Palacio de Topkapi (1544)
Narra Nurbanu
El príncipe se había marchado hace ya dos días. La tristeza que sentía dentro era inexplicable. Pero debía ocultarlo y debía mostrarme como siempre. No debía dejar que mis sentimientos crecieran, que el príncipe no esté en el palacio era una gran ventaja. A pesar de mi dolor, trataba de consolarme con la idea de que lo mejor era no estar cerca de él.
-Señorita Nurbanu- Ada se acercó a mí cuando estaba barriendo en el harén.
Dejé de barrer y miré a Ada.
-El sultán le ha enviado esto-Me dijo entregándome una pequeña bolsita bordo.
Tomé la bolsita con delicadeza. Noté que había varias de las muchachas alrededor, que habían dejado de hacer sus quehaceres para prestar atención a lo que yo hacía.
-Debe prepararse, porque quiere verla esta noche. Y quiere que use el obsequio que le ha enviado-Me dijo mirando la bolsita que aún sostenía en mis manos.
Asentí con la cabeza, y guardé la bolsita entre mis ropas. No quería ver lo que era frente a todas.
Ada me echó una última mirada y se alejó dejándome allí para que siga con lo que estaba haciendo.
Entré a mis aposentos, cerré la puerta y me senté en el lecho.
Suspiré, y saqué la bolsita que había guardado entre mis ropas. La abrí y saqué de adentro un hermoso colgante de oro y piedras preciosas. Un colgante muy bello para una simple criada. Un colgante digno de una princesa, o de una sultana. Pero no de una criada ¿Realmente era para mí?
La puerta se abrió y Gul Aga ingresó.
-Señorita Nurbanu, debe prepararse para ver al sultán- Reparó en el colgante que aún sostenía en mis manos- ¿Y ese colgante?
-Me lo ha dado el sultán. Debo usarlo esta noche-Le conté.
Gul Aga se acercó a mí.
-¿El sultán le ha dado esa joya?
Asentí.
-Así es-Dije, estaba tan sorprendida como él- ¿Cree que no es digno de mí?
-Si el sultán se lo ha dado, es porque lo es-Me sonrío Gul Aga-. Ahora vayamos a buscar algunas criadas para que te ayuden a prepararte.
Nuevamente caminaba por el pasillo que conducía a los aposentos del sultán. Las mujeres que pasaban por allí eran las más dichosas. Cada paso que se daba, era un gran paso. Yo estaba dando un gran paso, tenía que sentirme dichosa. Me hallaba caminando por el camino dorado, como se le decía al largo pasillo que conducía a los aposentos del sultán. Un camino que no era la primera vez que recorría. Iba escoltada y con las mejores ropas. Llevaba un colgante de oro y piedras preciosas que me había sido obsequiado por el mismo.
Las oportunidades sólo suceden una vez en la vida. Aun así, nada de todo eso era lo que más quería.
Los guardias que vigilaban los aposentos del sultán me permitieron pasar sin ningún problema.
Entré, allí estaba él de espaldas. Al igual que siempre. Me acerqué lentamente, y me quede parada tras él esperando que volteara a verme.
Se dio la vuelta, y yo me agaché para realizar el ritual de siempre. Besé sus ropas, y me puse de pie en cuanto él acarició mi barbilla. Esa era la señal de que ya podía ponerme de pie.
Alcé mi mirada, y lo miré a la cara. Él me miraba con una delicada sonrisa.
-Nurbanu te he echado mucho de menos-Me dijo abrazándome.
Un abrazo, el cual no esperaba. La función de la concubina no es recibir afecto. Pero él era muy afectuoso ¿Habría sido así con Fatma?
Se apartó de mí lentamente y tomó mi mano.
-Ven conmigo.
Sin soltar de mi mano me llevo hasta la alcoba, donde la vista era hermosa. Las estrellas se veían gigantes y preciosas. La luna parecía estar a nuestro alcance.
Lo miré, no comprendía su actitud conmigo. Me sorprendía su amabilidad.
Volvió su vista hacía a mí.
-Estoy muy contento de que estés aquí. Tu compañía es especial.
-¿Lo dice en serio?-Pregunté bajito, casi en un murmullo.
El sultán sonrío, y volvió acariciarme el rostro.
-Claro que si cariño, esta noche contigo a mi lado está siendo una noche diferente.
-¿Diferente? ¿Por qué? Creí que...
-¿Qué?
No me animaba a decirlo ¿Y si se enfadaba? ¿Si lo tomaba como un reproche de mi parte? ¿Si lo ofendía?
-Dime Nurbanu ¿Qué fue lo que creíste?
Suspiré, miré el suelo, volví mi vista a él y dije:
-Creí que se había olvidado de mí, que ahora la señorita Fatma sería su nueva favorita y que ya no volvería a llamarme.
Lejos de enfadarse, me sonrío con dulzura.
-Nurbanu, mi radiante mujer... ¿Crees que te he puesto tal nombre para olvidarte tan pronto? Has estado en mi cabeza todos estos días, ese brillo característico de tus ojos se ha grabado en mi memoria.
Tomó mis manos y las acarició. Seguía sorprendiéndome con cada palabra.
-Ahora tú eres y siempre serás mi favorita.
Sonreí, pero no sabía si debía creer. Era un sultán, tenía todo un harén a su disposición ¿Hasta cuándo yo sería su favorita?
Abandoné los aposentos del sultán la tarde del día siguiente. Insistió en que pasara la mitad del día junto a él, que desayunáramos juntos y almorzáramos juntos. Fue tan amable conmigo, que por momentos olvidé quien era yo y quien era él. Pero sólo por momentos...
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Editado: 16.01.2024