La miré fijamente, sabía que mi rostro estaba desencajado por el coraje que sentía, pero no lo podía evitar, hasta hace un par de horas había dicho que volvíamos a ser amigas, y yo le creí como una tonta… ¿A caso se trataba de una venganza por el error que yo había cometido con anterioridad? Apreté mis manos empuñadas tan fuerte que sentí como mis propias uñas me dañaban las palmas de las manos. Advertí unas lágrimas de furia salir de mis ojos, pero no las dejaría salir por nada del mundo, no le daría la satisfacción de verme llorar.
El ambiente a nuestro alrededor se había tornado tenso e incómodo. Notaba la mirada de mi mamá sobre una y otra consecutivamente, en silencio, quizás sin saber qué decir o como reaccionar, pero estaba segura de que no era la única que nos observaba. Era una suerte que la cafetería nunca estuviera lo bastante llena, sobre todo por momentos como aquellos.
- Lo siento… - repitió una vez más, y sin siquiera levantar la mirada pasó por mi lado y salió del lugar sin mirar atrás.
Las campanillas colocadas por encima de la puerta de entrada de la cafetería repicaron un par de veces, indicando que la muchacha había salido. Yo permanecía en mi lugar, de espaldas a la puerta, que acababa de cerrarse con un sonido sordo parecido a los que hacía mi corazón dentro de mi pecho llenos de furia, de dolor…
Una lágrima se derramó de mis ojos que no podía sostenerla más dentro de ellos, resbaló por mi mejilla, y antes de que callera al vacío resbalando por mi barbilla, la limpie con el dorso de mi mano.
- Sam…
La voz de mi mamá de pronto se escuchó, y me hizo comprender que seguía plantada en medio de la cafetería.
- Samantha…
- Ahora no, ¿quieres, mamá?... Tengo que trabajar - exclamé de manera cortante. Pasé por su lado con la cara en alto y me dirigí hasta el baño, en donde me puse mi uniforme.
Durante el resto del día no hubo nada más en mi cabeza que no fuera lo ocurrido aquella tarde al entrar a trabajar, por más que quise pensar en alguna otra cosa, que traté de sacarlo de mi mente. Eso permaneció conmigo como una película que se echaba a andar consecutivamente.
Si bien he sabido que la traición duele, no se compara con el dolor de saber que aquel que te traiciona es alguien a quien amas.
Brooke y yo habíamos sido amigas desde que tengo uso de razón. En realidad no recuerdo mi vida sin ella. Siempre estuvo para mi cuando la necesité, y yo estuve para ella cuando me necesitó. Ahora no entendía lo que había pasado, y sentía una punzada en el pecho cada vez que pensaba que nuestra amistad había llegado a su fin, pero era verdad, ya no seríamos amigas más.
- ¿Has visto a mi mamá, Sherly?
Chad ya se encontraba enfrascado en su monitor observando las ganancias de aquel día -que sinceramente dudaba que fueran grandes-, y acababa de percatarme de la ausencia de mi mamá. No recordaba haberla visto durante casi todo el día. Para ser exactos, desde mi encuentro con Brooke.
- No, querida. Dijo que tenía un par de cosas que hacer en casa y que no podían esperar - exclamó Sherly en voz baja, como si temiera poder interrumpir a Chad en su trabajo.
- No me ha dicho nada - traté de hacer memoria por si algo se me había escapado. Quizá en algún momento me lo hubiera comunicado, pero más bien eran mis ansias por mantener la mente inmersa en otras cosas.
- Al parecer fue algo de última hora- terció encogiéndose de hombros.
- Quizá…
Volví al silencio que había mantenido durante casi toda la tarde, y de nuevo el recuerdo acudió a mi mente como una molesta mosca sobre un pastel. Miré a mí alrededor con los brazos cruzados sobre mi pecho; más allá, entre las sombras que reflejaban las paredes del lugar casi en penumbras, se encontraban Billy y Allison, besándose en silencio y riendo por lo bajo; a mi lado Sherly tenía el ceño levemente fruncido y lanzaba continuas miradas hacia Henry, quizá aquellos dos habían vuelto a pelear como de costumbre. Y allí, mientras observaba a cada uno de aquellos personajes a los cuales consideraba como miembros de mi familia, quise ser uno de ellos por lo menos un momento y olvidarme de lo que ahora sentía.
- Bien, he terminado - dijo Chad en tono de triunfo empezando a apagar el ordenador y tomando las cosas que había dejado sobre el escritorio-. Vamos, Sam.
- ¿Sólo nosotros?- pregunté con desconcierto mirando a mi alrededor. Posando la mirada y Billy y Sherly - ¿Qué hay de Billy… y Sherly?
- Allison y yo iremos a ver una película - se adelantó el muchacho a contestar.
- Y yo iré a casa de Margaret, ¿la recuerdas? Ha estado un poco enferma y quisiera pasar a verla un rato - dijo a su vez Sherly.
Sabía lo que aquello significaba, podía apostar a que Chad estaba al tanto de lo ocurrido aunque no hubiera estado presente cuando sucedió. Mi mamá le confiaba absolutamente todo, y si antes no se había atrevido a abordarme con preguntas sobre mis discusiones con mi mamá, estaba casi segura de que después de nuestra charla días antes ya no sería tan fácil escapar de dichas preguntas.
Salimos a la fría noche que aquel otoño nos regalaba, lleno de brillantes estrellas iluminando el firmamento que se había teñido ya de un color azabache. El auto de Chad estaba apostado casi frente a la cafetería, por lo que no nos costó mucho llegar hasta él. Me abrió la puerta del coche, para después ir hasta la puerta del copiloto y abrir la puerta de su vieja camioneta.
Cerré los ojos con fuerza, esperando oír en cualquier momento el ruido sordo de la puerta al cerrarse, sabía que en cuanto eso pasara ya no habría escapatoria para mí. Pero no, Chad echó a andar el auto y condujo en silencio por un par de minutos.
- Y bien… - pensé por un momento que me salvaría - ¿Cómo estuvo tu día? - preguntó con toda calma.
- ¿Bien…? - respondí más como una pregunta que como una afirmación.