Nurbanu La sultana que no podía amar

Capítulo 45

Palacio de Amasya (1549

Narra Bayezid 

 

 

Estoy en mi alcoba, observo el cielo por las noches 

Las estrellas reflejan el rostro de mi amada 

Tú,  amada mía, estas tan lejos de mí 

Si una vez te sentí cerca, eso es el pasado 

Mis recuerdos son la única prueba de la existencia de nuestro amor 

Te has ido, has dejado que esta batalla sea perdida 

Mientras yo pienso en tus ojos y tu piel de oro 

Tú, estas en sus brazos 

 

El tiempo pasa, pero nunca regresas 

Mis sueños ya no me ocultan la realidad 

Ellos saben, así como yo sé 

Que mi sultana ha dejado de amarme 

 

El tiempo se convierte en mi depresión 

Sumido en mi tristeza sólo puedo pensar en el olvido 

Oh amada mía, debí haber sido valiente 

Mis dotes de guerrero me han abandonado 

Debería rogar tu perdón de rodillas 

Después de todo, no puedo culparte 

 

Seguiré amándote, con esta ferviente locura 

Nadie podrá quitarme lo vivido contigo 

Sultana de mi corazón 

Dueña de mi vida, hechicera de mi alma 

Tu luz es mi única salvación 

Quisiera perderme en tus brazos 

Quisiera ser el hombre que esté contigo a cada momento 

Mi sultana de ojos oscuros 

Mi corazón te pertenece hoy y siempre 

 

Yo soy quien se inclina ante tu belleza 

Cada vez que te veo, las palabras se desvanecen 

Mi cuerpo se paraliza, tu voz es el canto de una sirena 

Puedes hipnotizarme con tu canto 

Podrías hacer de mí lo que quisieras 

Sultana de mi corazón, me sigues teniendo perdidamente enamorado 

Como la primera vez que mis ojos te encontraron. 

Como la primera vez que la locura del amor tocó a nuestra puerta 

Cometimos el pecado más grande de todos los tiempos 

No me arrepiento, mi amada sultana. 

No me arrepentiría jamás. 

 

-Alteza. 

 

Oí la voz de Taşlicali a mis espaldas, me di la vuelta lentamente. 

 

Hizo una reverencia y dijo: 

 

-El carruaje está listo para partir en cuento lo deseé. La sultana Nuria y la señorita Fatma lo están esperando con sus hijos. 

 

Asentí. 

 

-En seguida iré. 

 

Volvió a hacer una reverencia antes de marcharse de mis aposentos. 

 

Tomé aire y lentamente lo dejé ir con mis ojos cerrados. Volvería a Topkapi,  después de muchos meses pisaría el palacio del sultán. Llevaría conmigo a mis dos hijos y a sus respectivas madres, una de ellas embarazada.  Nuria me había dado la feliz noticia tres meses atrás. 

 

Me preocupaba ir a Topkapi, por una sola razón: Nurbanu. 

 

Ella nunca me abandonaba, nunca me dejaba ser libre. Siempre estaba en mi mente, clavada como una espina en mi corazón. Me estaba matando lentamente. Cada día de mi vida, ella dolía. Su recuerdo dolía. Saber que sus labios ya jamás rozarían los míos, sus manos ya no se posarían sobre las mías, sus palabras de amor ya no me pertenecerían; hacía que muriera lento, agonizando como un ser sin alma. 

 

Salí de los aposentos y me dirigí fuera del palacio para partir. Pasé por la entrada del harem, en donde todas las concubinas se reverenciaron ante mi presencia. Detrás de mí iban Nuria y Fatma con sus 4 criadas. 

 

¿Qué me llevaba a Topkapi? Mi madre, deseaba verme y deseaba finalmente poder conocer a sus nietos. Quería que pasara una temporada junto a ellos. Hubiese deseado negarme pero mi madre no me lo hubiese permitido. Así que hacía allí iba, camino a la capital. Camino a reencontrarme con la mujer que se llevaba  mis noches y mis días. 

 

Subimos a los carruajes, partíamos alrededor de 20 personas, ya que con nosotros también asistían sirvientes. 

Subí al carruaje, junto con Nuria y Fatma. Las dos muchachas se miraban con recelo. La rivalidad entre ellas había crecido, no por parte de Nuria. Nuria era una joven educada que no buscaba problemas. Pero Fatma era distinta, siempre estaba molestándola. Más aún desde que Nuria había vuelto a quedar embarazada y desde que le había nombrado mi sultana. Nuria me había dado un hijo varón, era educada y respetuosa, cuidaba de sus hijos y se comportaba de la manera correcta con todos. Nunca abusaba de sus criadas. Así que entonces decidí que su rango fuera más elevado, puesto que era la madre de mi primer hijo varón. Correspondía que se diferenciara del resto de concubinas. 

 

Sabía que debía ocuparme de Nuria y Fatma, intentaba hacerlo. No era nada bueno que se pelearan, pero tenía demasiados asuntos de estado que requerían de mí y cuando no era así me dedicaba a sufrir por el amor perdido de la sultana Nurbanu. Lo único que me consolaba y no hacía que me sintiese tan culpable por la poca atención que le daba a mis concubinas, era que lo compensaba con el amor que otorgaba a mis hijos. Tanto a Mihrumah como Abdullah, eran a mis ojos, lo más importante. No había día que no pidiera  verlos, no había día que no pasara por sus respectivos aposentos aunque sea sólo para ver sus rostros. Ellos eran lo único bueno que me había dado la vida. 

 

Palacio Topkapi 

Narra Nurbanu 

 

Siempre debemos velar por nosotros mismos y por los nuestros. En Topkapi era importante el poder. Me convencía de ello cada día un poco más. Todo lo que hacía, las decisiones que tomaba, los pactos y las promesas; eran por el bien de mis hijos. Por el bien del imperio que un día sería nuestro. Lo había grabado en mi cabeza durante las noches, como si recitase el Corán, lo repetía como plegaría. El trono sería de Murad, y yo sería la Valide del imperio otomano. El harem sería dirigido por mí. Estambul, el centro del mundo, estará bajo mi poder. Una nueva era dará comienzo y yo seré su fundadora. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.