Nurbanu La sultana que no podía amar

Capítulo 56

Erzurum (1554)

Narra Bayezid

 

Después del enfrentamiento con Selim, él huyó y yo me quedé allí debatiéndome con mi ejército en contra de los suyos. 

 

Hubo muchas muertes en esa mañana. 

 

Logré sobrevivir, y junto a los soldados que no habían padecido montamos un campamento.

 

Me hallaba sentado frente al fogón, con la vista fija en las llamas. Los acontecimientos de la mañana acudían a mi memoria. Se había acabado la hermandad entre Selim y yo. Se había acabado la tregua. Ya no habría paz. 

Su cobardía sería lo que me daría valentía a mí para ir por el trono. Así es,  iría por el trono. 

 

Sería paciente, aguardaría el momento justo.

 

-Alteza-Taşlicali se sentó a mi lado- ¿Cómo se encuentra?

 

-¿Cómo crees que estoy Taşlicali? Hoy he perdido otro hermano. 

 

Taşlicali volvió su vista al frente.

 

-Ha comenzado una guerra peligrosa alteza. Se perderán muchas vidas si usted empieza una guerra por el mandato.

 

-No te obligaré a que estés a mi lado-Dije- Puedes irte si lo deseas. 

 

Taşlicali negó.

 

-No me iré alteza, salvo que usted me lo ordene. Lucharé a su lado, contra quien sea. Incluso contra el sultán.

 

-Gracias-Dije con sinceridad- Contar con tu lealtad en estos momentos es muy importante para mí… has dicho que no te irías, a no ser que te lo ordene.

 

Guardé silencio unos segundos.

 

-Pues te ordenaré que regreses a Amasya. Necesito alguien de mi confianza que proteja a mis hijos. Yo no regresaré por un tiempo.

 

-¿Y usted su majestad? ¿Qué hará?

 

-Estaré bien. Volveré a Amasya cuando lo considere conveniente. Cuando acabe la guerra tal vez… 

 

Tenía miedo de que alguien enviara a hacer daño Abdullah, las palabras de Selim diciéndome que si Murad asumía al trono, mi hijo sería ejecutado resonaban en mi cabeza. Temía por ellos, más que por mi propia vida. 

 

Palacio de Amasya (1555)

 

-¡Atención! ¡Su alteza el príncipe Bayezid!

 

Las puertas de la sala se abrieron de par en par. En cuanto ingresé Mihrumah, corrió hasta  a mí. 

 

-¡Mihrumah!-La reprendió Fatma, puesto que estaba rompiendo con el protocolo.

 

-¡Papá!- Con los ojos llenos de lágrimas, se situó frente a mí y me dio un abrazo acortando las distancias. 

 

La abracé con fuerza, y la alcé en brazos. Mi amada hija, la cual llevaba meses sin ver.

 

-Cómo has crecido, estas preciosa-Dije orgulloso.

 

-Gracias a Allah has vuelto-Su vocecita afligida me conmovió.

 

Me acerqué a Fatma, ella hizo una reverencia. A su lado, estaba su criada cargando a Ayşe. 

 

-Ayşe- Tomé a la pequeña, también ella había crecido mucho- Allah bendiga a ambas. 

 

Miré a Mihrumah y ella me dio un abrazo nuevamente. 

 

-¿Has cuidado de tu hermana?-Le pregunté. 

 

-Mucho mejor que su Daye-Respondió sonriendo.

 

-Mi hermosa sultana, estoy seguro que ha sido así.

 

-Puedes preguntarle a la señorita Fidan-Dijo con una sonrisa cargada de presunción.

 

Me reí.

 

Volví a dejar a Ayşe en brazos de Nurhan, en ese momento las puertas de la sala volvieron a abrirse, me volteé para ver quién era. 

 

Al ver a mi guerrero entrar mi sonrisa se amplificó. 

 

-¡Padre!-Exclamó Abdullah.

 

Se acercó a mí y al igual que Mihrumah me abrazó con fuerza.

 

-Sabía que vendrías, sabía que llegaría el día en el que regresarías con nosotros.

 

Le hice una seña a Mihrumah y ella se arrimó.

 

-Mis dos pilares. Los amo con mi vida, ustedes son mis fuerzas.

 

Narra Nurbanu 

 

Había tanto anhelo en mi ser, que sentía mi cuerpo temblar de la ilusión. Sentía nervios, ansias. Si Selim no entraba pronto, acabaría por volverme loca. No podía soportar más  el deseo de que me estrechara en sus brazos ¿Cuánto tiempo había pasado? Mucho. Había sido la campaña más extensa. Lo había extrañado como nunca, el tiempo no pasaba más. Las horas no corrían, la vida sin Selim… no era vida. 

 

-¿Falta mucho para que llegue papá?-Me preguntó Şah que estaba conmigo en la sala. 

 

-No, él está aquí-Dije con felicidad- Está caminando por los pasillos del palacio, en menos de lo que creemos las puertas se abrirán y tu padre entrará.

 

Şah sonrió y volvió a colocarse en la línea, al lado de Fatma.

 

La Valide sultana estaba allí. Con esfuerzos había logrado levantarse de su cama. La enfermedad que tenía era desconocida, y era muy grave. Cada día la sultana Hürrem se veía más deteriorada. 

 

Aun así ella seguía viéndose poderosa. A pesar de su condición ella seguía imponiendo su voluntad. 

 

Yo tenía prohibido acercarme a ella, no permitía que ni siquiera le dirigiera la palabra. 

 

La puerta del salón principal se abrió, di un brinco de la emoción y las palpitaciones del corazón se me aceleraron.

 

-¡Atención! ¡El sultán Selim II!

 

Cerré los ojos y conté hasta tres, luego cuando los abrí Selim ingresaba a la sala.

 

Su rostro, hace tiempo no veía ese rostro y el hecho de volver a tener el placer de apreciarlo me hizo admirar la belleza de sus facciones como nunca antes lo había hecho. 

Los ojos claros, la piel blanca, el cabello rojo, sus labios finos y ese porte tan característico de él. Sus rasgos, eran similares a los de los rusos, similares a los de su madre.




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