Estoy cansada. Los últimos dos meses han sido una locura con la nueva tienda física, la tienda online y haciendo planes para hacer un desfile de moda dentro de unos meses presentando nuestra marca B&B. Ya hicimos un desfile pequeño con clientes regulares y familiares, pero ahora será algo más grande, con algunas celebridades australianas que han comenzado a interesarse en nuestros diseños. Todo tiene que ser perfecto.
Amo mi trabajo, diseñar ropa me llena de energía y alegría, y es todavía mejor hacerlo con mi mejor amiga y cuñada Blue. Las dos nos complementamos a la perfección, solo que ella tuvo a su bebé justo cuando estábamos comenzando y eso nos retrasó un poco. Sin embargo, no me quejo, porque Blue ha trabajado a la par mía sin dejar de lado su papel de esposa y madre. Tiene suerte de contar con el apoyo de mi hermano, que es un esposo, padre y hermano ejemplar, ayudándonos en todo a pesar de sus responsabilidades.
Debo sonreír y estar agradecida.
—Oye, quita esa cara de velorio—pide Milka, mi otra mejor amiga—. Bebe un chupito.
—Lo siento, estoy cansada. Hemos tenido mucho trabajo y debería estar durmiendo para mañana seguir trabajando.
—Sé que estás muy estresada por todo el trabajo que tienen y por eso te traje a este bar.
Asiento y agarro el chupito.
—Tienes razón.
Chocamos los vasitos y bebemos como si no hubiera un mañana. El tequila pasa por mi garganta, quemándola. Paso la lengua por mis labios y sonrío.
—Vamos a bailar. —inquiere mi amiga tomando mi mano.
Me acabo otro chupito y la sigo a la pista porque amo bailar. Me ayuda a despejar la mente y mi cuerpo se mueve casi por voluntad propia.
—¡Una pena que Blue se haya ido! —grito en el oído de Milka.
—¡Eso pasa cuando eres una mujer casada y madre! ¡Al menos esta vez vino con nosotras y se tomó un chupito celebrando que ya no está dándole el pecho a Ayla!
Algunas veces veo a Blue con mi hermano y su pequeña hija, siendo una familia, y deseo eso para mí. Encontrar un hombre que esté dispuesto a todo por mí como mi hermano lo está por Blue. Otras veces veo como Blue corre entre el trabajo, su hija de un año y mi hermano llevándome a replantearme mi deseo, diciendo que, quizás, no estoy lista para esa responsabilidad.
Milka no se preocupa por las relaciones, ni por nada. Ella feliz yendo a su propio ritmo. No es que no desee casarse, solo que no está desesperada por hacerlo. No tiene prisa por encontrar al hombre de su vida y no se preocupa si no lo encuentra y se queda sola.
Yo tampoco me tiraría de un puente si me quedo soltera de por vida, pero me gustaría que no fuera así.
Una canción que me encanta se escucha por todo el bar. Milka mueve las caderas al ritmo de la canción latina y yo la sigo de cerca, riendo y levantando los brazos para dejar mi cuerpo en libertad y soltarme en un momento de liberación momentánea que corta el estrés, el cansancio y cualquier emoción negativa.
Un par de hombres se acercan para bailar con nosotras, saben moverse y eso me gusta porque odio los que se acercan solo para hablar y no bailan. El rubio que toma mi mano me hace girar y demostrando que sabe bailar. No tardo en descubrir que es un argentino de vacaciones en Sidney.
Milka baila con su amigo de forma más sensual y muy cerca, mientras que yo mantengo un poco las distancias para no hacerle creer que tengo intención de llegar más lejos.
El hombre de ojos azules, sonrisa torcida y cuerpo atlético cubierto por una camisa azul ajustada a su cuerpo y pantalón de vestir, me hace girar una vez más y nos reímos como si fuera lo más divertido del mundo.
Cuando el calor comienza a sofocarnos y las gotas de transpiración resbalan por mi frente y por el escote de mi vestido negro, decido que es momento para una pausa y beber algo.
Mi compañero de baile, me sigue de cerca, al igual que su amigo y mi amiga, en busca de algo de tomar que refresque nuestras gargantas. Me cuelgo de la barra, procurando que el vestido no se levante más de la cuenta, y llamo al barman pidiendo más chupitos.
Bebemos bastante y charlamos un rato. Milka me susurra que quiere llevarse a la cama a su argentino bailarín y yo la animo a hacerlo.
—Hay que admitir que Emiliano y… ¿cómo se llama el tuyo?
Miro a mi acompañante que habla con su amigo y enarco una ceja.
—No tengo idea. No estoy segura que me lo haya dicho.
Nos reímos.
No suelo aprenderme los nombres de los hombres que no me interesan. No pretendo acostarme con él por más guapo y buen bailarín que sea.
No me avergüenza admitir que soy virgen y que deseo acostarme con un hombre que me haga perder la cabeza y olvidar mi nombre. No espero amor eterno, pero sí una conexión genuina.
Me disculpo con Milka y los acompañantes con la excusa de ir al baño a refrescarme. Mi acompañante, a quien Milka le pregunta el nombre y se presenta como Fernando, dice que me espera aquí y asiento.
No estoy ebria, puedo caminar bien con mis tacones, pero es difícil caminar con tantas personas en el camino. Las esquivo todo lo que puedo, suelto una exclamación ante la larga fila para entrar al baño y decido buscar aire fresco fuera del bar mientras uso una toalla de papel para secar la transpiración.