Nurbanu La sultana que no podía amar

Capítulo 16

Palacio de Manisa (1545) 

 

Narra Bayezid 

 

"¿Cuántas noches más deberé esperar para volver a verte? 

El tiempo se hace eterno, y necesito volver a ver tu rostro. 

Mi joven corazón enamorado ha encontrado la dueña perfecta. 

He deseado besar tus labios en mis sueños, para no extrañarte tanto 

Pero sólo es una alusión de mi mente enamorada 

Nada se compararía jamás con el dulce sabor de la realidad 

He pensado en ti, mientras miro la noche... 

Tu rostro reflejado en el cielo, la estrella más brillosa 

La mujer más hermosa, de ojos grandes y piel dorada. 

¿Puedes verme en el cielo cómo yo a ti te veo? 

Me pregunto cuando volveré a cruzar tus ojos con los míos 

Deseo perderme en ellos, y navegar a través de ti... 

Hasta llegar a tu alma y así fundirme en ella 

Brillante mujer, que me hace perder la cabeza" 

 

Termine de escribir el poema y guarde la hoja aparte. Había muchos poemas escritos, pero ese en especial quería guárdalo. Quería entregárselo a la mujer que me había inspirado a escribirlo, a escribir todos los poemas. 

Pronto volvería a verla ¿Qué sería de ella? ¿Seguiría en el palacio? Pensaba hablar con el sultán sobre la muchacha, pensaba pedirla en matrimonio. Mi madre no podría oponerse, claro que no me casaría ya mismo. Primero debía convertirme en gobernador de una provincia, y luego recién tendría permitido casarme con una mujer. 

 

Suspiré, me hallaba tan enamorado que mis miedos a estar equivocado se habían ido. No temía, porque sentía que esa mujer era la luz que le faltaba a mi camino. Tampoco temía que su amor no sea correspondido, porque había visto sus ojos. Su manera de mirarme... jamás olvidaría la manera en que me había mirado cuando me marché, o la manera en que me había mirado la primera vez que la vi, cuando nos chocamos en los pasillos, cuando ella llevaba una semana en el harem. Ojalá Allah me bendiga con un gran amor, con el amor de esa bella mujer de mirada dorada. 

 

Narra Nurbanu 

 

Salí al jardín a caminar y tomar un poco de aire. Elif, Aurora y Alina me acompañaban. Caminábamos entré el laberinto de rosas, había un sol espléndido. El tiempo era perfecto por aquella época. Nos cruzamos con Gülsa, la sirvienta de la Valide Sultán, ella me vio, hizo una reverencia y siguió su camino. 

 

-No confió en ella-Me dijo Elif. 

 

-Tampoco yo-Reconocí- Hay algo oscuro en su mirada. 

 

-Dicen que se hizo pasar por muerta para no ser ejecutada por la sultana Hatice, la Valide fue quien la ayudó. 

 

-¿Cómo es que sabes eso?-Pregunté yo. 

 

-En el harem hay muchas criadas que la conocen. Gul Aga la conoce. 

 

Recordé que Gul Aga me había dicho que debía tener cuidado con ella. 

 

-Bueno, habrá que mantenernos lejos de la señorita Gülsa entonces-Dije y seguí caminando en silencio. 

 

Esperaba con ansias el regreso del príncipe. Sólo para poder volver a verlo. Sabía que estaba mal desearlo, pero me hallaba feliz y no quería pensar en cosas feas. Quería ignorar la realidad por unos momentos. Sabía que en cuanto el príncipe estuviera en el palacio la poca paz que podría tener yo, se iría como basura al Bósforo. Ya no habría paz. Sabía eso perfectamente, pero prefería ignorar eso momentáneamente. Ya lloraría luego, cuando la situación me superase a tal punto de desear la muerte. Y pasaría, porque la llegada del príncipe me haría aún más infeliz.

 

Noté la mirada intrigante de Elif. Me detuve y el resto de mi sequito hizo lo mismo. Entorné los ojos, escrutando a Elif. 

 

-¿Qué sucede que me miras así? 

 

Ella miró atrás, a las demás criadas. 

 

-Aurora, Alina ¿Podrían dejarme unos segundos a solas con Elif?-Pedí. 

 

Las jóvenes asintieron, hicieron una reverencia y nos dejaron a solas en el hermoso jardín. 

 

-Bien, ahora dime ¿Qué quieres decirme? 

 

-Ahora eres la sultana Nurbanu, esposa del sultán y no quiero faltarte el respeto, pero siento que debo de hacerte esta pregunta. 

 

Yo la miré con los ojos entornados, pero me hallaba preparada para dar una respuesta a lo que sea que Elif preguntase. 

 

-¿Qué tienes que ver tú con el príncipe Bayezid? 

 

Parpadeé dos veces antes de responder. 

 

-Ah... El príncipe-Tomé aire, decidí que lo mejor era seguir callando- ¿A qué te refieres? 

 

Elif bajó la voz. 

 

-No soy tonta, te conozco suficientemente bien. Desde que te has enterado de la vuelta al príncipe al palacio, algo en ti cambió. Se te ve más feliz, una felicidad que claro sólo alguien que te conoce como yo podría notar. Veo brillo en tus ojos. Además no creas que me he olvidado de aquella vez cuando te conté que el príncipe se marcharía, y actuaste como si te hubiese dado la peor noticia de todos los tiempos. 

 

No supe responder, era cierto Elif me conocía muy bien. 

 

Desvié mi mirada hacía unas gardenias, quería no hablar del tema, quería hacer de cuenta de que no me importaba ser descubierta por ella, si demostraba tranquilidad podría salvarme de decir la verdad. Si me mostraba molesta y comenzaba a alterarme, Elif no tendría dudas de que había acertado. Tenía que mantenerme calmada. 

 

Me acerqué a las flores y comencé a tocarlas. No quería mirar a los ojos de Elif, porque también me delataría a mí misma. 

 

-Claro que no es así Elif. Tú misma lo has dicho , soy la esposa del sultán ¿Crees que sería capaz de traicionarlo? Jamás-Dije y al instante me sentí una hipócrita-. Mi felicidad se debe a mi consorte, el sultán del mundo. Creo que siempre has tenido razón, pero yo no podía verlo. El sultán Selim es lo mejor que me ha pasado y por fin he comprendido eso. Ya que he comprendido, me siento en paz y feliz con mi buena fortuna. 




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