- Creo que viene siendo hora de que pongas un orden a esta habitación, Alexa.
Mi mamá se había colado en mi habitación mientras yo me encontraba haciendo una tediosa tarea para la clase de historia y comenzaba a rebuscar entre las cosas que había sobre mi mesa de noche, que a pesar de ser pequeña, albergaba tantos objetos como un verdadero armario.
- Lo haré en un momento - dije yo sin prestar atención a lo que decía.
- Puedo tirar algunas cosas por ti si quieres - propuso.
- Como quieras - respondí de mala forma al equivocarme por enésima vez en la misma hoja. Ya mi tarea parecía más un frankenstein de hoja y tinta que algo más.
- ¡Dios!, ¿desde cuando tienes este cuaderno? Será mejor que me deshaga de él de una vez…
Al escuchar aquello me di vuelta de inmediato.
- ¡Mamá!
Mi corazón dio un vuelto al no encontrarla ya dentro de la habitación. Corrí hasta la mesa de noche y rebusqué entre las cosas que aún seguían allí. El cuaderno de Sam no estaba.
- ¡Mamá! - gritaba mientras bajaba las escaleras de dos en dos con el corazón latiendo a mil por hora dentro de mi pecho -. ¡¡Mamá!!
- Aquí estoy, Alexa. ¿Por qué tanto escándalo? - preguntó con el ceño fruncido y mirándome severamente.
- Necesito el cuaderno - di un respiro de alivio al ver que aún seguía en sus manos.
- ¿Esto? - lo alzó de la pasta, que de inmediato se desprendió dejándolo caer al suelo.
- Es para un proyecto muy importante del colegio. Y ahora tengo que dar explicaciones a mi profesor de por qué está roto. Muchas gracias - exclamé de malos modos.
Lo levanté del suelo con cuidado, arrebaté la pasta que mantenía en la mano y corrí hacia mi habitación. Ya allí, olvidándome por completo de la tarea que tenía a medias sobre mi escritorio, me senté sobre mi cama con la vista fija sobre el cuaderno despastado y sucio. ¿Cuánto hacía que no lo tenía en mis manos?, ¿Uno?, ¿dos meses? Sonreí al recordar la forma tonta en la que me había comportado. Sólo era una historia, quizá esa chica había fantaseado durante su adolescencia y había escrito una historia de amor con aquel chico que tanto la traía loca. Y tras un suspiro y una última sonrisa, abrí de nuevo el cuaderno y lo hojeé hasta la página marcada.
Llamé tres veces a la puerta de aquella casa ya tan conocida para mí, no sabía por qué motivo estaba allí en realidad, lo desconocía por completo, pero no podía negar que me moría de curiosidad por averiguarlo.
Aquella tarde a la salida de la escuela, Curt me había abordado cuando ya caminaba hacia mi trabajo, a unos cuantos metros de la puerta del colegio. No había dicho mucho, simplemente me había citado en su casa cuando saliera de mi trabajo y después, me plantó un beso en la mejilla para salir corriendo tras media decena de chicos que parecían ser bastante alborotadores, vestidos con gruesos suéteres oscuros, y que aparte, para mi mal gusto, algunos llevaban cigarrillos. Lo miré llegar hasta sus amigos y alejarse poco a poco de mí, con una curiosidad acrecentándose dentro de mí. No había vuelto a su casa desde que me había refugiado en ella cuando escapé de casa, y el sólo recordar lo que había pasado en la estancia, producía que mis mejillas se encendieran a pesar de la inmensa helada que azotaba la cuidad.
Volví a llamar nuevamente a la puerta sin recibir respuesta alguna. Coloqué la mano sobre la perilla y esta cedió al momento de girarla; empujé suavemente y me asomé al interior de la vivienda.
- ¿Curt? - llamé una vez mirando alrededor.
En un primer termino, la casa parecía encontrarse completamente sola, pero no era así.
- ¡Aquí arriba! - gritó el muchacho.
No pude evitar sonreír al escuchar su voz, era inevitable no hacerlo. Entré por completo en la casa, y cerré la puerta con un suave rechinido y un clic cuando esta se hubo cerrado tras de mí. La casa estaba envuelta en una casi completa penumbra que era interrumpida por la luz del exterior que entraba por las ventanas de largas cortinas blancas e iluminaban una parte del vestíbulo, incluyendo la escalera de madera refinada.
Fui hasta esta y subí lentamente tomada del barandal de hierro y madera, escuchando con mi andar, el ruido sordo que producían mis pies al encontrarse con cada uno de los escalones. Nunca había ido a la planta alta de la casa de Curt, pero sin embargo sentía una leve familiaridad al estar allí. Pero como ya lo he mencionado antes, quizá era por que todas las casas del vecindario solían parecerse en aquel entonces.
- ¿Curt…?
- Acá - dijo el muchacho con voz queda.
Di un par de pasos tratando de averiguar de dónde exactamente provenía su voz. Y la respuesta me llegó casi al instante al ver la única puerta que se encontraba abierta, me acerqué lentamente y eché un vistazo al interior de la habitación la cuál también estaba a oscuras. Allí, al otro lado de esta, la silueta de Curt salía por una ventana y colocaba algo sobre el tejado con mucho cuidado.
- ¿Qué haces? - pregunté después de unos minutos de observarlo en silencio.
- Preparo nuestros asientos - contestó divertido.
- En muchas ocasiones no entiendo de lo que hablas. Esta es una de esas ocasiones, ¿sabes? - exclamé cruzándome de brazos mientras me recargaba sobre el marco de la puerta.
- Uno de mis amigos es fanático de todo lo relacionado con la astronomía, y me a contado sobre una lluvia de estrellas que habrá esta noche. Según él, son pocas y muy contadas. Y… quiero que la veamos juntos.
- ¡Vaya!, pues es un honor. Pero, ¿por qué no lo dijiste antes?
- Quería que fuera una sorpresa - repuso encogiéndose de hombros.
Ambos guardamos silencio, y el muchacho aprovechó el momento para sacar un par de almohadas y mantas también al tejado. Yo lo miraba en silencio, admirando el tono cobrizo que la luz del exterior le daba a su cabello oscuro y que a la vez, acentuaba su cuerpo juvenil y esbelto. Mi mano a la vez, buscaba en la pared el interruptor de la luz para darle un poco de claridad a la oscura habitación.