Nunca te olvidaré

Capítulo 27 - Susurros en la oscuridad

Me quedé rígida al leer las últimas tres palabras que estaban escritas en la hoja amarillenta y arrugada, no podía creerlo. La leí nuevamente con atención y sentí el corazón latirme a la altura de la garganta, y con cada latido, una lágrima apretándose en mis ojos por salir.

¿Cómo podía ser posible eso? No quería creer lo que lo que acababa de leer de aquellas páginas de tinta emborronada. Y por mi mente pasó la imagen de una chica delgaducha, de piel blanca y cabello castaño escribiendo aquello mientras gruesas lágrimas caían de sus ojos. No quería creerlo, pero sin embargo algo en lo más profundo de mi ser me indicaba que ella no mentía. Que las palabras que ahora volvía a leer por tercera ocasión decían la verdad. Podía sentir en mi corazón el dolor que una vez pudo sentir el suyo, y el nudo en la garganta, quizá mil veces más chico del que ella tuvo cuando escribió eso.

Una gota de agua salada cayó de mis ojos y fue como si marcara el momento de mi salida. Metí los pies dentro de mis zapatos y tomé mi mochila, metiendo el cuaderno mientras me echaba a correr escaleras abajo. No era muy tarde, aún podía estar abierta la biblioteca de la escuela. Tenía que asegurarme de que era verdad. Tenía que buscar de una vez por todas a Samantha ahora más que nunca y devolverle el diario. Ese cuaderno significaba más para ella que para mí y ahora lo comprendía perfectamente. Era el más grande recuerdo de la persona a quien más amo.

- ¿Alexa…? ¡Alexa! - gritó mi mamá cuando me vio cruzar el vestíbulo e ir como un rayo hacia la puerta -. ¡¿A dónde crees que vas?!

No hice caso a sus gritos y preguntas, corrí por la acera con la mochila oscilando tras de mí, golpeando mi espalda casi al ritmo de los latidos de mi corazón. Esa debía ser la tarde en la que encontraría a Samantha. Tenía que ser aquella…

- Estoy a punto de cerrar - dijo la señora Zheng al verme entrar en el silencioso lugar.

- Será rápido, señora Zheng - respondí yo sin esperar a que me dijera nada más e internándome entre los altos estantes de libros.

Fui rápidamente hasta la sección de periódicos escolares viejos que la escuela mantenía dentro de la biblioteca. Tenían que conservar algo sobre un estudiante de la escuela fallecido. Tenía que haber algo.

Pasé periódico por periódico primero con paciencias, mirando atentamente cada uno de ellos, pero conforme los ya vistos crecían en número sin encontrar nada mas que viejas publicaciones sobre antiguos presidentes estudiantiles y bailes anuales, mi desesperación fue acrecentándose dentro de mí.

- ¿Has encontrado lo que buscabas? - dijo la voz de la mujer a mis espaldas, provocándome un susto de muerte.

Al comprobar que sólo se trataba de la bibliotecaria me volví una vez más, casi temblando de desesperación, sintiendo una vez más el nudo y las lágrimas salir de mis ojos.

- Debe estar por aquí - exclamé con esfuerzo cuando tomaba un periódico más.

- ¿Quieres que te ayude a buscar…?

- ¡No! - repliqué al instante dándome vuelta bruscamente. Respiré profundamente un par de veces y volví a lo mío -. Yo voy a buscarlo, yo tengo que encontrarlo.

El silencio se produjo nuevamente, y sólo se rompía cada vez que yo ojeaba uno de los tantos periódicos que estaban en la estantería o hacía a un lado alguno al comprobar que no había nada que me pudiera servir.

- ¿Estás segura que es aquí donde encontrarás eso?

- Es que… - mi voz se rompió sin poder evitarlo y un sollozo se escapó de mi boca -, es que no sé en dónde más puedo buscarlos. Ya he… probado en todos los lugares donde se me ha ocurrido y… Tengo que encontrarla.

- ¿A quién? - preguntó la mujer con curiosidad.

- A Sam - respondí sin dejar de mirar los periódicos.

- ¿Sam?

- Samantha Norton. Es que Curt murió y tengo que… - empecé a decir rápidamente.

- ¿Sam?... ¿Curt?

La mujer me miraba con detenimiento como si tratara de comprender lo que acababa de decir. Como si fuéramos de diferentes mundos y habláramos un idioma distinto.

        Me incliné sobre la mochila y saqué el anuario que había pedido prestado de la biblioteca sin permiso. Busqué la página en dónde aparecía Curtis Mason y se la mostré a la mujer mientras apuntaba insistentemente con un dedo índice.

- Curtis Mason… - exclamó la mujer en un susurro casi audible -. ¿Cómo es que sabes de ellos?

- Me mudé a la que una vez fue la casa de Samantha… encontré su diario en el ático… ¿usted los conoce? - pregunté poniéndome en pie y dando un paso hacia la mujer.

Ella asintió levemente con la cabeza mientras una lágrima recorría su pálida y casi amarillenta mejilla. Dio un paso hacia atrás hasta que sus pies tocaron con la silla más próxima y tomó asiento. Su labio inferior tembló, tapó parte de su rostro con una de sus también temblorosas manos, dejando sólo al descubierto sus finos labios pintados de un tono rosa palo.

- Nunca voy a olvidar a aquellos dos jovencitos que una vez caminaron por los pasillos de esta escuela… Nadie se hubiera imaginado que ellos dos pudieran salir juntos, ¿sabes? Tan distintos… pero él insistió. Varias veces lo vi entrar en la biblioteca con la única intención de tratar de hablar con Samantha - la voz de la mujer se quebraba por momentos -. Yo era la bibliotecaria entonces también, y fui testigo de ese amor como muchos de los estudiantes que entonces estuvieron aquí.

Alexa simplemente miraba a la mujer y la escuchaba con atención lo que ella le decía… Era la primera persona que le hablaba directamente de Sam y Curt, y no quería perderse nada lo que tuviera qué decirle.

- Fue verdaderamente triste para todos cuando Curtis murió… no podía imaginar lo que Samantha sufrió entonces, pero fue aún más doloroso el saber que ella había olvidado aquello. Prácticamente su vida dio un giro en el momento en el que él se fue - continuó la mujer -. ¿Dijiste que encontraste su diario?

- Sí, sí… - respondí saliendo de mi ensimismamiento.




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