Nurbanu La sultana que no podía amar

Capítulo 43

Palacio Topkapi (1548

Narra Nurbanu 

 

-¡Atención! ¡Su alteza el sultán Selim II!!

 

El corazón se me hinchó en el pecho, sonreí con verdadera felicidad y bajé la vista al tiempo que doblaba levemente las rodillas haciendo una reverencia.

 

Como de costumbre a mi lado estaba la sultana Mihrimah y al lado de ella la Valide sultana.

 

Había llegado el día. El sultán regresaba victorioso. 

 

-Madre-Tomó la mano de la sultana, la besó y la estrechó en su frente. 

 

-Alabado sea Allah Selim. Mi querido sultán, has traído la victoria a nuestro imperio una vez más.

 

-Su majestad-Mihrimah dedicó una sonrisa a su hermano- Allah ha oído todas y cada una de nuestras plegarías.

 

-Así es Mihrimah. 

 

Cerré los ojos y suspiré. Con mi vista fija en el suelo, esperé ese instante en el que estuviera frente a mí. 

 

-Nurbanu.

 

Pronunció mi nombre con tanta dulzura, con tanto anhelo; no pude evitar sentir su amor por mí. Me había extrañado tanto como yo a él, quizá más. 

 

Alcé la mirada lentamente, sus ojos se encontraron con los míos y una sonrisa se asomó en sus labios.

 

-Mi sultana, la luz de mi vida-Dijo, bajó su vista hacía mi vientre y posó su mano- He rogado a Allah que me permitiera estar presente en el nacimiento de mi hijo, se ha apiadado de mí, ha oído mis plegarías. Estás aquí, tú y el hermoso niño que yace dentro de ti. 

 

La sonrisa no me cabía en el rostro. 

 

-Alteza, Allah lo bendiga. He rezado tanto por usted, me siento tan agradecida de que finalmente haya regresado al palacio. Han sido unos meses muy difíciles.

 

Selim asintió y luego se dio la vuelta; frente a mí, formando línea, se encontraba Melissa con el príncipe Murad. Al lado de Melissa estaba Rumeysa con Fatma en brazos. 

El sultán tomó al príncipe.

 

-Mi guerrero valiente, has crecido mucho.

 

Murad sonrío y dijo:

 

-Papá, te extrañé.

 

Lo cual provocó que todos los presentes, incluido el sultán riera con emoción. Melissa volvió a tomar al príncipe y entonces la vista del sultán se posó en la pequeña Fatma. Tenía pocos días de nacida. 

 

Selim se dio la vuelta y miró a su madre con el ceño fruncido. 

 

-¿Dónde está Feriha, madre?-Preguntó.

 

La sultana  Hürrem y su hija me miraron al instante. Yo le había dicho a la sultana Hürrem que me encargaría de escribir una carta al sultán y que allí mismo le informaría sobre el nacimiento de su hija y sobre la muerte de la señorita Feriha. Nunca había recibido una respuesta de su parte, lo atribuí a que debía hallarse demasiado ocupado, lo atribuí a que la guerra no le permitía responderme por la falta de tiempo. Pero al parecer mi carta jamás había llegado al sultán.

 

Las leyes del harem son claras, cuando una concubina da a luz a un hijo del sultán, esta pasa a ser una sultana. Sí  Feriha no hubiese fallecido, tendría que estar allí, a mi lado, formando línea a la espera de su soberano. 

 

-La señorita Feriha…-La Valide sultana no sabía cómo decirlo- Ha muerto al dar a luz. 

 

Los ojos claros de Selim se abrieron de par en par, parpadeó dos veces y vi la tristeza en su mirada. Se dio la vuelta y tomó con sumo cuidado a la niña. Vi que decía algo cerca de ella, probablemente palabras de amor, era su primera hija. Sentí pena y un poco de celos. Jamás lo reconocería ante alguien, pero ver que el sultán se entristecía me daba celos. Alá me castigaría, mis sentimientos eran horribles. Me reprendía a mí misma por sentir aquello.

 

 

Selim estaba sentado en su escritorio. Yo estaba allí, en sus aposentos. Había pedido mi compañía y dichosa estuve junto a él. 

 

No me hallaba allí para intimar, estaba embarazada y no se podía. Podía ser peligroso para el bebé. Así que sólo estaba en sus aposentos, dándole fuerzas. Sabía que estaba triste lo notaba. Se veía triste, preocupado y cansado. Como si  hubiese llegado de una derrota en vez de una victoria. Sabía y comprendía, a pesar de mis celos, que su tristeza se debía a la muerte de Feriha. Pero había más sentimientos ocultos. Moría por saber que lo aquejaba, que lo preocupaba. Moría por saber que pasaba por su mente mientras miraba a la nada.

 

Desde la cama lo observaba intrigada, pero temerosa de hablar. Quería decir algo, pero no sabía qué.

 

El sultán habló por mí.

 

-Nunca me has escrito Nurbanu ¿Por qué no lo has hecho?

 

Mis sospechas eran confirmadas, mi carta jamás llegó a las manos de Selim. 

 

-Su majestad, sí que lo hice. No sé cómo no ha llegado. Escribí una carta para usted, allí le informaba sobre mi estado, sobre el nacimiento de su hija y sobre la muerte de la señorita Feriha.

 

Selim se puso de pie y se acercó a mí aún con la confusión y la preocupación presentes en las facciones de su rostro.

 

-Nunca he recibido nada Nurbanu, creí que no me extrañabas, hasta creí que podrías estar enferma. He esperado noticas tuyas durante toda la campaña, pero nunca he recibido ni una sola carta.

 

Sentía que me estaba regañando. Sentía que él no me creía.

 

Me puse de pie, tomándome el vientre.

 

-Alteza, le juro que le he enviado una carta. También yo tenía deseos de saber por usted. He esperado su respuesta, pero nunca ha llegado. Al igual que usted he pensado que estaba muy ocupado, o que estaba en problemas-Suspiré- Pero ahora veo porque jamás me respondió. Mi carta nunca ha llegado a su destino. Nunca ha llegado a mi sultán. 




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