Nurbanu La sultana que no podía amar

Capítulo 20

Palacio Topkapi (1545

 

Narra Nurbanu 

 

Las palabras que Fatma había mencionado aquel día en el baño, muy a mi pesar, habían sido ciertas. Esta noche ella visitaría los aposentos del príncipe. Se hallaban preparándola, buscándo la manera de resaltar su belleza para que el príncipe quedase conforme. 

 

En cuanto me enteré me metí en mis aposentos, sintiéndome terriblemente triste. Ni siquiera se en que momento había comenzado a llorar, pero me hallaba derramando lágrimas de dolor, sentada en el diván con mi vista en la ventana, viendo el atardecer caer. 

 

Elif entró dentro de los aposentos y me encontró allí llorando. Se arrimó a mí y tomó mis manos. 

 

-Oh Nurbanu, ya no llores-Dijo secándome una de mis lágrimas con su pulgar- Mi querida sultana. 

 

Miré nuestras manos entrelazadas, la mirada preocupada de mi hermana del alma, me hizo sentirme más triste y mis lágrimas comenzaron a caer nuevamente. 

 

Elif me abrazó. Luego cuando se separó de mí y yo pude calmarme un poco dije:

 

-Elif, no sé qué hare con este dolor que siento dentro de mí. Jamás he sentido algo así-Me llevé mis manos al rostro cubriéndome y comencé a llorar nuevamente-Allah me ha bendecido, pero al mismo tiempo me ha maldecido; otorgándome el paraíso pero sin poder disfrutarlo, por causa de mi desamor. 

 

-Ya no te tortures, tienes que hacerle frente Nurbanu. Eres la sultana, tú, no Fatma. Si sigues de este modo, ocultándote en tus aposentos sólo haces que Fatma y la sultana Mihrimah y todos aquellos que te odian se salgan con la suya. Debes plantarle cara a los problemas y mostrar tu mejor versión. Debes demostrar a Fatma y a la sultana Mihrimah quién eres en verdad. Debes de hacer que la sultana Hürrem vea en ti a una mujer feroz, igual que ella. 

 

Elif tenía razón, yo lo sabía. Pero enterarme de que Fatma iría a los aposentos del príncipe me había hecho retroceder veinte pasos de los avanzados. No quería que la sultana Mihrimah siguiera viéndome como si yo fuese menos que ella, tampoco quería que la madre sultana me creyera tonta e insulsa. 

 

-Ahora, relájate-Elif se puso de pie- Iré a decirle a Melissa que vaya a la cocina y le diga al cocinero que te preparé tu comida favorita y que te traiga de prostre fresas, como a ti te encanta. 

 

Yo sonreí. 

 

-Gracias-Le dije-. Eres tan buena, me siento tan feliz de tenerte conmigo Elif. 

 

-Y yo igual, tú eres para mí, la única sultana. La más bella e inteligente. 

 

Negué con la cabeza, riendo. Ojalá fuera una sultana inteligente, una sultana inteligente no se encerraría en sus aposentos a lloriquear como una niña. 

 

Narra Bayezid 

 

Cuando la puerta de mis aposentos se abrió, y la concubina entró me sentí sorprendido. Esperaba que enviasen nuevamente a la señorita Nuria, pero al parecer habían decidido mandar a otra muchacha. La joven, acortó la distancia que nos separaba y se acercó a mí, se agachó, beso mis ropas, y cuando toqué su rostro ella se puso de pie. 

 

La muchacha era delgada y vestía de rojo. Era morena y de ojos expresivos. Su rostro era ovalado y sus labios finos mostraban una sonrisa pícara. El cabello era marrón oscuro y le llegaba hasta los hombros. Sus rasgos parecían egipcios, era sin dudas, hermosa. 

 

La había visto antes, pensativo traté de recordar en que momento. Claro, ella era la chica que había bailado en aquella fiesta de bienvenida que había realizado mi madre. 

 

-¿De dónde eres?-Le pregunté yo. 

 

Ella alzó su vista hacía a mí y yo miré sus ojos oscuros detenidamente. 

 

-Soy de Persia, pero mi padre era egipcio, su alteza-me contó ella. 

 

Yo asentí, lo sabía. Una mujer descendiente de egipcios poseía una belleza singular, sobre todo en su mirada. La mirada desafiante de la muchacha llamaba mi atención. 

 

-¿Cuántos años tienes? 

 

-19 su majestad. 

 

Me acerqué a sus labios con cuidado, dándole un suave beso. Me alejé de ella, y ambos nos miramos. La chica me sonrío divertida y me atrajo de nuevo para que volviera a besarla. Pero esta vez el beso fue más salvaje. La señorita Fatma no era una niña asustada, era una experta. Una experta en sensualidad, fue ella quien me condujo hasta la cama incentivándome. Me gustó eso de la concubina, no tenía miedo, y su osadía la hacía diferente a la muchacha anterior, tan tímida y virginal. 

 

Tal vez la señorita Fatma podía ser capaz de arrancar de mi corazón el amor imposible que sentía por la sultana Nurbanu. 

 

 

Narra Nurbanu 

 

Me miré al espejo, con mi vestido morado de mangas y cinturón dorado. Luego me acerqué al cofre donde guardaba las coronas y me coloqué la corona menos llamativa. Finalmente tomé uno de los velos y golpeé la puerta con los nudillos para salir. 

Melissa, Aurora, Alina y mi querida Elif salieron a mi encuentro. 

 

-Iré a los aposentos de la Valide-Anuncié. 

 

Comencé a caminar con ellas detrás de mí, excepto Elif que siempre permanecía a la par mía. 

 

-Eso es mi sultana-Me apremió ella- Así es como debe mostrarse siempre. Contenta, segura y poderosa. 

 

Yo sonreí. 

 

-Procuraré hacerlo Elif. 

 

Cuando estaba subiendo las escaleras me crucé con la sultana Mihrimah que descendía, me detuve e hice una reverencia inclinando mi cabeza. 

 

-Sultana-Dije. 

 

Ella sólo me miro con despreció y siguió su camino. 

 

-Debería por los menos corresponder a su saludo, usted es la esposa del sultán-Dijo Elif 




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