Nunca te olvidaré

Capítulo 4 - Observada

— ¿Qué tienes? — preguntó Billy cuando Chad hacía sus habituales cuentas antes de cerrar el negocio.

— Nada — respondí.


Pero lo cierto es que mentía. El resto del día lo había pasado pensando en las palabras de aquella anciana, y mi mente divagaba en todas aquellas personas a las que conocía, y por más que lo pensaba, no encontraba a alguien tan especial que sintiera algo tan fuerte por mí como la mujer me lo había hecho saber.


— Estás muy rara desde hace rato — repuso mi hermano mirándome con extrañeza.

— No tengo nada, en serio — dije yo esbozando una rala y poco convincente sonrisa.

— Bien — exclamó sin creérselo.

Me volví de nuevo hacia el frente mirando a nada en particular.  A diferencia de mí, todos a mi alrededor hablaban y reían.

— ¡Listo! — exclamó Chad apagando su computadora y tallándose los ojos —. Hora de irnos.

Todos empezaron a encaminarse hacia la puerta, y luego diciendo un Buenas noches o Hasta mañana, se fueron alejando uno a uno por la acera, con rumbo a sus respectivas casas.

Y entonces, ahí fuera de la cafetería a la intemperie, experimenté una nueva sensación… el de ser observada por alguien invisible. Rápidamente sacudí la cabeza en forma de negación, aquello tenía que deberse en gran parte a lo ocurrido, no podía ser posible.

— ¿Nos vamos? — preguntó mi mamá poniendo una mano sobre mi hombro.

— ¿Eh?... sí — contesté saliendo de mi ensimismamiento.

Billy, Chad, mi mamá y yo fuimos hasta el auto, y entonces el novio de mi mamá emprendió el camino de vuelta a casa.

Durante el trayecto, solo me lo pasé mirando por la ventana hacia nada en específico, con la mirada perdida en el vidrio que se había tornado oscuro a causa de la falta de luz del exterior. A mi lado, Billy me lanzó algunas miradas de preocupación, claro que él creía que yo no me había dado cuenta, pero lo hice.

El auto se detuvo en el exterior de una casa de tonos claros que parecía brillar en la oscuridad, se abrieron las puertas y todos empezaron a salir de este sin demora.

— ¿Qué le pasará ahora? — escuché que decía mi hermano.

Al poner atención pude saber de qué hablaba. Milo ladraba desde el patio con mucha fuerza e insistencia.


— Debe habernos escuchado llegar — dijo Chad encogiéndose de hombros.

— Se ha estado comportando muy raro los últimos días. Es como si quisiera llamar nuestra atención de alguna forma — comentó Billy frunciendo el ceño.

— Seguramente se siente solo — repuso mi mamá.

Chad abría la puerta en aquel momento y todos entrabamos en el cálido interior.

Los ladridos desde ahí sonaban un poco más amortiguados por las paredes que nos rodeaban, pero seguían ahí, potentes y atronadores ¿Qué le estaría pasando? Fui hasta la puerta que conducía al jardín interior y la abrí sin pensarlo dos veces,  entonces un golden retriever de pelaje dorado entró rápidamente, ladrando y corriendo en todas direcciones.


— ¡Sam! — gritó mi mamá apartándose de un brinco del camino del can —. ¿Por qué lo has metido?

— Pensé que podría tener algo.

— Ya te lo he dicho, tal vez se siente solo…

— ¿Cómo lo sabes? ¿lees sus pensamientos? o tal vez te ha hablado y te lo ha dicho — exclamé sin poder evitarlo.

— Sam, no quiero que le hables así a tu madre — dijo Chad imponente.

Me volví hacia él y lo miré con gesto duro. Otra vez se volvía a meter en donde no lo llamaban, otra vez queriendo tomar el lugar de padre de familia, un lugar que no le pertenecía.


— He dicho solo la verdad — exclamé yo sin poder evitar ese tono frío que casi siempre empleaba para dirigirme a él.

— Es tu madre y…

— ¿Por qué te metes donde no te llaman?


El silencio se hizo a nuestro alrededor cuando dije aquello, sentía la mirada de Billy y mi madre clavada en mi nuca, pero no corregí mi postura. Lo seguí mirando fijamente.

— Tampoco tienes por qué hablarme así.

— ¿Entonces cómo? — pregunté con las cejas alzadas.


Pareció que por un momento este reclamaba mi actitud nuevamente, pero solo titubeó por un instante y después relajó el semblante al notar también la mirada de los otros dos.


— Yo me voy — me di vuelta y me encaminé hasta la escalera de madera.

— Aún tenemos pendiente una plática acerca de tu trabajo.

— ¿Piensas despedirme? — pregunté dándome vuelta repentinamente a mitad de las escaleras.

— No…— dijo él con los ojos muy abiertos.

— Entonces ya te he dicho que no volverá a pasar. Buenas noches.

Subí hasta mi habitación y cerré la puerta, aunque no eché el cerrojo, mi mamá odiaba que lo hiciera. Me recosté en la cama y me quedé contemplando el techo. Por primera vez en mi vida sentía la extraña sensación de querer ser otra persona, de tener una vida distinta, de divertirme hasta más no poder, y quizá un novio, de no querer alejarme del resto de la gente,  y saber más sobre mi vida ¿Cómo podía ser posible que yo misma me sintiera dudosa a cerca de ella?

Se escucharon unos pasos fuera de la habitación, y levanté la mirada antes de que mi mamá apareciera.

— El que no esté cerrada por completo no quiere decir que puedas pasar así como así — dije con la vista en el techo nuevamente.

— Lo siento, llamaré la próxima vez — se disculpó ella sentándose a mi lado.


Por un momento pensé que estaría molesta conmigo, pero no lo parecía así. Pasó una mano por mi cabello, acariciándolo suavemente.


— ¿Qué es lo que pasa? — preguntó con voz tierna.

— Nada.

— ¿Nada o no quieres decírmelo? — insistió.

— No pasa nada — dije yo dándole la espalda al recostarme en un costado.

— No lo creo — dijo ella dando un largo suspiro—. Te he notado triste y distante…

— Te he dicho que no tengo nada — repliqué.

— ¿Por qué insistes en alejarme de tu vida, Sam? Me preocupo mucho por ti... ¿en qué piensas?




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