Nurbanu La sultana que no podía amar

Capítulo 39

Palacio Topkapi (1547

Narra Selim 

 

Bayezid estaba en camino. Me hallaba esperando el momento en el que entrase por la puerta. Quería oírlo contradecirme en mi propia cara. 

¿Cómo se atrevía a cuestionarme? ¿Quién creía que era? Yo ya no era el príncipe Selim, su hermano. Ahora era el sultán del mundo. Él no podía cuestionar mi palabra, ni mucho menos decir  abiertamente que mis planes eran erróneos. Él olvidaba ante quien estaba. 

 

Cuando recibí la carta del príncipe Bayezid, mi enfado hacía él fue tal que envié otra carta pidiéndole que acudiese a Topkapi de inmediato. Haría que se retractara. 

 

-Alteza, el príncipe ha llegado. 

 

Me puse firme. 

 

-Háganlo pasar. 

 

Esperé, fue una cuestión de segundos. Mi hermano ingresó con la frente en alto. Mirándome a los ojos sin ningún tipo de desenfado. 

 

Inclinó la cabeza e hizo una reverencia. 

 

-¿Cómo puedes ser capaz de cuestionarme?-Pregunté-¡Nadie puede hacerlo! ¡Ni tú, ni nadie!  ¡Estas ante el sultán!-Inspiré hondo- Que nunca se te olvide eso, Bayezid. 

 

Bayezid tomó aire, mantenía la mandíbula apretada. Intentaba controlarse, sabía que por dentro él estaba deseando gritarme como cuando éramos niños. 

 

-“Su majestad”-Noté la ironía en su voz- No fue mi intención cuestionarlo. Sé perfectamente que es ahora el sultán, no se me olvida. Como príncipe, debo buscar el beneficio y la prosperidad del imperio. Volveré a decirle que no estoy de acuerdo en atacar Viena, volveré a decirle que su estrategia nos llevara a la derrota. Y volveré,  a decirle “su majestad”, que debería comenzar a dejar de llevarse por los rumores. 

 

La ira aumentaba con cada palabra que salía de la boca de mi hermano. 

 

-¡Retractate ahora mismo Bayezid! 

 

Miró el suelo y esbozó una sonrisa. 

 

-No haré eso Selim. O tomas mi consejo o me hechas del palacio y te diriges a una derrota segura. Toma tu propia decisión, ahora. 

 

No podía creer que se atreviera a hablarme así ¿Acaso quería decir que yo no tomaba mis propias decisiones? 

 

-¿Sabes que si quisiera podría hacer rodar tu cabeza ahora mismo? 

 

-¿Harías eso a tu propio hermano? 

 

Me quedé callado. No, no lo haría porque se lo había prometido a mi madre. Le prometí que nunca derramaría sangre de mi sangre. 

 

Cerré los ojos y suspiré. 

 

-No. 

 

-Entonces escúchame… 

 

Levanté la mirada. Mi hermano estaba allí, rogándome que lo escuchara. Podía ver en sus ojos suplicantes. No quería pelear con él. Ya no quería eso. Su carta me había hecho enfadar, porque me sentí inseguro, me sentí débil. 

 

Un sultán no podía sentirse débil, esos sentimientos de debilidad no podían siquiera existir. 

 

-Sólo escúchame- Repitió suplicante- No estoy aquí para pelear, ha pasado el tiempo. Ahora tú eres el sultán y yo soy  gobernador de una provincia. Sé perfectamente que aquellos tiempos, de peleas y rivalidades han quedado atrás. Has ganado nuestra batalla Selim. Hace tiempo he asumido mi propia derrota. Quiero lo mejor para nuestro imperio, quiero que sea prospero, quiero lo mismo que tú y que nuestro difunto  padre. Que el mundo se arrodille ante nosotros, los otomanos, sobre todo ante Allah, el todopoderoso. 

 

Respiré hondo. 

 

-Te escucharé-Bajé la guardia- ¿Qué propones? 

 

 

 

Narra Nurbanu 

 

-Sultana, no puede pasar. El sultán se encuentra ocupado, está con su hermano el príncipe Bayezid. 

 

Di un respingo al oír que el príncipe Bayezid estaba en el palacio ¿Cuándo había llegado? ¿Por qué no me había enterado? ¿Qué estaría haciendo? 

Eché una última mirada al guardia, di la vuelta y me alejé de allí. 

 

Iba a ver al sultán, quería informarle sobre mi embarazo. Le había pedido a la doctora que no dijese nada. Quería ser yo misma quien le diera la noticia al sultán. Por extraño que sea, esta vez era diferente a la primera vez que me enteré que estaba embarazada. No me sentía mal, tampoco asustada. Sabía que me convenía para asegurar mi posición, más aún con una de las concubinas embarazada.  

 

Ingresé dentro de mis aposentos, allí estaba Aurora. Al verme se acercó e hizo una reverencia. 

 

-Quiero que vayas a buscar a Gul Aga. Deprisa-Ordené. 

 

Necesitaba saber qué hacía el príncipe en el palacio. Me había prometido arrancarlo de mi alma. La noche que ingresé a los aposentos del sultán rompiendo las normas del harem, algo pareció cambiar en mis sentimientos, o al menos así lo sentí. Esa noche, todo se mezcló en mi mente e incluso en mi corazón. Esa noche, fue la primera noche en la cual fui feliz junto al sultán. Realmente feliz. Su amor por mí era grande, su amor por mí hacía que perdonara mis errores y que cumpliera con mis deseos. Eso yo lo sabía. Era poderosa por que el sultán me amaba y sería más poderosa si el amor fuera correspondido con la misma intensidad por mí. 

 

Gul Aga ingresó en mis aposentos. 

 

-Mi sultana, me han dicho que deseaba verme-Dijo el eunuco. 

 

-Sí, he mandado a llamarte. Quiero saber que está haciendo el príncipe en el palacio ¿Por qué ha venido? ¿Lo sabes? 

 

-Asuntos de estado-Respondió. 

 

-¿Qué asuntos?-Pregunté. 

 

El eunuco hizo una mueca. 

 

-No sabría decirle sultana. 

 

-Te lo pasas chismorreando ¿Y no puedes responderme que asuntos traen al príncipe por aquí?-Inquirí enfadada. 




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