Nunca te olvidaré

Capítulo 24 - Una búsqueda sin fin

Han pasados los días, no sé cuantos exactamente, pero para mí había sido casi una eternidad. Los exámenes habían dado comienzo, dando término a una racha diaria de lectura. Ahora los únicos libros que sostenía durante horas eran los del colegio, pero siempre me daba mis tiempos de receso para tomar por lo menos unos cuantos minutos el cuaderno de Sam entre mis manos y releer alguna de las frases impresas en tinta negra en aquel cuaderno viejo, o tomaba el anuario para ver las imágenes de sus rostros. ¿Qué había pasado con ellos?, ¿por qué nadie los conocía?... Por que hay que mencionar que Rose y yo nunca dejamos del lado la tarea de buscarlos. Lo hacíamos siempre que teníamos un segundo libre, llevábamos el anuario a escondidas casi todo el día con nosotras, y le preguntábamos a cualquier estudiante que nos encontráramos en el corredor. Pero siempre escuchando la misma respuesta de parte de todos: No.

- Estoy a punto de tirar la toalla - exclamó Rose después de nuestro último examen, tras preguntarle a una grupo de chicas bastante risueñas sobre las personas de las fotografías del viejo anuario.

- No lo digas ni de broma - la amenacé yo apuntándola con un dedo directamente -. Tenemos que encontrarlos, Rose. No creo que estén muy lejos. Quizá... quizá no eran tan populares.

- O quizá se hayan ido de la ciudad una vez que terminaron el colegio - puntualizó ella pensativa -. ¡Ya sé!... probablemente se casaron y se fueron a vivir a una ciudad cerca de la playa, o Londres... o París. ¿No sería romántico? - preguntó con ojos soñadores.

- No lo sé...

Dudaba mucho de aquellas hipótesis realizadas por mi amiga, pues si algo tenía Sam o parecía tener en su historia, era un gran lazo de unidad con su familia, con aquella ciudad, con la cafetería de Chad. Probablemente aún seguía trabajando allí...

- ¡Lo tengo! - grité dando un salto y sintiendo que todo estaba a punto de terminar.

- ¿Qué...?

Sin darle explicación alguna a mi amiga, la tomé del brazo y me eché a correr por el pasillo con ella casi siendo arrastrada por mí, o más bien siendo arrastrada. Pero es que allí estaba la clave, ¿cómo no se me había ocurrido antes? La cafetería, la famosa cafetería de Chad. Tantas veces lo había leído en aquel cuaderno y apenas hasta ahora caía en cuenta sobre ello.

- ¡¿A dónde vamos?! - preguntó mi amiga tratando de no resbalar por la velocidad con la que corría.

- ¡A la cafetería! - grité yo con una sonrisa en los labios.

- ¡Pero aún nos queda una clase!

- Qué importa. Esto es mucho más importante para mí - respondí sin dejar de correr.

Esperaba que mi amiga me frenara o dijera que ella se quedaba a la clase, pero en lugar de eso apuró el paso. Ya no tiraba de ella para que avanzara, corríamos a la par por el pasillo con una sonrisa y el cabello hacia atrás, impulsado por la velocidad que llevábamos.

Recorrimos el pasillo en pocos minutos, y cuando menos lo esperamos salíamos ya por las puestas dobles de hierro hacia la hermosa tarde del inicial otoño, recordándome una vez las palabras de Sam describiendo todo a su alrededor en su historia. Las hojas amarillentas escasas en los árboles y esparcidas sobre el pasto y acera estaban allí; la escuela que también la había visto cada mañana llegar para una ronda de aburridas clases, pero que sorprendentemente ya no la recordaba. Incluso había ido a visitar ese lugar en el patio en el que compartió las horas de clases saltadas con Curtis. Era como visitar un sueño en persona.

- ¿Cómo vamos a encontrar la cafetería? - preguntó mi amiga.

Ya no corríamos, andamos a paso lento por las calles del vecindario, mirando a lo largo y ancho cada una de las viviendas que la conformaban. Nunca había leído en el cuaderno alguna dirección, solamente sabía que llevaba el nombre de Nichols, por el apellido de Chad y Sherly, ya que era de la familia.

- Es la cafetería Nichols - respondí frunciendo el seño.

Aún no llegábamos a la zona comercial, de hecho aún faltaba mucho para llegar, pero no podía evitar leer los letreros de los comercios dispersos que había a las horillas de las calles.

- Tengo la idea de que se encuentra en la zona comercial de Manhattan, pero no sé la dirección exacta. Nunca la pone en el cuaderno - dije sincerándome.

- ¿Por qué no sigues leyendo el cuaderno?, tal vez diga algo más adelante - propuso ella encogiéndose de hombros.

Abrí mi mochila y extraje con el mayor cuidado posible el cuaderno que llevaba conmigo. Fui hasta la hoja doblada por la esquina que había marcado para hacer referencia de en dónde me había quedado. Seguí andando con el cuaderno entre las manos, y sin temor a tropezar por llevar la vista sobre él, a lo que Rose me puso una mano sobre el hombro en un intento de guiarme.

El trato de hacerme amiga de Fred había sido una gran idea, y tal como él mismo lo había dicho, nada de lo hablado dentro de su consultorio salía de este. Había escuchado que le hablaba a mi mamá los sábados por la tarde, pero la llamada no duraban más de un simple saludo y una corta respuesta a cerca de mis citas los viernes por la tarde. Y tal parecía que la respuesta que le daba a mi mamá sobre las citas eras bastante positivas, puesto que la mujer se quedaba muy tranquila después de las cortas charlas con su antiguo mejor amigo.

- ¿Era Fred? - le pregunté uno de aquellos días cuando la vi dejar el teléfono y esbozar la misma sonrisa que siempre tenía en el rostro cuando recibía su llamada.
 

La cafetería volvía a cursar por un estado de suma soledad y tan poco clientela que era innecesario que todos fuéramos a trabajar, por lo que Chad había decidido darnos la tarde a mi mamá y a mí aquel día.

- ¿Desde cuándo lo llamas Fred? - exclamó acentuando aún más la sonrisa y mirándome con los ojos entrecerrados.

- Desde que él me lo pidió - contesté sentándome en uno de los sillones de la estancia. Ella me siguió y se sentó de frente a mí.




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