Nurbanu La sultana que no podía amar

Capítulo 51

Palacio Topkapi (1550

Narra Nurbanu 

 

Escuché risas en el harem, me detuve en la entrada y vi allí a Dilara sentada en unos cojines del suelo, charlando y riendo con otras muchachas. 

 

Entré sin hacerme anunciar. Entonces oí a que se debía tanta risa.

 

-¿Quién es Nurbanu? El sultán ni siquiera la tiene presente cuando está conmigo. Se olvida de todo, incluso de su esposa. Escuchen lo que digo muchachas, porque yo seré la próxima sultana de este palacio-Dijo riendo.

 

Las muchachas que estaban con ella, sentadas en los cojines frente a Dilara, advirtieron mi presencia. Dilara fue quien más tardó en notar que yo estaba allí escuchando todo, puesto que estaba de espaldas.

 

Las sonrisas se desvanecieron de los rostros de las concubinas. Mi mirada se posó en ella. Dilara percibió que algo pasaba, se dio la vuelta para mirarme.

 

Su rostro palideció. 

 

-¿Así que serás la próxima sultana de este palacio?-Inquirí yo.

 

El resto de las mujeres se pusieron de pie y agacharon la cabeza. Dilara fue quien más tardó en reaccionar. 

Se puso de pie e hizo una reverencia. 

Me acerqué a ella para tenerla más cerca.

 

-Repite lo que has dicho en mi propia cara, si eres tan valiente-Le dije.

 

Noté un deje de temor en la joven.

 

-No tire flores antes de tiempo señorita, en este palacio las cosas nunca salen como una lo quiere. Se necesita valor para ser una sultana, sé necesita más que unos simples pasos de baile. 

 

Miré a las otras muchachas con recelo.  Volví mi vista a Dilara y le dije:

 

-Mientras yo esté aquí, nunca pasarás de ser una simple concubina.

 

Dicho esto, di la vuelta y me dispuse a marcharme.

 

Cuando estaba saliendo, la señorita Ada se cruzó en frente. 

 

-Sultana.

 

Hizo una reverencia hacía a mí.

 

Le dediqué una sonrisa. Iba a seguir mi rumbo y largarme de allí, pero reparé en la pequeña bolsita bordo con un hermoso dobladillo en dorado que yacía en las manos de Ada.

 

Me quedé allí inmóvil, viendo a Ada entrar al harem, al centro del harem.

 

-Señorita Dilara-Dijo Ada llamando a la nueva favorita del sultán.

 

Vi que Dilara se acercó a Ada, vi sus labios moverse cuando comenzaron a hablar. Pero no podía oír que decía. Entonces Ada le entregó la pequeña bolsita de tela bordo. Los ojos de Dilara brillaron y la sonrisa le cubrió el rostro. Casi pegó un grito de pura felicidad. La vi abrir la bolsita y sacar de allí dentro un hermoso colgante, un colgante digno de una sultana. 

Los ojos se me llenaron de lágrimas y el recuerdo acudió a mi mente, haciendo que el alma se me cayera a los pies. 

 

“-El sultán le ha enviado esto-Me dijo entregándome una pequeña bolsita bordo. 

Tomé la bolsita con delicadeza. 

-Debe prepararse, porque quiere verla esta noche. Y quiere que use el obsequio que le ha enviado. 

 

(..) 

 

  Entré a mis aposentos, cerré la puerta y me senté en el lecho. 

Suspiré, y saqué la bolsita que había guardado entre mis ropas. La abrí y saqué de adentro un hermoso colgante de oro y piedras preciosas. Un colgante muy bello para una simple criada.  Un colgante digno de una princesa, o de una sultana. Pero no de una criada ¿Realmente era para mí?” 

 

Dilara presumía su collar, yo la observaba sin poder quitar mi vista de aquel colgante que se balanceaba de aquí allá. 

 

Le dio un collar, le dio una joya digna de una sultana o de una princesa. El corazón me dolía ¿Por qué me hacía esto? 

 

Miré a Melek, ella me puso su mano en mi hombro.

 

-Vayámonos de aquí, sultana. No tiene que seguir martirizándose de esta manera, pronto esa mujer quedará en el olvido y sólo será un mal recuerdo para usted.

 

No respondí, porque tenía un nudo en mi garganta. Si decía algo, lloraría. No quería llorar allí frente a todos.

 

*** 

 

Ender ingresó a mis aposentos, se paró en frente de mí. Yo lo esperaba ansiosa de brazos cruzados, caminando de una punta a la otra de la rabia y de los celos que sentía. 

 

Necesitaba saber si el sultán volvería a pasar la noche con Dilara, no había semana que no pasara con ella aunque sea un día, ya comenzaba a enfermarme. Quería saber si aquel colgante tan valioso, escondía una invitación y un pedido de su majestad para volver a tener a la señorita Dilara en sus aposentos.

 

-Sultana-Ender hizo una reverencia y dijo-He averiguado todo lo que me ha pedido.

 

-Muy bien, escucho.

 

-El colgante ha sido un regalo de su majestad, efectivamente. Ahora mismo la señorita Dilara está en los aposentos privados. 

 

La rabia me consumía, lancé una maldición entre dientes.

 

-Esto tiene que acabar de una vez. Ya no puedo soportarlo-Dije.

 

Hice a un lado a Ender y me dirigí a la puerta.

 

El eunuco preocupado fue detrás de mí. Golpeé dos veces para que las odaliscas abrieran. En cuanto lo hicieron me encaminé hacía los aposentos de la Valide. Ella estaba detrás de todo esto, ella era la que quería molestarme y fastidiarme la vida.

 

Ender me siguió.

 

-Vete-Le dije en cuanto llegamos a los aposentos -Ya no te preciso.

 

-Sultana Nurbanu, por favor no haga algo incoherente. Recuerde que la sultana Hürrem…

 

-¡Vete!-Le grité.

 

Ender agachó la cabeza y se marchó sin esperar  a que volviera a alzar mi voz.

 

Dirigiéndome a las odaliscas que escoltaban los aposentos dije:




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