<<-¿Señorita, Sullivan?- exclamó la profesora.
No me había percatado de que estaba justo frente a mí. Me miraba con sus penetrantes ojos oscuros, mientras que sus brazos estaban firmemente cruzados sobre su pecho y uno de sus pies tamborileaba fuerte sobre el piso con exasperación.
Sentí hacerme pequeña frente a la multitud de alumnos que me miraban desde sus respectivos bancos; todos de seguro estaban pensando lo patética que me veía, pero eso de seguro aumentó una vez que abrí la boca.
-¿Sí?
-Creo que es más que obvio que no está prestando atención en la clase. ¿O me equivoco?- su voz aunque tranquila sonaba cargada de miles de litros de veneno.
-Lo siento, es que…
No tenía la menor idea de qué decir. El rostro me ardía a causa de la vergüenza.
-¿Podría hacerme la pregunta una vez más?- pedí con voz temblorosa.
-Olvídelo, la clase está a punto de terminar.
Miré por encima de su hombro y me di cuenta de que tenía toda la razón, faltaban escasos tres minutos para que la campana anunciara el fin de aquella clase.
La profesora me miró atentamente con gesto de desaprobación. Hubiera preferido mil veces que me dijera algo, sus ojos me taladraban y el silencio era peor que cualquier cosa que pudiera haberme dicho. Más sin embargo no abrió la boca, se limitó a alzar una ceja con arrogancia y se dio la vuelta altivamente hasta llegar a su escritorio.
-Pueden salir- exclamó apoyándose suavemente en su mesa.
Seguí a Rose y el resto de los alumnos hasta la puerta, aún sintiendo los ojos de la mujer pegados a mi nuca ¿cómo es que hacía eso?. Esperé que en cualquier momento me llamara, pero no lo hizo, así que seguí mi camino sigilosamente.
-¿Qué ha sido eso?- preguntó mi amiga una vez que estuvimos a unos diez metros alejadas del aula.
-¿Qué cosa?
-¡Te han llamado la atención!- replicó ella casi riendo.
-No es nada. Además, siempre hay una primera vez, ¿no?- dije encogiéndome de hombros.
Pero estaba segura muy en el fondo que aquello sí era una novedad, pues yo nunca, y cuando digo nunca es nunca, me he metido en problemas. No soy esa clase de chicas.
-Estabas leyendo algo- dijo de pronto ella soltando lo que sabía, o más bien lo que creía saber-. ¿Qué es?
-¿Qué cosa? - exclamé cómo si no supiera a qué se refería.
-¿Escribes poemas de amor para alguien?- preguntó al tanteo-. De seguro es para Thomas, ¿verdad?
-¡Claro que no!- repuse de inmediato.
-Entonces dime lo qué es.
Respiré hondo, por un momento pensé que aquello sería sólo un secreto entre yo y aquel cuaderno.
-Bien, verás…
Y se lo dije. Rose me escuchó siempre con atención, en su frente se dibujó una arruga, la típica que siempre le salía cada que estaba muy concentrada, pero casi al final, su rostro formó una sonrisa, como cuando vez el hermoso final de una película de amor.
Le conté todo lo que hasta aquel momento había leído, cada detalle de la lectura estaba en mi mente, como si se hubiera fotocopiado, incluso había imágenes, no sabía el por qué, pero era como si ya los conociera.
-¿Y crees que eso haya pasado en verdad?- preguntó mi amiga con curiosidad.
-Estoy casi segura de que es su diario- afirmé asintiendo con seguridad.
-¿Sabes quién vivió antes en tu casa? - preguntó rápidamente.
-No…
-Ahí debe estar la clave, es más que seguro que ella vivió antes que tú ahí. ¿Por qué no se lo preguntas a tus papás?
Claro. La idea era magnifica, no tendría el porqué sacar a relucir la existencia de aquel diario, sólo tenía que hacer la simple pregunta y ya, una simple curiosidad que todos podemos tener. No había nada de malo en eso.
Estábamos a la mesa, la comida de nuestros platos había desaparecido casi por completo y faltaba poco para que mi papá se pusiera en pie para seguir con los pendientes de su trabajo.
-Papá…- dije yo un poco vacilante.
-¿Umm?- exclamó él con el vaso en sus labios.
-¿Puedo hacerte una pregunta?
-Claro, dime- aceptó relamiéndose el jugo que había quedado un poco derramado en su boca.
Tomé una bocanada de aire un poco vacilante antes de formar la pregunta que bailaba en mi boca desde que había llegado del colegio.
-¿Sabes quién vivió aquí antes que nosotros?
-Sí, ¿por qué la pregunta? - inquirió este con total calma.
-Curiosidad- repuse al instante-. ¿Quiénes eran?
-Una familia como todas- contestó sin darle mucha importancia.
-¿Tenían hijos?
-Imagino que sí - contestó encogien un poco los hombros.
-¿Sabes sus nombres?
-Bueno, ¿a que viene tantas preguntas?- exclamó de pronto con el entrecejo fruncido.
-Sólo preguntaba, olvídalo- dije poniéndome en pie rápidamente-. Iré a mi habitación.
Salí con paso precipitado de la cocina para después seguir escaleras arriba hacía mi habitación, la misma habitación en la que Sam había dormido un día, y donde de seguro había escrito parte de su historia.
Fui hasta mi mochila y busqué por un breve momento para después sacar aquel cuaderno algo viejo y maltratado, y entonces me vino a la mente una frase que Curt le había dicho a Sam: No juzgues un libro por su portada.>>
-Debe ser genial a veces estar solo- dije yo mirando a Curt.
-Es algo que muchos desean en un principio, pero después se vuelve frustrante. El que nadie te escuche… no es bueno- repuso con una sonrisa que no escondía nada aquel tono amargo.
-Bueno, todos a veces queremos nuestro momento a solas.
El muchacho no contestó, sólo se limitó a sonreír mientras hacía un leve gesto negativo con la cabeza. Alzó la mirada y me observó fijamente con sus hermosos ojos verdes. Me perdí, no supe de pronto en dónde me encontraba, o qué estaba haciendo ahí, todo era una sola marea de brillantes luces esmeralda. Sentía su respiración tan cerca de mí, tan tibia y acogedora que me llevaban suavemente hacia él, como las olas del mar en una calurosa tarde de agosto.