Nurbanu La sultana que no podía amar

Capítulo 55

Palacio Topkapi (1554

Narra Nurbanu 

 

Mis ojos observaban como las mellizas corrían de un lado a otro por el jardín. Jugaban a algo, que sólo ellas podían comprender. 

 

A mi lado, sentada bajo el toldo que había mandado a preparar estaba Şah. La pequeña comía fresas, que habían sido traídas especialmente para ella. Şah adoraba las fresas, me recordaba tanto a mí de pequeña. Sus ojos eran marrones y su cabello era oscuro como el mío, de las tres niñas, ella era la que más se parecía a mí. Las mellizas; ambas tenían el cabello de un castaño claro, casi rozando el rubio, sus ojos por el contrario a los de  Şah eran verdes. No como los de Selim, sino más bien como los de su abuela, la sultana Hürrem.

 

-¿Cuándo regresará papá?

 

La dulce vocecita de mi hija, me hizo entrar al presente de manera abrupta.

 

Selim, no había vuelto de la guerra, el tiempo pasaba; los días, las noches… y  él aún no regresaba. Era la campaña más larga. El imperio lo necesitaba, su ausencia se sentía. Últimamente muchos problemas se habían presentado. Se decía que se estaba levantado un ejército en contra del sultán. La sultana Hürrem había encargado al segundo visir que investigara al respecto. Pero no había dado con la cabeza que manejaba y comandaba a los rebeldes. 

 

-No lo sé-Respondí- Pero será pronto, estoy segura de eso.

 

Acaricié el cabello de Şah y le dediqué una sonrisa.

 

Ella aun así parecía no estar conforme.

 

-Quiero que regrese ¿Por qué no puede hacerlo ahora?

 

Acerqué a Şah a mí y la rodeé con mis brazos.

 

-También yo lo deseo, mi niña.

 

A lo lejos vimos que se acercaba al toldo Murad, con él venía la sultana Fatma. Los acompañaba Rumeysa y Ferhat Ağa.

 

Murad y Fatma se acercaron al toldo y ambos me dieron un abrazo.

 

Rumeysa después de reverenciarse se posicionó a mi lado, quedándose de pie.

 

Ferhat hizo una reverencia.

 

-Sultana Nurbanu.

 

-Ferhat Ağa. Es un honor conocer finalmente al hombre  encargado de instruir a mi hijo, me han dicho que usted es uno de los soldados más eficaces. 

 

El hombre esbozó una sonrisa.

 

-Me honra sultana- Inclinó la cabeza- El príncipe ha demostrado tener mucha habilidad con la espada.

 

Murad sonrió orgulloso. 

 

La pequeña sultana Fatma habló:

 

-Pero él no sabe usar el arco y la flecha. No tiene puntería.

 

No pude evitar reír con diversión. Fatma se había cruzado de brazos y miraba a Murad sobradoramente.

 

-Eso no es cierto-Negó él.

 

-Claro que sí, yo lo he visto-Le rebatió Fatma-Deja de mentir.

 

-Niños, por favor. No peleen-Volví mi vista a Murad- No es malo tener errores cariño.

 

-Ella está mintiendo-Volvió a repetir.

 

Los conocía bien, a ambos. Fatma no era mentirosa, era una pequeña buena que sentía que estaba a la sombra de Murad. Ella admiraba al príncipe, siempre intentaba imitarlo y ser como él. Una vez me dijo que prefería las armas, a la poesía y la música.

 

Murad era un buen niño, pero tenía muchos caprichos. Él sabía bien cuál era su destino. Él sabía que un día el imperio estaría en su poder. 

 

-Ferhat, puedes retirarte.

 

El hombre hizo una reverencia y se alejó.

 

Me volví hacía los niños.

 

Fatma y Şah reían. Murad las miraba ofendido.

 

-¿Qué es lo que está pasando aquí?-Pregunté frunciendo el ceño.

 

-Ustedes sólo son niñas tontas-Les espetó Murad  a Fatma y Şah , cruzándose de brazos y alejándose de ellas para sentarse en el cojín más alejado del diván.

 

-¡Murad!-Lo reprendí.

 

El volteó a verme.

 

-No puedes hablarle así a tus hermanas. Debes disculparte ahora mismo. 

 

-Ellas no pueden reírse de mí, soy un príncipe-Replicó.

 

-¡Y nosotras somos sultanas!-Le gritó Fatma.

 

La pelea había comenzado.

 

-¡Fatma!-La miré fijo, la niña agachó la mirada temerosa-Murad, discúlpate ahora mismo.

 

Seguía de brazos cruzados con la vista fija al frente. 

 

-¡Murad! ¿¡No estas oyendo!?

 

Odiaba levantar mi voz para regañarlos. Pero el respeto debía inculcarse o sino nunca me respetaría, ni a mí ni a nadie.

 

Se volteó lentamente y me miró con cara de pena. Luego miró a sus hermanas.

 

-Lo lamento. No volveré a llamarlas así.

 

Le hice una seña a Rumeysa para que llevase a las niñas a jugar. Ella comprendió, y pronto llevó a Fatma y a Şah junto a las mellizas. 

 

Suspiré. Habían crecido demasiado. No sé en qué momento el tiempo pasó tanto.  Aún recordaba con suma claridad cuando di a luz a Murad. Y ahora estaba allí regañándolo por insultar a sus hermanas. 

 

-Mi príncipe valiente-Dije con dulzura- Acércate a mí.

 

Aun con enojo, se situó a mi lado.

 

-Mi héroe-Acaricié su cabello rojizo- Te espera un gran futuro, sé que lo sabes. Eres un príncipe, eres el hijo del sultán. Tu comportamiento debe ser acorde a quien eres.

 

Murad me miró y vi arrepentimiento en sus ojos.

 

-No puedes ser caprichoso, tampoco arrogante. Has sido muy arrogante con tus hermanas. Tu deber es cuidar de ellas Murad y será siempre así. Fatma, Esmehan, Gevherhan y Şah son tu familia, las sultanas de este palacio. Siempre debes proteger a tus hermanas. 

 

Asintió.

 

-Lo siento madre. No volveré a tratarlas mal. Cuidaré de ellas. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.