé créeme que estoy arrepentido por haber hecho eso pero ya está, Bertrand.—estaba frustrado, toda la situación con Camila y la empresa me tienen preocupado. No quiero perder las dos cosas más importantes de mi vida.
—¿Me permite darle un consejo, Señor Beckinsale?.—miro a Bertrand.
—Adelante.—me hecho atrás para recostar mi espalda contra el espaldar de la silla, le soy un trago a mi whisky sintiendo mi garganta quemar.
—¿Le interesa la Señorita Lansford? ¡Vaya y enfrente a Víctor!. Usted no me dirá pero ciego no soy y sordo menos, he visto al joven Víctor encerrarse en su habitación con una morena mientras la señora, el señor, su hermana y usted no está.—Bertrand esboza una sonrisa divertida y llena de complicidad.—Si me permite decirle algo, la Señorita Lansford es mucho más linda que la Señorita Rudershor.
Reí. Camila era hermosa, mucho más hermosa que cualquier otra mujer en el mundo.
—En eso concuerdo contigo.—hicimos un mini brindis, él con su agua y yo con mi vaso de whisky a la mitad.—Por las mujeres, no podemos vivir sin ellas y hasta ahora es que lo notan.
—Salud, Señor Beckinsale.—le da un sorbo al agua.—¿En serio le interesa la novia de su hermano? O solo busca una diversión.
Ya era la segunda persona en el día que me hace la misma pregunta.
—Ya me tienen mareado con esa pregunta.—carajo, ya el whisky no me hacía nada para olvidar el beso con Camila y el problema en la empresa de Estocolmo. Por lo que llamo al bar tender para pedir un tequila.
—Mil disculpas, Señor Beckinsale.—se arrepiente y yo niego.
—A ti si te puedo ser sincero, después de todo siempre me has demostrado tu lealtad a mi y a mi familia.—Bertrand esboza una sonrisa agradecido.
—Es un honor para mí servirles.
—Pero lo cierto es que Camila me encanta, me gusta más de lo que puedo admitir, me enloquece pensar que está con él y no conmigo. Y no sabes cómo amo su sonrisa, con ella puede iluminar toda una ciudad entera si se lo propone.—pienso en ella y sonrío, me tiene como un pendejo a sus pies.—¿Y sabes que más amo de esa chica tan extraordinaria?.—lo miré y él respondió.
—No, Señor.—Yo expulsé una bocanada de aire.
—Su aspecto infantil, es como ver a una niña tratando de ser independiente por si sola y me aterra, quisiera cuidarla del mundo exterior y no lo hago porque quiero que crezca sola. Y que venga a mi cuando así lo desee.
No quiero encerrarla conmigo, quiero que esa chica conozca el mundo entero y lo devore, que vea sus posibilidades y no se límite. Ella tiene potencial en cualquier cosa que se proponga, la intentó en la escritura y le fue de maravilla, lo intentará en la danza y de seguro se comerá todo el show. Todos aplaudirán en su honor, habrán barras dándole ánimos y luego estaré yo en el público como un maldito perro viéndola desde la distancia, ya que es la única manera en que puedo tenerla.
—Te has quedado callado.—digo cuando ya han pasado dos minutos y Bertrand sigue en silencio.
—Es que recordé a la Señorita Florencia Pug, que en paz descanse. Y veo que nunca se expresó de ese modo hacía ella, es la primera vez que lo veo enamorado, Señor Beckinsale.
—Con Florencia nunca hubo sentimientos, solo nos enrollábamos de vez en cuando para pasarla bien y ella malinterpreto todo creyendo que podía enamorarme…
—Y lo hizo —replica y asiento dándome un solo trago de mi tequila, el cual quema horrible.
—De una mujer que nunca en su vida me regresa la mirada.—respondo con pena.
—¿Usted sabe que soy latinoamericano no es verdad?.—asiento.
Bertrand Hernández es perteneciente de un país vecino de Colombia, Venezuela creo que se llama. Bertrand salió de dicho país hace años y vino a Portugal por un nuevo futuro para su familia y para el mismo, ahí es cuando aparezco yo y le ofrezco trabajo como encargado de mantener el orden en casa de mi madre.
—Si, que ocurre con eso.
—Hay más estrellas en el cielo, Señor Beckinsale.—bajé la mirada.—La Señorita Lansford no es la única.
—Sigo sin entender que tiene que ver eso con tu nacionalidad.—lo regreso a mirar y él rueda sus ojos como si le estresa hablar conmigo.
—Si me permite decirle esto y de antemano le ofrezco una disculpa por mi vocabulario tan grotesco y abusador… Pero usted Señor Beckinsale, es un pendejo por enamorarse de la novia de su hermano. ¿Quién en su puta vida haría algo así? Ah pero luego recuerdo que usted es un terco impertinente que se lanzó a la primera interacción, porque es un sensible que aunque le dé miedo amar, sabe cómo hacerlo y se entrega completo. ¡Reaccione, Señor Beckinsale!, y si ve que con ella no resulta busque a otra, difícil no será.
Nunca en mi miserable vida me había insultado de una manera tan sutil, elegante y con groserías de por medio bien camufladas. Sin duda Bertrand seguirá trabajando para mí por un buen tiempo.
—Bertrand…
—Mis sinceras disculpas de antemano, Señor Beckinsale.
—No es eso, relájate.—Él cambia su postura por una más relajada, calmada.—Sigo sin entender que tiene que ver tu nacionalidad con mi vida.
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Editado: 03.11.2024