Nunca te olvidaré

Capítulo 20 - Traición

- ¿Cuándo lo devolverás? - preguntaba Rose.

       Aún seguía insistiendo con dejar de nueva cuenta el anuario en la biblioteca, cuando apenas llevaba un solo día con este en mis manos. Aferré mi mochila con ambas manos en señal de protección al preciado objeto que sin duda podría ayudarme a encontrar a Sam y Curt. Aquello, junto con el diario (ahora tenía completamente claro que aquel cuaderno viejo y a punto de deshojarse era un diario personal) me iban a indicar el camino correcto a seguir para llegar junto a Sam o Curt… o quién sabía, quizá junto a los dos.

       La muchacha me miró con gesto resentido. Mantenía una mano sujeta a mi mochila, pero no tiró de ella, sólo la mantuvo ahí, quieta e indecisa. Alejé la bolsa de su mano y la escondí con mi cuerpo un poco, tras mi espalda. Ella se alisó su blusa con ambas manos y luego pasó una mano por su cabello, yo sabía perfectamente que estaba molesta, pero no era tan tonta como para enojarse conmigo abiertamente por una cosa como aquella.

       - Empiezo a creer que no lo vas a devolver - volvió a acomodarse el cabello castaño con incomodidad.

- Siempre esa manía por seguir las reglas - me burlé yo. Pero era claro que ella hablaba completamente enserio.

- Por favor - suplicó con voz baja y un tanto llorosa -. Sabes que eres mi mejor amiga y no quisiera verte en un lío… Menos el saber que podrían expulsarte por ese motivo…

- No te preocupes, no pasará eso, Rose - dije yo en forma tranquilizadora, tratando de esbozar la sonrisa más convincente que me fue posible -. Además, ¿sabes?... Nunca había sentido un impulso por saber más como lo he tenido con este cuaderno, con la historia de Sam. Es tan… ¡Es que si lo leyeras, Rose! Comprenderías el por qué quiero encontrarla…

- ¿Es tan bonito así? - preguntó la muchacha ya más tranquila.

- Es más que solo bonito. Es… es inigualable, puro… no lo sé, es algo que no puedo explicar.

Del rostro de la chica se escapó una tímida sonrisa que yo devolví al instante. Rose y yo éramos amigas desde que tenía memoria, desde Preescolar para ser exactas.

- ¿Qué tal si me lees un poco de ese libro y en el camino preguntamos si alguien conoce a Sam o a Curt? - propuso ella, sorprendiéndome en un principio.

- Vamos.

 


El aire frío circulaba rápidamente entre mis pulmones mientras nuestras pisadas resonaban contra la firme acera. La mano de Curt seguía fuertemente entrelazada con la mía, llevándome velozmente tras él. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, no sabía si por la adrenalina que inundaba cada una de mis células, o por haber corrido aquel largo tramo sin parar ni un segundo.

-¡Y…!... ¡ya!... ¡Para, Curt… Por favor! - dije con voz entrecortada, sintiendo unos dolorosos pinchazos en el costado. Me faltaba en aire.

Traté con un primer freno, hundiendo mis pies en el cemento y jalando la mano de mi novio hacia mi cuerpo para hacer     que aminorara la velocidad. Pero no fue hasta mi tercer freno que pude detenerlo por completo. Puse mi mano contra mi pecho, doblándome un poco por la cintura. ¡Dios!, en verdad mi corazón parecía loco por salir de mí. Mi pecho era un vaivén por la rápida y frenética respiración que hacía casi convulsionar mi cuerpo. Alcé un poco la mirada, Curt también se había doblado hacia el frente y me miraba fijamente, casi a la misma altura de la que me encontraba yo, me lanzó una sonrisa que tembló un tanto por las sacudidas de una risa ahogada y el querer tomar aire a bocanadas.

- ¿No… no fue genial? - exclamó con voz entrecortada.

- ¿Estás loco? - fue casi incomprensible mi expresión entre jadeos y la voz tan agitada.

La sonrisa del muchacho se desvaneció al instante.

- Fue más que eso… Lo mejor que he vivido, nunca había sentido tanta adrenalina antes - repuse sonriendo, y entonces mi sonrisa dio paso a una nueva en aquel rostro juvenil y hermoso que tenía frente a mí.

Curt lanzó una carcajada estridente que se escuchó a lo largo de la calle, casi entrando a cada uno de los lugares más oscuros y profundos de la avenida; se abalanzó sobre mí y me abrazó con fuerza, despegando mis pies del suelo, y dando rápidas vueltas conmigo entre sus fuertes brazos.

Recuerdo perfectamente aquella noche, el frío aire acariciando mi cabello y despeinándolo, el calor del cuerpo de Curt traspasar el mío con aquel abrazo, las escasas luces a mi alrededor dar vueltas como pequeñas luciérnagas amarillas, su aliento tibio sobre mi rostro, el brillo de sus ojos frente a los míos, el olor a hierva fría y humo de las chimeneas cercanas... Hay tantas cosas que recuerdo de aquello noche, pero nada que pudiera dar comparación a lo que yo sentía en realidad. Podría decir que era como una descarga recorriéndome mi cuerpo, pero no, era mucho más fuerte; quizá decir que era un inmenso calor, pero era mucho más intenso. ¿Mágico?... mágico… Quizá, pero una tan poderosa que era capaz de cambiar todo el mundo a mi alrededor; tan intensa, tan fuerte…

Nuestros labios se encontraron, juntándose en un beso. Sentía como si su boca quemara mis labios con cada rose, mientras que sus manos recorrían mi espalda con ternura, llegaban a mi cabello y sus dedos se enredaban entre un mechón, jugando con él como casi siempre hacía.

- Es tarde… - me separé de él suavemente, sintiendo su corazón latir bajo mi mano que reposaba sobre su pecho -. Tengo que ir a casa. Mi mamá debe de estar furiosa…

- Quisiera que estuvieras conmigo siempre - dijo él sin soltar sus manos de mi alrededor.

- Siempre voy a estar contigo. Pase lo que pase, ¿lo olvidas?

- No, nunca lo olvidaré - acarició mi mejilla con el dorso de su mano, con tanta delicadeza como si tocara una fina pieza de porcelana.


Pasados unos segundos más, nuestras manos se volvieron a entrelazar y emprendimos nuevamente camino, pero ahora en dirección a mi casa, disfrutando del silencio de la noche, del susurrar de las hojas con el viento, del aire frío en nuestros rostros, del calor que proferían nuestras manos al estar tomadas.




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