Nunca seré la misma.

Capítulo 12.

Camila Lansford.

“De repente estoy ansiosa y tú eres lo único que necesito”

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—Él realmente nunca se enamoró. —. Concluyó un pensativo Simón.

Estábamos a la orilla de la playa junto con Valencia viendo un hermoso atardecer mientras que conversamos un poco sobre William, de lo que era su vida en Estocolmo y como suele comportarse bajo presión y más cosas. Simón es el indicado para preguntarle ya que ha sido amigo de él desde hace unos años y por ende sabe más que Valencia.

—Y cuando quiere puede ser un cretino. —. Dice entre risas mi amiga rubia.

Le doy un sorbo a mi batido de kiwi desviando mi atención al frente en el punto perfecto que aparece el cielo de un adorable naranja embelesando a todos con su belleza tan etérea.

Y de pronto aquella decisión rueda por mi mente, comparto conmigo misma los pro y los contra que trae aquel destino.

Independientemente de lo que otras personas puedan decir de mi o de William o de suposiciones de como inició nuestro.

—¿Y por cuánto tiempo piensas ocultarle a Víctor sobre tu romance con su medio hermano? No creo que lo vaya a tomar de la mejor manera si se entera por su propio medio. —. Inhalé profundamente ante la pregunta de Simón.

Y no sabría que decirle puesto en mi cabeza aún no encontraba la mejor manera de plantearle a Víctor que ya no me siento igual y que mis deseos por terminar son desorbitantes. Al pensar en William mi cuerpo entra en una calma relajante, mientras que con Víctor me siento sobre carril, atada de manos para no soltarlo.

—La verdad aún no lo sé y ya le he prometido a William que me iré con él.

Valencia me toma del hombro haciendo que la observé hallando en su mirada la sorpresa a mi reciente anuncia y hasta ahora conecto que ella no sabía nada sobre mis piensos de irme con Beckinsale a Estocolmo lejos de todo el caos que ha causado mi relación con Víctor.

—¿Te estás escuchando? William es mayor que tu, Camila. Él sabe cómo ser adulto… ¿Pero tú?

—Estamos acá para aprender, Valencia, no para vivir reprimidos.

—¿Vale la pena? —. En ella había precaución. La verdad cualquier amiga a la que le cuentes sobre tus piensos de escapar con tu novio mayor de edad lo tomaría a peligro.—¿Tu crees que vale la pena escapar con William?

—Lo amo. —. La adrenalina siempre corre por las venas al decir en voz alta lo mucho que lo amo y deseo.

—¿Y él?

—Ocasia. —. Ambas dirigimos nuestra atención a Simón quien veía a su novia ofendido.— Yo más que nadie sabe sobre lo que de verdad siente William y puedo asegurarte que está enamorado de Camila.

Ya de por sí para mí era imposible escuchar a William decir que me ama como ahora escucharlo de mi amigo. Es igual de imposible para creer, es algo que no puedo digerir al menos.

Lo deseo y amo tanto que podría irme con él a donde quiera y no me arrepentiría nunca.

Llegamos a la casa de los padres de William y lo primero que hago es ir corriendo a mi habitación donde se que mi amado debe estar esperándome pero no fue así para cuando abrí la puerta, lo primero que hago es tragar grueso al ver a Víctor sentado en mi cama enojado y con mi teléfono en sus manos. Lo primero que pasó por mi mente fue que vio todos mis mensajes con William y es por ello su enojo.

—Entra y cierra la boca. —. Ordena, duro y autoritario.

Pero aún así me quedé recostada a la puerta deseando que Valencia, Simón o William interrumpan y así evitar otro disgusto con Víctor por mis torpezas.

—Víctor…

—¿Cuándo pensabas decírmelo? —. Inicia el interrogatorio que le hace jadear.

—¿De que hablas? —. Me hice la tonta, siempre funciona hacerse la tonta para evadir todo tipo de preguntas que te parezcan incómodas o como esta.

—Camila Lansford, responde la maldita pregunta. —. Brama.— ¿Desde cuándo me estás viendo la cara de estúpido?

¡Lo sabe y ahora no encuentro como negarlo!

En incontables veces le había mencionado a William que Víctor sabría de nuestro romance tarde o temprano pero esperaba que fuera más tarde que antes, no me había preparado psicológicamente para esto. Mi pulso tembló cuando vi sus intenciones de acercarse, tragué pesado y me aferré a la puerta por mi bien.

—¡¡Responde!! —. Brama enardecido.

—No hice nada malo, Víctor.

Su risa fue llena de ironía y sarcasmo, no me cree ni una cuarta parte de lo que estoy diciendo.

—¿De verdad insistes en querer verme la cara de imbécil una vez más? Tan inocente que te ves y resulta que eres igual a todas, con sus mismas malditas intenciones. ¡Diantres, Lansford! Te amo y tú lo único que sabes hacer es herirme.

Lloraba como una niña, no podía controlar mi miedo, mi temor y mi ansiedad, deseaba que alguien interrumpa está conversación antes de que Víctor me haga algo.

—Escúchame, todo tiene una explicación. Lo puedo explicar.

Pero él no cedía, simplemente negaba y en un impulso lleno de rabia y cólera lanzó mi celular contra la pared partiéndolo en millones de pedazos que cayeron al suelo. Mi miedo se incrementó.

—¡¿Qué vas a explicar?! No tiene una explicación válida.

“William, sálvame, por favor” supliqué al cielo que el ojos verdes regrese cuánto antes a la casa y me salve del demente de Víctor Beckinsale.

—¿Desde cuándo te estás viendo con ese? —. Habló nuevamente ahora interesado en saber el inicio.

¿De que manera puedo hablar si tengo miedo? Las palabras quedan atrapadas en mi garganta.

—Habla. ¿Desde hace cuánto lo estás viendo? —. Él me tomó con fuerza del brazo sacándome de mi lugar a salvó y llevándome consigo, me aventó a la cama con fuerza ignorando mis gritos de auxilio.

—¡¡Víctor, no por favor!! —. Le gritaba con fuerzas y trataba de soltarme de su agarre pero es más fuerte que yo.

Me sentía indefensa e inútil.




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