Nunca seré la misma.

Capítulo 7.

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Bruno Lombardi.

 

«Escabulléndonos en Los Ángeles, cuando las luces están bajas, con solo un roce tuyo, podría sufrir una sobredosis».

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«¿Lo quería tanto como para aceptar venirme a Estocolmo?» Era un claro y rotundo “si”, en todo este tiempo nunca pude superar aquello que sentí por William y era algo que me dolía horrible en el alma, ya que será un sentimiento que se perderá en el viento. A él le gustaban muchos las mujeres, no lo fingía, se había enamorado perdidamente de una mientras que yo seguía ahí, deseando que me voltee a mirar de otro modo pero es absurdo.

William Beckinsale estaba colado por Camila Lansford.

¿Y en dónde quedaba yo? En la nada, alejado de la única persona que logra despertar un sin fin de emociones turbulentas pero que me hacen sentir vivo, me hacen sentir bien con esto que siento.

Martin era un hombre que en poco tiempo me acompañó, me sostuvo cuando estuve a nada de caer por la perdida de William, y en todo este tiempo nunca pude sentir ni la mitad de lo que me pasaba con Beckinsale y era una mierda, hacía perder el tiempo a un hombre que me quería mientras que yo pensaba en otro que estaba rotundamente prohibido para mí.

Conocí a William a la edad de cinco años en el jardín de su casa, cuando mi madre iba a saludar a la señora Beckinsale y tomar té de vez en cuando. Ella estaba todo el día con la señora en el comedor hablando de cualquier tema, mientras que yo jugaba en el jardín con William a los autos, a los príncipes y princesas con su hermana Fanny. En ese tiempo yo no entendía lo que pasaba conmigo, en vez de mirar a Fanny lucir hermosa con ese vestido rosado volteaba a ver a William con su traje azul marino de príncipe y sonreía como si estuviera enamorado, y lo estaba maldita sea, William Beckinsale me gustaba mucho y él nunca lo notó.

Todo cambió cuando conoció a Florencia Pug en Estocolmo, yo iba a verlo de vez en cuando y salíamos a caminar o comer como buenos amigos que éramos. Él me la presentó y aunque sentía eso como un puñal en mi corazón la acepte, apoyé ese amor como nunca antes hice y me dolió ver a William perjudicado cuando Florencia se quitó la vida. Estuve a su lado durante todo momento y nunca se fijó en mi, siempre era ese buen amigo, ese hermano que nunca tuvo pero jamás la persona que amó.

Cuando William supo que era bisexual fue un escándalo espantoso, por más que intenté explicarle parecía no funcionar, solo me veía como amigo. Fue claro y aunque rompió mi corazón en millones de pedazos pude comprenderlo, no podía obligar a una persona a amarme.

—Bruno, amor se hará tarde para el trabajo.—Martín sale de la habitación en dirección a la de nuestro pequeño bebé que gracias a William y sus contactos pudimos adoptar.

Era un infante de tan solo tres meses de nacimiento, contaba con sus vacunas al día y ya portaba mi apellido y el de Martin por lo que era nuestra hijo legalmente. Mi esposo lo cargaba entre sus brazos mientras que con una mano disponible preparaba su biberón, yo me disponía a terminar mi desayuno.

Martín era un gran hombre, un gran esposo que te daba su apoyo siempre y en cada momento, y un padre excepcional que daba todo por todo a nuestro pequeño bebé.

—¿A qué hora saldrás hoy?.—me pregunta acompañándome en la comida, ya nuestro hijo estaba en su Moisés a su lado durmiendo.

—Tengo una reunión importante con William, Fanny y su padre por medio de video llamada, así que no se a que hora exactamente saldré.

—Vale amor, tu solo me marcas al cel quiero que tengamos una cena romántica en el jardín. Aquí la noche es hermosa, y quiero disfrutarla contigo a mi lado.—Él me dedica una sonrisa llena de amor sincero, se que me amaba tanto como supone yo hago.

Quizás ahora que me encuentro lejos de William pueda tratar de enamorarme de mi esposo, aprender a darle lo que por años he querido hacer con William.

—Estaría genial mi vida.—deslizo mi mano por la mesa hasta posarla encima de la suya.

—Vale cariño.—se pone de pie, deja un beso en mis labios para después tomar a nuestro hijo en brazos y subir a la habitación.

Terminé de comer y puse los platos sucios encima de la encimera y me fui de la casa en dirección a la empresa de la familia Beckinsale dónde estaré trabajando y administrando durante quien sabe cuántos años. He llegado a las ocho con quince minutos y subo a la oficina que William mandó habilitar para mí, afuera se encuentra mi secretaria dándole órdenes a una pasante universitaria. Me adentro y siento en mi silla temporal, a los segundos el condenado celular comienza a sonar.

—Bruno Lombardi al habla.—dije al atender.

—¡Estoy feliz Bruno, feliz!.—Trataba de un alegre y efusivo William Beckinsale llamándome.

—Vale hermano, detente mira que es raro escucharte hablar así.—es una lastima que no sea por mi.—¿Puedes contarme que te tiene tan feliz?.

—Es Camila Lansford, ese es el motivo de mi felicidad.—sonreí melancólico, lo bueno de toda esta situación es que él parecía contento con ello y como buen amigo que soy, le debo dar mi apoyo.

—¿Te ha dado la hora me supongo?.—me juego con él a lo que raramente William suelta una carcajada.

—Me ha correspondido, Bruno. ¡Ella me ha correspondido finalmente!.—reí algo triste.

—¿No y que estabas saliendo con Melissa Hunter? La amiga divorciada de Fanny.—inquiero algo confundido, William era un mujeriego sin remedio pero parecía querer acabar todo eso ahora que estaba con la joven Lansford.

—Todo eso acabó, hablamos solo por la asociación que queremos llevar a cabo con Collins en Málaga. Pero sentimentalmente, le estoy perteneciendo lentamente a Camila Lansford y no puedo estar más feliz por eso.

—¿William has pensado en Víctor?, ¿En cómo le puede afectar esto?.—se que le hace feliz estar con ella pero no debe olvidar que Camila tiene novio y es nada menos que su hermano menor, no debe olvidarlo.




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