Mina Johnson es una chica que vive en Dublín, Irlanda. Tenía 13 años, el pelo rubio natural, largo hasta la cadera y ojos verdes.
No tenía amigos, pero a la que consideraba una era su prima Ángela de doce años, de cabello corto a nivel de los hombros de castaño claro, sus ojos eran verdes, y delgada. Vivían con su perro Collin, de raza husky siberiano, negro con blanco y ojos azules, y con sus abuelos, pero estos se habían ido de viaje a Brasil dejándolas solas. También Mina tenía un hermano mayor, llamado Liam, pero supo que un día desapareció de la casa de sus padres, antes de que la mandaran con sus abuelos. Mina no sabía porque había desaparecido… ni siquiera sabía dónde podía estar.
El seis de diciembre, Mina cumplía trece años y esta hizo una pequeña fiesta en la mañana solo con Ángela y Collin.
En la noche decidieron pintar una de las habitaciones de huéspedes. Antes que tocaran la pared con la brocha, Mina lo tocó con su mano derecha. De repente la pared se pintó por si sola de color negro. Las dos chicas se asustaron.
–¿Qué pasó? –preguntó Ángela asustada.
–¡No lo sé! –dijo Mina mientras se miraba la mano con la cual tocó la pared–. Han sucedido cosas raras hace ya varios meses… Esto es muy raro.
Después de varios minutos de preguntarse qué era lo que pasaba, se tranquilizaron y no le tomaron importancia, pero aun así les quedaba la intriga por saberlo. Tomaron las brochas y pintaron la pared negra de lila.
Ángela se fijó en el reloj de su muñeca luego de terminar de pintar la habitación y vio que ya era tarde.
–Debemos tratar de dormir porque mañana tenemos muchas cosas que hacer –dijo Ángela recogiendo las brochas y tarros de pintura del suelo.
Las chicas se pusieron sus pijamas; Ángela se acostó en su cama y Mina en la suya; ambas compartían una habitación.
A la mañana siguiente se despertaron muy temprano.
Las dos chicas estaban sentadas en el comedor, en un sofá, conversando. De repente, un rayo de luz azul las iluminó. Estas se asustaron y se pararon rápidamente. Collin ladró muy fuerte. Una voz les habló a las dos chicas.
–Señoritas Mina Johnson y Ángela Davison; el colegio Mardenton, las invita cordialmente a este lugar para que aprendan más de la magia y de sus poderes. El baúl de cada una, que les entregaré dentro de un rato, contiene unas cuantas cosas necesarias para sus cursos en este tiempo escolar.
–¿Quién es usted? –preguntó Ángela un poco asustada mirando rápidamente a todos lados del comedor.
–Soy el encargado de hacerles llegar el mensaje del Director Dublee para el ingreso de los alumnos al colegio –dijo la voz.
–¿¡Qué!? Espera… ¿acaso nosotras somos hechiceras? –preguntó Mina dudosa.
–Así es…
–¡No puede ser! –siguió expresando Mina abriendo bien los ojos. ¿Era una broma?
De las luces azules que iluminaban a las chicas, bajaban flotando dos baúles plateados.
Mina abrió su baúl. En el encontró una invitación con el logotipo del colegio: un dragón dorado. Debajo de esta figura decía el nombre de Mina en letras plateadas.
Ángela también estaba viendo lo que contenía su baúl. Mina encontró también en el baúl, una túnica de terciopelo de color negro y un libro la cual se titulaba “Libro de Hechizos Mardenton”. Lo que no encontró fue un sombreo puntiagudo como los que utilizan las brujas o una varita.
–No se utilizan sombreros de bruja ni varitas, no es necesario –dijo la voz, sabiendo que Mina le iba a preguntar por ellos-. Solo son necesarias sus manos.
Las luces azules desaparecieron dejando a las dos chicas ojeando sus baúles llenos de objetos mágicos.
Mina se interesó más en ir a ese lugar que quedarse en casa de sus abuelos todo el tiempo aburrida o haciendo cosas que no le gustaban. Aparte, Mina había perdido a sus padres en un accidente de avión hace siete años. Sólo tenía a Ángela, Collin y a su desaparecido hermano, Liam, el cual creyó que debería estar con vida. Había madurado, aprendió a ser independiente y audaz en su vida. No se sentía sola, pero si sentía un deseo de viajar sin rumbo por el mundo y buscar su vida, buscar su vocación, sus propias aventuras. Quería dejar de ser la Mina de siempre, y cambiar de rutina, vivir cosas nuevas… Por eso su decisión de ir al colegio y aprender de la magia había crecido desde que se aparecieron las luces azules y la voz del hombre.