Palacio Topkapi (1546)
Narra Nurbanu
-Te prohíbo terminantemente que vuelvas a acercarte a Nadir Pasha-Me detuve y miré a Elif a los ojos, los cuales se hallaban completamente abiertos y comenzaban a verter lágrimas mudas, desvié mi mirada hacia otro lado- No puedes seguir encontrándote con él, ni siquiera puedes estar cerca. Es necesario Elif.
La había llevado a dar una vuelta por el jardín para hablar con ella, necesitaba protegerla. No confiaba en Gülsa, tarde o temprano hablaría. Sin pruebas no tendría fundamentos y sería su palabra contra la mía. Yo defendería a Elif costara lo que costara. Pero ella debía finalizar sus encuentros clandestinos con el Pasha, no podíamos arriesgarnos a que alguien más los descubriera.
-Debemos ser precavidas-Dije comenzando a caminar nuevamente, lo hacía a paso lento y sujetando mi vientre de 6 meses de embarazo- Mantendremos a Gülsa vigilada, he hablado con las muchachas y con Gul Aga-Sonreí- Le ha dado oro a Gul Aga, digamos que he comprado su lealtad. Él podrá vigilar más de cerca a la señorita Gülsa.
Elif me miró con el ceño fruncido. Había dejado de llorar, pero aún se le notaba la voz quebrada.
-¿Has sobornado a Gul Aga?-Me preguntó sin poderlo creer.
Tampoco yo podía creer que había comprado la lealtad de un eunuco. No era propio de mí hacer algo así. Aun así era necesario, todo sea para proteger a Elif.
-Dicho así suena mal, digamos que he pagado por sus servicios-Dije.
-Nurbanu… La señorita Gülsa no es tonta, además nadie podrá vigilarla constantemente, en algún momento ella estará a solas con la Valide y quien sabe… Tal vez se lo diga.
-Lo sé, la he amenazado, le dije que si te llegaba a suceder algo a ti yo me encargaría de que pagara por ello.
-Nurbanu…-Elif abrió grandes sus ojos- ¿Serías capaz…?
No respondí, claro que no sería capaz. Sólo era una amenaza, porque realmente esperaba que Gülsa no hablara. Ojalá no lo hiciera.
La Valide se asomaba a lo lejos. Con ella estaba Gülsa. Miré a Elif y ella se puso derecha, bajo su vista al suelo e hizo una reverencia cuando la Valide estuvo ante nosotras.
-Sultana-Doble mis rodillas para reverenciarme.
Me dedicó una sonrisa entre curiosa y amigable. Pero ella siempre era así. La señorita Gülsa mantenía su cabeza agachada. No había hablado. Porque de ser así Elif ya estaría en los calabozos.
-Te ves radiante hoy-Me dijo la sultana halagándome.
-Usted también madre-Contesté con cordialidad.
-Camina conmigo-Me dijo.
Ambas comenzamos a caminar juntas, Elif y Gülsa, junto con el resto de las criadas seguían nuestros pasos.
Ingresé dentro del palacio, pasaba por el patio de las concubinas cuando vi salir de allí a la sultana Mihrimah, y a su lado Fatma. Alcé la barbilla y me detuve mirándolas a ambas con curiosidad. En cuanto me vieron se acercaron a mí.
Hice una reverencia y saludé a la sultana.
-¿Cómo está hoy sultana?-Pregunté.
Me sentía tan hipócrita fingiendo una amabilidad que no sentía en absoluto.
-Bien-Respondió.
-Me alegra mucho saberlo, sultana-Dije.
Ella sonrío con malicia, y miró a Fatma. Yo hice lo mismo y también la miré. Me temía lo peor. Fatma y la sultana Mihrimah juntas eran un peligro para mí. No me parecía casualidad que de un día para el otro estén las dos caminando por los pasillos como si fueran grandes amigas.
-Si no les importa, iré a mis aposentos- Dije yo, empezaba a sentirme incomoda.
Volví a hacer una reverencia y me marché pero no sin antes oír la voz de Fatma.
-Al igual que una rata, siempre escondida.
Sentí deseos de darme la vuelta y golpearla, pero debía contenerme. La sultana Mihrimah estaba con ella, y seguramente la apañaría si llegaba hacerle algo. Cualquier reacción que tuviera esas arpías la utilizarían en mi contra.
Después de despedir a mi maestro de música, Gul Aga ingresó en mis aposentos.
-Ha llegado una carta para usted sultana-Me informó.
Dejé el arpa a un costado y me levanté del diván.
-¿Una carta?-Pregunté arqueando una ceja.
Asintió sonriente y extendió la carta hacía a mí.
-Gracias Gul Aga, puedes retirarte-Le dije.
El eunuco hizo una reverencia y se marchó. Yo volví a sentarme en el diván. Abrí la carta con sumo cuidado. Sabía de quien era, porque sólo había una persona en el mundo que podía escribirme cartas.
“Mi sultana, mi radiante mujer, la luz de mis ojos. Extraño tu sonrisa, tu dulce voz y tu aroma a rosas. Quisiera poder estrecharte en mis brazos, besar tu vientre y verlo crecer cada día. Tú y mi hijo me dan fuerzas y me llenan de valor para luchar. Siento que puedo vencer al mundo, si tan sólo invoco tu recuerdo. Mi guía de luz, sultana que brilla por sobre las demás. No puedo rendirme, porque pienso que si me rindo o pierdo esta batalla jamás volveré a ver tu bello rostro, y tampoco conoceré a nuestro hijo. No tengo permitido rendirme, y tampoco tengo permitido perder. Tú, mi radiante mujer eres todo lo que necesito para jamás rendirme.
Espero saber de ti, sultana mía. Esperaré tu respuesta. Quiero saber cómo está todo en el palacio. Cómo estás tú y nuestro pequeño príncipe.
Selim”
Suspiré, dejé la carta a un costado y me llevé ambos manos al vientre, para acariciarlo.
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Editado: 16.01.2024