Nurbanu La sultana que no podía amar

Capítulo 1

Antes de comenzar con la lectura, es necesario que se tenga en cuenta que esta novela no pretende narrar los hechos tal cual a la serie de tv Muhteşem yüzyil. Más bien se trata de una historia paralela ambientada en el mismo contexto.
También tengan en cuenta que encontraran mucha ficcion, el 70% es producto de mi invención. No se lo tomen todo literal.
Pido disculpas de ante mano, no soy historiadora. Pero sí, he realizado una investigación para  comenzar a escribir esta historia.
Si eres una persona muy rigurosa con los que respecta a los acontecimientos históricos; te recomiendo que no sigas. En esta historia hay muchos datos modificados. 
Ahora si, habiendo aclarado esta cuestión, los invito a proceder con la lectura.

Espero que les guste tanto para poder acompañarme como lectoras/res durante el transcurso de la novela.

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"Oh sultana mía, eres tú la única en el harén de mi corazón"


Príncipe Bayezid


Italia, Venecia (1537)

-Duérmete, duérmete
En los brazos de mamá
Duérmete, linda niñita
Duérmete, niñita linda
Duérmete, duérmete
En los brazos de mamá

Mi madre acarició mi mejilla y me dio un sonoro beso en la frente.

-Ahora sí, esta niña debe dormirse-Me dijo

-Mamá-Dije yo- Quiero hacerte una pregunta.

Ella me miró con el ceño fruncido, pero aguardó.

-¿Algún día encontraré el amor como tú y mi padre?

Me sonrío con dulzura, era una mujer bellísima y con una sonrisa esplendida.

Se acercó a mí y me acarició suavemente.

-Claro que si cariño, el mundo fue hecho para encontrar a nuestra alma gemela. En algún lado, en algún lugar, se encuentra esa persona que dios ha destinado para ti.

-¿Y algún día me casaré como tú y mi padre?

Mi madre río.

-Claro que sí cariño, te casarás y serás muy feliz.

Yo sonreí, y mi madre volvió a besar mi frente, me deseó las buenas noches y se marchó de mi pequeña, pero acogedora  habitación.

Luego el mundo se volvió oscuro... todo lo que conocía, y quería se desvaneció y en su lugar mis mayores miedos y temores lo dominaron todo.

Estaba dormida, un sueño lleno de paz y tranquilidad hasta que unos gritos me despertaron a mitad de la noche. 

Me levanté de la cama y caminé hasta el comedor de la casa. Vi a mi madre arrodillada en el suelo, mi padre yacía a su lado, pero estaba muerto. La sangre le cubría el pecho.

Habíamos sido atacados.

Ahogué una exclamación, y retrocedí dos pasos, aterrada. Mi madre reparó en mi presencia y se acercó a mí. Su rostro se hallaba compungido por las lágrimas y el dolor.  Su ropa  se hallaba cubierta de sangre que no era suya, sino de mi padre. Al abrazarlo, una última vez, fue inevitable que manchara su vestido. 

-Olivia, debemos irnos-Su voz era temblorosa.

 Intentaba mantener la calma por mí, intentaba controlarse y ser fuerte, para no asustarme. Pero yo lo sabía, una parte de mí sabía que lo que sucedía era demasiado grave, demasiado cruel y que no haría más que empeorar. 

El miedo que sentí me había dejado muda, no hubiese podido decir nada, era como si de repente no supiera como hablar. Todo estaba bien hace unas horas, y ahora el infierno se había desatado en mi vida. Y sólo era el comienzo.

Las calles eran un caos, los cadáveres cada vez eran más y los barbaros nos atacaban sin piedad a todos los habitantes de la isla. Las mujeres corrían desesperadas con los niños en brazos, los hombres caían muertos al intentar defenderse. Se veía sangre verter por donde se mirara.

Mi madre me tomó en brazos y se mantuvo escondida detrás de unas carretas. Temía que fueramos atacadas, le rogaba a nuestros días que nos protegiese. 

No comprendía lo que sucedía realmente ¿Quiénes eran aquellos hombres? ¿Por qué nos atacaban con tanta crueldad? ¿Por qué asesinaban a nuestras familias? ¿A las mujeres, a los niños, los ancianos...? Nadie se encontraba a salvo. Era terrible ¿Pero por qué estaba pasando?

Empecé a sollozar.

-Tranquila cariño-Mi madre me apretó contra su pecho-. No dejaré que te hagan daño.

Un grupo de hombres se acercaba a nosotras. El miedo me atenazó el pecho. Mi madre ahogó un sollozo.

-Olivia, quiero que te escondas, no dejes que te vean, por nada en el mundo. Pase lo que pase, tú no salgas.

-Madre, yo no...-Sollocé.

-No, tienes que hacerlo. Debes hacerlo.

Me ordenó que me escondiera bajo la carreta. Antes de ello, me dio un beso en la frente.

-Te amo, mi niña...

Fueron las últimas palabras que me dijo. Luego se alejó y se entregó en bandeja ante el grupo de barbaros. Ellos la mataron. Ella se sacrificó por mí, para que no me hallaran. La vi morir, oí sus gritos, se grabaron en memoria, para siempre.

 

***

El corsario Jeireddín Barbarroja conquistó la isla en la cual vivía. Mató a los hombres, a una gran cantidad de mujeres, niños y ancianos. Y aquellos que permanecieron con vida fueron convertidos en esclavos: yo entre ellos.

Esa primera noche, la pase escondida bajo la carreta, llorando en silencio y con el corazón hecho trizas. Le temía a la oscuridad y a esos hombres crueles que habían matado a familia. Así que me quedé allí escondida, hecha un ovillo. Hasta que finalmente el enemigo dio conmigo.

Habían tomado la isla, y era seguro que tarde o temprano me encontrarían, con 7 años no podría esconderme por siempre.

-Una niña, aquí hay una niña-Escuché decir a uno de los hombres.

Salí de mi escondite y eché a correr, pero ellos me alcanzaron y me sujetaron. Me debatí contra ellos, hasta que uno me dio un cachetazo, y me limité a sólo llorar. Estaba perdida. Podía darme cuenta de la gravedad de mi situación. Cómo si no fuese suficiente con haber perdido a toda mi familia, ahora era una esclava.




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