Nurbanu La sultana que no podía amar

Capítulo 40

Palacio de Amasya (1547

Narra Fatma 

 

-¿Entonces se irá?-Le pregunté al príncipe. 

 

Había llegado hace pocas horas. Lo habíamos recibido como era de costumbre. Luego había venido a verme a mis aposentos, en realidad, había acudido sólo a ver su hija. Pensé que quería verme a mí, pero pronto me di cuenta de que lo que en verdad lo que lo traía a mis aposentos era una despedida, partiría a una campaña y deseaba ver a su hija antes de ello.

 

Claro, no quería verme a mí. El príncipe ni siquiera me prestaba atención. Nunca lo hacía, pero desde que llegó de Topkapi aún más me ignoraba. Su cabeza siempre parecía estar en otro lugar. Me sentía tonta, porque lo había extrañado en su ausencia. 

 

-Debo ir a la guerra-Me dijo secamente, sin mirarme. 

 

Sostenía en brazos a su hija y le sonreía. 

 

-Pero acaba de llegar, Mihrumah y yo lo hemos echado de menos. 

 

-La guerra es primero, es mi deber ir. Así lo ha ordenado el sultán. 

 

Rodé los ojos. 

 

-¿Irá también a despedirse de la señorita Nuria?-Pregunté. 

 

Nuria, la mimada de Fidan, la mimada de las criadas y de todos en el palacio. Tenían adoración por ella y por el hijo que esperaba dentro. Su vientre se hallaba a punto de reventarse, estaba segura de que pronto daría a luz. Ojalá pariera una niña. Si era niño me desplazaría completamente. 

 

-Fatma-El príncipe me miró- No tengo que darte explicaciones de lo que hago. Tú sólo ocúpate de criar a tu hija. 

 

Tuve que contenerme para no chillar. 

 

Asentí. 

 

El príncipe depositó a Mihrumah en brazos de su Daye y luego se fue. Se fue sin siquiera despedirse. Quien sabe cuándo regresaría de la guerra, y él apenas si me había mirado. 

 

Palacio Topkapi 

Narra Nurbanu 

 

 

-Dicen que la sultana Nurbanu la empujó de las escaleras. 

 

-Al parecer discutían, vaya a saber sobre qué. 

 

-¡Por Allah! Que terrible final. 

 

-Me pregunto que habrá hecho Gülsa para hacer enfadar a la sultana. Todas sabemos que la sultana ni siquiera es capaz de levantar la voz. 

 

Alcé la barbilla e ingresé al harem. 

Había escuchado todo lo que hablaban las criadas, hubiese preferido jamás oír aquello pero no pude evitarlo. 

 

El harem era el sitio perfecto para los chismes. Yo misma había sido parte de ese harem, incluso  aún lo era; había oído chismes y rumores. Sabía que a las muchachas les encantaba hablar y hablar. Pero eso sí, siempre daban con la verdad ¿Cómo lo hacían? Vaya  una saberlo. Pero de que todo lo que se hablaba en el harem era cierto, no cabía dudas. 

No obstante, esta vez me tocaba desmentir todas aquellas palabras dichas. 

 

En cuanto advirtieron mi presencia se dividieron formando dos líneas.

 

Agacharon la cabeza. 

 

-¿¡De dónde han sacado eso!? ¡Quiero saber quién ha esparcido tal rumor! 

 

Las muchachas permanecían calladas. 

 

Aurora y Lena estaban conmigo.

Aurora gritó. 

 

-¡Vamos muchachas! ¡Respondan a la sultana! 

 

Miré a Aurora, esbocé una sonrisa apenas perceptible. 

 

Me acerqué a la muchacha que había dicho que yo empujé a Gülsa. 

 

-Tú-La chica comenzó a temblar, por un momento sentí deseos de tranquilizarla y decirle que no me tema. Pero debía actuar como una sultana si quería respeto- ¿De dónde has sacado que yo fui quien empujó a la señorita Gülsa? 

 

-No… Y-yo. Le juro que yo no he sido sultana. Nadie lo sabe, esas cosas pasan de boca en boca y…-La chica comenzó a llorar. 

 

Entorné los ojos. Era suficiente. 

Volví a dirigirme al grupo en general. 

 

-No quiero volver a oírlas hablar del  asunto ¿Han entendido? La muerte de la señorita Gülsa ha sido un terrible accidente. 

 

Todas asintieron. 

 

Divisé a Gul Aga, se había acercado a ver que sucedía. 

 

-¡Gul Aga!-Llamé. 

 

El eunuco de inmediato se puso a mi lado. 

 

-Quiero que castigues a todas estas señoritas con un recorte en su sueldo durante los siguientes 3 meses. La próxima vez se lo pensaran dos veces antes de esparcir falsos rumores sobre mí. 

 

Seguí mi camino hacia donde me dirigía en un principio. Los aposentos de Feriha. 

 

Feriha yacía en la cama, estaba allí durmiendo profundamente. Seguía pálida, como hace unos días y se veía más delgada, a excepción de su vientre que crecía cada día. 

 

-Ada-Miré a la mujer- ¿Se está alimentando bien? ¿Estas encargándote de ella? 

 

Asintió. 

 

-Estoy al pendiente de la muchacha en todo momento. La doctora viene a verla todos los días. Siente muchos dolores, la pobre ha perdido peso porque no puede comer nada sin devolverlo a los segundos. 

 

-Pero está embarazada-Dije. 

 

-Sí, sultana, pero los vómitos de la señorita Feriha la dejan destruida. Por las noches se queja de dolor y apenas si puede dormir. La doctora le ha dado unos medicamentos para concebir el sueño, porque llevaba toda la noche en vela. Teme despertarse y encontrarse con que ha perdido a su hijo. 

 

Apreté los labios. Sentía mucha pena por ella. Parecía tan vulnerable en aquel estado. 

 

-¿Sabe el sultán de esto?-Pregunté a Ada. 

 

-Por supuesto sultana-Ada miró hacia otro lado, como queriendo evitarme- El sultán viene a verla aquí a sus aposentos día por medio. Se encuentra preocupado. 




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