Caminé lentamente cuando estuve a solo unos pasos, y al estar frente al árbol me asomé rápidamente. Pero ahí no había nadie, solo más árboles y algunas bancas detrás de este. Recorrí con la mirada el parque, estaba segura de que ahí había alguien observándome hasta hace solo unos segundos, pero no. ¡Dios! estaba volviéndome paranoica.
Eché un vistazo a mi alrededor rápidamente, como si pretendiera atrapar al acosador tratando de huir, pero al darme cuenta de que no había nadie volví a retomar mi camino y seguí mi marcha hasta el establecimiento de la familia. Entré en la cafetería aún inmersa en mis pensamientos, con ideas de lo que podía estar ocurriendo, probablemente me estaba quedando loca. Desde que aquella anciana había pisado la cafetería y me dijo esas palabras yo actuaba como una paranoica. En eso iba mi mente cuando un grito me sacó de golpe de mis pensamientos...
-¡Sam! ¿Dónde has estado?- preguntó Sherly en cuanto me vio aparecer por la puerta, la cual anunció mi llegada a causa de las campanillas que colgaban encima de ella.
-Pues yo...
-No digas nada y ve a ponerte el uniforme- dijo ella empujándome por la espalda para que me colara por la barra-. Chad acaba de llamar para preguntar si ya has llegado.
- ¿Dónde está él?- exclamé al estar del otro lado de la barra.
-De seguro viene en camino.
Al escuchar aquello fui corriendo hacia el baño y me cambié lo más rápido que me fue posible.
-Hasta que has llegado- dijo Billy que iba hacía una mesa con una charola llena a rebozar de comida. Su cabello castaño claro se veía muy despeinado y parecía algo agitado.
Yo no dije nada, solo me limité a empezar mi trabajo y concentrarme solo en eso y no pensar en lo que había pasado de camino hacia el restaurante.
Al cabo de un par de minutos, tal y como había previsto Sherly llegó Chad, quien echó una ojeada rápida al lugar, pero al verme relajó su semblante y fue hasta su oficina.
El día pasó exactamente como los anteriores, a ratos tan rápido que ni siquiera me daba cuenta, y a veces los minutos parecían querer pasar con la rapidez de una tortuga en un camino exageradamente inclinado.
Pero al fin de cuentas sabemos que todo inicio tiene que tener su fin, y así como todo, el día terminó y con él mi martirio de estar sonriendo a los clientes como me lo había pedido Chad para que la gente se sintiera más cómoda. ¿Pero que había de mi comodidad? Porque por una extraña razón la demás gente no era tan sociable conmigo como yo pretendía serlo con ellos. Siempre me miraban como si estuviera loca o fuera una especia de retrasada.
-Hola...- exclamó mi mamá asomando la cabeza después de dar un par de golpes a la puerta de mi habitación-. ¿Puedo pasar?
-Ya estás dentro- dije yo sin darle mucha importancia.
-Pero hoy sí toqué antes de hacerlo- repuso ella sonriendo levemente.
Caminó hacia la cama y se sentó en el mismo lugar que la noche anterior después de mi discusión con Chad. Me miró fijamente con una sonrisa que parecía querer contagiarme, pero al ver que no lo lograba decidió hablar.
-¿Cómo te ha ido hoy en la escuela?- preguntó.
-Bien.
Me puse en pie y fui hasta la ventana, que seguía cerrada desde ayer por la noche. Corrí la cortina y eché una ojeada a ambos lados de la calle.
-¿Cómo está Brooke? ¿tus clases?
-¿Qué es lo que pasa, mamá?- pregunté dándome la vuelta hacia ella bruscamente.
-No lo sé, dímelo tú- exclamó con los hombros encogidos.
La miré fijamente con el entrecejo fruncido. ¿Qué era lo que buscaba que le dijera? ¿que me estaba volviendo loca? ¿que desde el día anterior tenía la impresión de ser vigilada por un individuo invisible a causa de las palabras de una persona quizá peor de loca que yo?
-¿Chad sigue enojado por lo de ayer?- pregunté en un intento de alejar aquel tema de la vista.
-¿Eso es lo que te preocupa? ¿que Chad siga molesto contigo?
-No- dije con sinceridad.
-¿Entonces por qué te alejas?
-¿De quién?- pregunté exasperada.
-De todo... de todos...
El semblante de la mujer lucía preocupado, incluso tanto que me parecía algo exagerado.
-Mamá, yo...
-Escucha. Te comprendo si...- empezó ella.
-No hay nada que comprender- exclamé sin dejar que terminara.
Mi mamá lanzó un suspiro de abatimiento y miró hacia el piso, como si observara las esperanzas echas pedazos. Las esperanzas de que yo le contara lo que ella tanto quería saber de mí. Pero en realidad no tenía idea de qué era lo que buscaba de mí con exactitud, ni siquiera yo sabía a ciencia cierta a veces lo que me ocurría. Esas sensaciones de olvido por las mañanas... ¿Pero no es así la adolescencia?
-¿Por qué no te tomas mañana el día?- dijo al fin volviendo a mirarme.
-¿Y qué pasará con Chad?- parpadeé un par de veces al no creérmelo.
-Ya hablaré yo con él.
Y después de dedicarme una última sonrisa que salió un poco forzada, salió de mi habitación a paso lento, cerrando la puerta tras de ella con un débil chasquido.
Permanecí ahí, con la vista fija en la puerta que acababa de cerrarse, pensando, saboreando con anticipo el día de mañana. Sonreí. Hacía tanto tiempo que no tenía un día libre, un día en el que no tuviera que aceptar ordenes de los demás, uno en el que pudiera hacer lo que me apeteciera. Pero ¿qué hacer? ¿por dónde empezar? Bueno... tal vez si ponía a descansar mi mente de una buena vez me vendrían ideas y quién sabe, hasta podría ser la solución a esas ideas locas que me pasaban últimamente por la cabeza. Pero de lo que estaba segura era que tenía que ver a Brooke, se lo debía.
Me disponía a dormir cuando recordé que las cortinas estaban corridas, así que me levanté rápidamente y las cerré para después volver a la cama.
-¡Es genial!- exclamó mi amiga en cuanto le comuniqué la noticia-. A puesto a que no sido difícil, ¿a qué no?
Mi amiga se encontraba frente a mí en el salón de Historia cuando yo había decidido contárselo.