Nunca te olvidaré

Capítulo 26 - Revelaciones

La puerta se abrió al haber pasado solo un par de segundos en lo que yo llamara a la puerta, y por esta se asomó una chica pálida de largos cabellos rojizos. Sus ojos revelaban un extraño sentimiento de asombro y a la vez de una espera que había finalizado, era como si ella supiera que yo tarde o temprano acabaría fuera de su casa esperando a que hablásemos. Y sí, estaba allí, con una mano levantada en puño lista para volver a llamar a la puerta si era necesario.

       Nuestros ojos se encontraron y en un silencio prolongado en el que nuestras miradas dijeron más que mil palabras, palabras que revoloteaban a nuestro alrededor, palabras de disculpa y algunas de pena, pero al final todas iban por el mismo camino. De sus labios se escapó una tímida sonrisa que me indicó que las cosas no iban tan mal después de todo lo que había pasado, y claro, yo no conocía a Brooke como una chica rencorosa.

       - Pasa - dijo ella haciéndose a un lado y dejándome el camino libre para que yo entrara en su casa, una casa que no había visto desde hacía un par de meses.

      

       Entré sin mencionar palabra alguna, simplemente me limité a seguir el camino que ya bien conocía hasta el pequeña estancia de la casa, mirando atentamente como todo seguía igual allí, sorprendida momentáneamente de que pareciera que el tiempo no había pasado en absoluto, que los días desde la última vez que había estado en casa de mi amiga no hubieran pasado.

       - Me alegro de verte - exclamó Brooke haciéndome desviar la vista de la fotografía que posaba sobre el librero frente a mí. Dos chicas sonrientes vestidas con elegantes vestidos de baile. Éramos nosotras, felices antes de nuestro primer baile de primavera en el colegio-. Pero siéntate… - hizo un movimiento con la mano señalando el sillón más próximo a mí, y sentándose inmediatamente junto a mí, a una distancia prudente.

       - Hace mucho que no pasaba por aquí - repuse mirando la habitación en la que me encontraba.

       - Ya vez que todo sigue como siempre.

       - Sí… y espero que todo siga como siempre entre nosotras también - comenté lentamente, observando como su expresión cambiaba al instante cuando a curiosidad llegaba a ella.

       - Claro, claro… - exclamó atropelladamente parpadeando varias veces -. Pero… ¿podría saber qué es lo que te ha hecho cambiar de opinión?

       - Curt me comentó que has ido a hablar con él. Ha dicho que no estas en contra de lo nuestro, que lo sientes mucho por todo.

       Los ojos de mi amiga se llenaron al instante de lágrimas e inexplicablemente se echó a llorar sin control sobre su regazo, con las manos cubriéndole el rostro. Los sollozos la sacudían con fuerza, y yo estaba plantada junto a ella sin saber qué hacer o decir. No sabía si era algo que yo hubiera dicho o hecho.

       - Brooke… ¿estás bien?, ¿es algo que he dicho? - pregunté con un hilo de voz.

       - No… no… - respondió ella difícilmente entre sollozos -. Es que lo siento tanto, Sam… en verdad lo siento…

       Sin poder contenerse una vez más, la muchacha me lanzó los brazos al cuello y me abrazó con fuerza, sentía su fuerte respiración cada que sollozaba con fuerza, y sus lagrimas caer sobre mi hombro, humedeciendo poco a poco la chaqueta que llevaba.

       - ¿En verdad podrás perdonarme? - preguntó separándose de mí.

       - Claro que sí - contesté sonriéndole.

      

       La tarde comenzó a pasar entonces rápidamente después de ese momento, poniéndonos al día después de tantos días de no hablarnos, teníamos mucho que platicar. Había que contarle como andaban las cosas con Curt, y aclararle que el ir con un psicólogo no era lo peor del mundo después de todo.

       Volví a casa pasadas de las nueve de la noche, con una sonrisa en el rostro y muriendo de frío. El inverno había llegado de lleno a las calles de Manhattan y el llegar a casa después de una larga caminata por las heladas calles era tan placentero como ser recibido con una humeante taza de chocolate, en lugar de un reproche como estaba acostumbrada yo.

       - ¿En dónde has estado? - preguntó mi mamá apareciendo de quien sabe donde.

       - Fui a casa de Brooke…

       - ¿Has hablado con ella? - preguntó sorprendida.

       - Sí, hemos hablado - afirmé yo.

       - ¿Las cosas están mejor ahora? - inquirió con un dejo de temor en sus palabras. Quizá pensando que habíamos vuelto a discutir.

       - Mejor… - respondí con una leve sonrisa.

        Aunque a decir  verdad, las cosas no solo estaban mejor, la vida misma parecía haberme cambiado con aquello que Curt me había dicho. Sin ello no hubiera ido a ver a Brooke, no hubiéramos vuelto a ser amigas, y el vacío que una vez había dejado en mí, nuevamente estaba ocupado por ella.

       Las cosas iban mejor que nunca, en casa, en el trabajo, en la escuela, con Brooke, con Curt… E inexplicablemente algo había cambiado en el invierno, haciéndolo menos frío y seco. Ahora los tenues rayos del sol parecían más cálidos y las tardes en la cafetería más llevadera, sin mencionar mis inolvidables ratos al lado de ese chico en mis días de descanso y durante largas horas saltadas en el lugar más alejado del patio del colegio.


       - ¿Tienes que ir? - preguntaba Curt.

       Caminábamos juntos, o más bien el me seguía de camino a la casa de Fred Jones aquel viernes. Intentaba persuadirme de que no fuera aquel día a mi cita con el psicólogo, insistiendo en ir a dar una vuelta al parque y tomar un helado. Pero ya eran bastantes días en los que no asistía a mis citas con Jones a causa de la enfermedad de su madre, quien al parecer seguía indispuesta.

       - Ya te dije que sí - repliqué por decima vez durante nuestro camino.

       - ¿Y quién te dice que la señora Jones ya no está enferma?

       - Esperemos que se así, me cae bastante bien - repuse sin detenerme.




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