ʟᴀ ᴍɪꜱɪóɴ ᴅᴇ ᴄᴜᴘɪᴅᴏ ᴅᴇ ʟᴀ ᴍᴀꜰɪᴀ || ʙʟ || ᴏʀɪɢɪɴᴀʟ

Capítulo 11

Capítulo 11

Kai

Me separé probablemente viéndome patético. Sentía los ojos pesados, el pecho tenso, como si un hilo invisible me mantuviera de pie solo por orgullo. Aun así, bajé la mirada y con voz suave, murmuré:

—Por favor… entremos para hablar.

El silencio que siguió me resultó eterno. Lo observé sin atreverme a mover un solo músculo. Finalmente, Noah soltó un suspiro tan largo y resignado que me atravesó el alma como una lanza.

—Entra —dijo con voz cansada, pero sin rencor inmediato.

Mi semblante se relajó. Había esperado que me gritara nuevamente, que me cerrara la puerta en la cara, que me maldijera, y me lo merecía. Pero no lo hizo. Me permitió entrar de nuevo en su espacio.

Claramente, mis zapatos y mi saco seguían en la entrada. Me arrodillé de inmediato, con cuidado, para ayudarlo a sacarse los suyos.

Nuestras manos se tocaron brevemente y sentí una chispa tenue.

Nos dirigimos al sofá. Una vez sentados, no pude más. Me abalancé sobre él, con desesperación, dejándolo debajo de mí, acostado en el sofá. Apoyé mi rostro en la curva de su cuello, sintiendo el calor de su piel, su pulso.

—Perdón… Solo… quédate así un rato más. Por favor.

Noah no dijo nada al principio, solo me abrazó.

—Solo un rato más —susurró, con una voz dulce—Y luego hablaremos de lo que pasó.

Mi respiración se aceleró de nuevo. Noah, con su ternura intacta a pesar del miedo, me abrazó con más fuerza.

Lo abracé con toda la fuerza que me quedaba. Como si pudiera envolverlo y mantenerlo a salvo de todo.

—Perdón… —susurré con el alma hecha pedazos —No dejaré que vuelva a sucederte algo así. Te protegeré con mi vida, lo juro.

—Está bien… —fue lo último que dijo antes de dormirse en mis brazos.

Lo supe por su respiración, que se volvió lenta, tranquila… confiada. A pesar de todo lo que había pasado, él se sentía lo suficientemente seguro para dormirse conmigo.

Lo observé un momento, como si quisiera memorizar la paz de su rostro dormido. Entonces me moví con cuidado, sin despertarlo, y lo cargué entre mis brazos. Era más liviano de lo que imaginaba. Subí las pequeñas escaleras hasta su cama y lo recosté, con una suavidad casi reverencial.

Me quité la corbata, desabotoné el primer botón de mi camisa, y me recosté a su lado.

Lo acomodé en mi pecho, sus brazos abrazándome incluso dormido, su rostro escondido en mi cuello. Su respiración tibia me acariciaba la piel. Me sentí en paz. Me sentí… amado.

Y sin darme cuenta, también me quedé dormido.

Los primeros rayos del sol acariciaron mi rostro. Abrí los ojos lentamente y, lo primero que vi, fue a Noah todavía acurrucado en mí, aferrado a mi camisa como si temiera que lo dejara. Su cabeza pegada a mí, sus piernas enredadas en las mías. Como un pequeño animal dormido buscando calor.

¿Cómo podría molestarme algo que este encanto hiciera?

Con delicadeza me separé de él, besé su frente y bajé las escaleras. Saqué mi teléfono de mi saco.

Un nuevo mensaje de mi abuelo:

“Hijo, ve tras el chico. Enamórate. Cásate. Ese será mi mayor orgullo: que puedas tener ambas vidas sin elegir con cuál sobrevivir. Te quiero. No te preocupes, yo me encargaré de tu padre. Ah, y no descuides el trabajo. Disfruta de tu amado.”

Una sonrisa genuina se dibujó en mis labios. Él siempre había estado ahí para mí.

Apagué el teléfono. Caminé hasta la pequeña cocina del officetel. Abrí la nevera, y con lo que había, preparé algo especial: pancakes esponjosos, huevos revueltos suaves, panceta ahumada, y una taza de leche caliente.

Al terminar de limpiar todo, escuché pasos bajando las escaleras. Me giré y allí estaba él… el hombre más hermoso del mundo. Su cabello revuelto por el sueño, los ojos entrecerrados, su expresión adormilada… deslumbrante. Como salido de otro mundo.

—Gracias… por dejarme dormir aquí —dije.

—Perdón, yo me quedé dormido primero —añadió, rascándose la nuca.

Me acerqué con suavidad, y con una sonrisa, le acomodé el cabello.

—Está bien… Perdón por lo de ayer.

Él puso una mano entre nosotros, deteniéndome.

—Espera. Hablaremos de eso más tarde.

Bajé la mirada.

—Está bien. Hablaremos después.

—Sí —respondió él —Pero primero… ¿Qué es lo que huele tan bien?

Se rascó la pancita, olfateando el aire como un niño. Me reí con ternura.

—Perdón… me metí en tu cocina.

Él se lamió el labio superior, y cuando sus ojos encontraron el plato.

—¡Wow! ¿Todo esto hiciste solo con lo que había en mi cocina?

—Sí, lo preparé por ti. Siéntate, vamos a desayunar.

Se sentó enseguida.

—Gracias por la comida.

Cuando terminamos, Noah cayó rendido en la silla, sobándose la panza con una sonrisa de satisfacción.

—¡Wow! Eso estuvo delicioso.

Me levanté para lavar los platos. Pero él se puso de pie de inmediato.

—¡Espera! Yo lavaré los platos del desayuno.

—Está bien. Puedes ir a bañarte mientras yo arreglo aquí.

Me acerqué y le di un beso en la frente. No se alejó. Suavemente, asintió.

—Está bien. Pero… hablaremos cuando salga de bañarme.

Lo vi alejarse, y supe que algo había cambiado entre nosotros. Aún no lo nombrábamos, aún no lo entendíamos del todo.




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