Nyx y las Alas de la Fe

Capítulo 2

Capítulo 2

 

Había pasado todo diciembre, enero, febrero y ya el calendario marcaba quince de marzo.

            Ese día se habían levantado a las once de la mañana. Mientras desayunaban un poco, las dos chicas recordaban momentos y reían mucho. Cada minuto que pasaba se decían que ya querían viajar a ese lugar y creían que iba a ser una gran aventura y uno de sus únicos y mejores viajes de toda su vida. Sabían que ya no iban a depender de sus abuelos y que podían conocer nuevas oportunidades de disfrutar su vida.

            Tenían el derecho de librarse de esas cadenas que las perjudicaban y tener libertad, creían que podían correr por el mundo. A todos nos gustaría… o al menos a los que creemos en lo imposible, que la magia fuera verdadera, que existiera siempre, que no fuera un sueño o una imaginación nuestra. Pero para estas chicas no eran fantasías ni ilusiones; lo habían comprobado, era real.

            Sus abuelos seguían de viaje. Al mediodía salieron los tres y no regresaron hasta las siete y quince de la noche a la casa. Esa misma noche hicieron una pequeña fiesta de despedida con las cosas que habían comprado.

             Ya bien de noche, recogieron todo y se fueron a acostar en sus camas. Eran las once y media de la noche.

            –Solo falta treinta minutos para el dieciséis de marzo; el día de ingreso a nuestras clases de magia. Mañana… nuestras vidas tomaran un rumbo distinto… -dijo Mina, que estaba acostada en su cama boca abajo.

            –Y solo faltan diez horas –dijo Ángela consultando su reloj– y media para salir de esta casa. Va a ser increíble, nos vamos a divertir mucho.

            –Ángela, tú solo piensas en divertirte; la vida no es todo diversión. Hay responsabilidades que cumplir. La diversión podría venir estando allá… aunque también podríamos… con esto que es también un colegio grande y debe haber pasadizos secretos y cosas raras… De seguro que habrá cosas raras… –se decía Mina yéndose del tema y se dio cuenta enseguida. Estaba un poco perpleja con lo que había dicho ya que no acostumbraba a decir tonterías en voz alta–. La cosa es… a lo que iba; no solo vamos a divertirnos, sino que también tenemos que estudiar magia, ¿lo recuerdas? –le preguntó mientras Ángela abrazaba a su conejo de peluche–. Y dime Ángela; ¿te vas conmigo y no regresas a ver a los abuelos, o te vas conmigo y regresas a verlos y de ahí ya no te veo?

            –Me voy contigo y no regreso jamás –dijo triste.

            –No me convences con lo que decidiste; parece que no quieres hacer eso. Quédate.

            –No –dijo levantando la vista para ver a Mina–. Yo ya lo he decidido y me voy contigo y no regreso a verlos.

            –Está bien, pero si cambias de decisión me avisas. Ahora durmamos para que ya sea mañana y levantarnos a hacer las maletas.

            Y así lo hicieron; cerraron sus ojos y se durmieron enseguida.

A la mañana siguiente se despertaron a las ocho. Mina y Ángela preparaban sus maletas con todo lo que iban a llevar, aunque las dos no tenían muchas cosas que empacar; las dos tenían que llevarse todo lo que era de ellas porque sabían que nunca más regresarían.

            A las nueve bajaron a desayunar y también habían bajado las maletas hasta la sala. Mina le contó a Ángela lo que había buscado en el Libro de Hechizos Mardenton la noche anterior. Le contó de la celebración del colegio y otras cosas que había leído en aquel libro. Ya eran las nueve y media y el director no llegaba. Salieron los tres de la casa esperando encontrar al director en la calle, pero las esperaba un bus enorme de color negro. En un costado de este decía “Colegio Mardenton”. Del bus salió un chico de dieciocho años. Era un chico muy amable, de pelo rubio, delgado, alto y ojos turquesa. Mina lo reconoció, era Alex Trink.

            –¡Hola! –dijo el chico muy sonriente y enérgico– El director tuvo un inconveniente y hoy las vine a buscar yo. ¡Suban! Les ayudaré con las maletas.




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