Nurbanu La sultana que no podía amar

Capítulo 41

Persia (1548

Narra Bayezid 

 

Me encontraba en la tienda en compañía de Taşlicali Bey. Esperaba la llegada del sultán, me había sido informado que estaba en camino para unirse a la guerra. 

 

Vi a Rüstem Pasha entrar dentro de la tienda, traía consigo un papiro. 

 

-Alteza, ha llegado una carta del palacio de Amasya. 

 

Entorné los ojos. Me acerqué a él y tomé el papiro. Saqué la carta de adentro, y leí lo que allí decía. 

Una buena noticia entre tantas angustias. La señorita Nuria había dado a luz, había sido un niño. No pude contener las ganas de reír de júbilo. 

 

Miré a Taşlicali y luego a Rüstem, con una gran sonrisa les dije: 

 

-Ha nacido mi hijo, ha sido un niño.

 

-Allah lo bendiga príncipe, enhorabuena-Me dijo Rüstem.

 

-Ahora tiene una razón aún más fuerte para ganar esta batalla, debe volver victorioso para conocer a su hijo. 

 

Asentí con la cabeza. Volví a sonreír y guardé la carta. 

 

Los 3 salimos fuera de la tienda. Nos pusimos en fila al ver el grupo de Jenízaros acercarse, delante de ellos venía mi hermano montando su caballo y portando la armadura que antes había pertenecido a mi padre. A su lado Sokollu Pasha iba con la frente en alto, mirando a su alrededor como si buscase algo desagradable por lo cual quejarse. 

 

-¡Atención, el sultán Selim II!

 

Cuando los caballos se detuvieron y el sultán estuvo frente a nosotros, imponiendo su presencia en la campaña, todos los presentes  bajamos nuestras miradas al suelo.

 

Selim bajó de su caballo y se dirigió a la tienda, en fila lo seguimos adentro. Era momento de discutir nuestros próximos movimientos. 

 

Palacio Topkapi 

Narra Nurbanu

 

 

-Sultana-Aurora hizo una reverencia, la miré esperando a que prosiga- La señorita Zeinep está aquí, desea hablar con usted.

 

La sorpresa fue grande ¿Qué podía querer Zeinep? ¿Qué era tan importante como para venir hasta mis aposentos? Estaba segura de que nada bueno. La rivalidad entre nosotras no era un secreto para nadie. Zeinep me detestaba y yo la detestaba a ella.  

 

-Qué extraño-Comenté- Hazla pasar. 

 

Aurora volvió a reverenciarse y salió en busca de Zeinep.

 

Me senté firme en mi diván, alcé la barbilla y esperé a que entrara Zeinep.

 

Ingresó, caminado con paso seguro. Como si fuese más que una concubina, como si fuese dueña y señora de aquel lugar.

 

Se paró ante mí, a pasos de distancia. Sonrío, fue una sonrisa cínica. 

 

-Dime Zeinep ¿A qué se debe tu presencia en mis aposentos?

 

La joven chasqueó la lengua y recorrió con la vista los aposentos. Probablemente maldiciendo mi buena suerte. Seguramente pensaba que mis aposentos deberían ser suyos, probablemente estuviese deseando tener aposentos así. Los aposentos de las favoritas no estaban nada mal, pero nunca igualaban los de una sultana. 

 

-Zeinep-Dije apurándola, me estaba cansado de tenerla allí parada observando todo como una metiche.

 

Volvió su vista hacía a mí, de nuevo esa sonrisa y ese cinismo tan insoportables.

 

-Tiene unos aposentos realmente envidiables sultana-Dijo.

 

-¿Has venido aquí a decirme eso? ¿Sólo querías ver que tan fantásticos son mis aposentos?

 

Zeinep negó, la sonrisa de su rostro desapareció. 

 

-Claro que no. Lo que me trae aquí sultana, es otro motivo. 

 

Arqueé una ceja.

 

-¿Y cuál es ese motivo?

 

Me estaba cansado, quería que hablara rápido y se fuera de una vez. Estaba invadiendo mi tranquilidad.

 

-He descubierto su secreto sultana.

 

El corazón me dejó de latir, quedé sorprendida. El terror se apoderó de mí y el corazón comenzó a latirme  con fuerza. 

 

No podía ser, yo sólo tenía un secreto. Las personas que lo sabían eran pocas, el mismo príncipe y yo. Gülsa había muerto, ella lo había descubierto, pero había muerto y no podía encontrarme amenazada. Mi secreto estaba a salvo. Tenía que estar inventado o hablando de otra cosa ¿Pero qué otra cosa? 

 

-Así es sultana, por lo que veo ya sabe de que hablo-Me dijo con malicia- Así que no lo repetiré, porque es demasiado vergonzoso incluso decirlo. Usted sabe que lo que ha hecho es terrible-Puso cara de pena-Muy terrible. 

 

Aurora estaba allí, la miré y vi que estaba desconcertada. Me moví incomoda.

 

Procuré calmarme, no debía entrar en pánico.

 

-No sé de qué hablas, señorita. Pero comienza a cuidar tus palabras, porque…

 

-Me matara-Dijo- ¿Cómo lo hizo con Gülsa?

 

Aurora interfirió.

 

-¡Señorita está ante en la esposa del sultán, cuide lo que dice!

 

Zeinep la miró con furia, volvió su vista a mí. 

 

-La esposa del sultán-Repitió escupiendo las palabras- La sultana Nurbanu, la adoración de su majestad ¿Qué pasaría si su majestad supiese que su amada sultana Nurbanu le ha sido infiel? 

 

Mis ojos se abrieron llenos de terror. Oír aquello me aterró. No, no podía ¿Cómo podía ella saberlo?

 

Aurora clavó su vista en mí.

 

-¡Señorita Zeinep retráctese ahora mismo, si no quiere acabar en el calabozo!

 

-¡Calla a tu sirvienta Nurbanu!-Gritó Zeinep.

 

Se creía tan valiente y poderosa como para gritarme.

 

Pero ella tenía un arma muy ventajosa contra mí, sabía sobre mi traición. 

 




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