ʟᴀ ᴍɪꜱɪóɴ ᴅᴇ ᴄᴜᴘɪᴅᴏ ᴅᴇ ʟᴀ ᴍᴀꜰɪᴀ || ʙʟ || ᴏʀɪɢɪɴᴀʟ

Capítulo 12

Capítulo 12

Noah

Entré al baño con la intención de ducharme y, quizá, organizar al menos una parte de lo que estaba pasando en mi mente. Habían sido solo tres días desde que conocí a Kai, pero la intensidad con la que habían transcurrido me hacía sentir como si hubieran pasado semanas enteras. Cerré la puerta tras de mí.

Abrí la llave de la ducha mientras comenzaba a desnudarme con movimientos lentos, mecánicos. Mi mirada se detuvo en el espejo.

—Esto no es normal —me dije a mí mismo en voz baja.

Tenía a un hombre peligroso… hermosamente peligroso, sentado en mi sala como si fuera la cosa más normal del mundo. Alguien que me besó, que me hizo el desayuno con ternura, que durmió conmigo. Y, sin embargo... ni siquiera sabía su nombre hasta hace apenas unas horas.

Me metí bajo el agua caliente con un suspiro, dejando que el vapor envolviera mis pensamientos. Cerré los ojos y repasé todo con rapidez, inevitablemente, mi mente me llevó hasta Ethan.

Ethan también había sido encantador al inicio. Atento, dulce, detallista. Me hacía sentir especial. Hasta que dejó de hacerlo. Hasta que todo su afecto se volvió un arma para manipularme.

Sacudí la cabeza con fuerza, como si pudiera eliminar ese recuerdo por completo. No… Kai era distinto… ¿verdad?

Suspiré largo. Terminé la ducha, tomé una toalla y me la até a la cintura. Con otra, sequé mi cabello lo mejor que pude antes de abrir con cuidado la puerta del baño.

Allí estaba él. Sentado en el sillón como si perteneciera a mi mundo desde siempre. El sol de la mañana se colaba por la ventana e iluminaba su rostro, haciéndolo ver irreal, casi etéreo, como una pintura renacentista viva. Su cabello aún desordenado le caía en ondas suaves, y sus ojos brillaban con una calidez que me atravesó el pecho.

Sentí la sangre subir a mi cara de golpe. Me quedé congelado por un segundo. ¿Cómo era posible que alguien fuera tan… devastadoramente hermoso?

Él también se sobresaltó al verme. Sus mejillas se encendieron con un leve rubor y una sonrisa pícara apareció en sus labios.

—¿No tienes frío, hermosura?

Tragué saliva con dificultad.

—S-sí… sí, tengo frío —dije rápidamente —Iré a cambiarme ahora mismo. Eh… si quieres, tú también puedes ducharte. Hay toallas limpias. Y puedo prestarte ropa.

Sin esperar su respuesta, subí las escaleras casi corriendo, dejando un rastro de vergüenza y nerviosismo detrás de mí.

Una vez en mi habitación, me vestí lo más rápido que pude. Busqué la ropa más grande que tenía: una camiseta ancha y unos pantalones de algodón. Dudaba que le quedaran a la perfección, pero servirían por ahora. Escuché la ducha abrirse a lo lejos. Supuse que ya estaba en el baño.

Bajé con cuidado, la toalla aun colgando de mi cuello y la ropa para él en las manos. Me detuve frente a la puerta del baño y toqué con suavidad.

—Te dejo ropa aquí afuera —dije con voz suave.

—Gracias —respondió desde dentro, su voz apagada por el vapor.

Sonreí para mí. Fui hacia la ventana, aun secándome el cabello con la toalla. La mañana parecía tranquila. Entonces, en voz alta, sin pensarlo, solté:

—Creo que tendré que cerrar por un tiempo el Rincón del Expreso...

—Sí, creo que tienes razón, pero yo me encargaré de las reparaciones —respondió una voz a mi lado.

Me giré con un sobresalto. Kai estaba allí, sentado junto a mí en el sofá como si fuera lo más natural del mundo. No lo había oído acercarse.

—¡Ah! —sorprendido, llevándome la mano al pecho —Casi me matas del susto.

Kai sonrió con ternura.

—Perdón. Estabas tan concentrado que no quise interrumpirte.

Me levanté rápidamente y caminé hacia el baño, pero no para huir, sino para buscar la secadora de cabello. Volví con ella en las manos.

—Siéntate en el suelo, te secaré el cabello —solté, sin pensarlo demasiado.

Él me miró sorprendido, y luego sonrió con una expresión que me dejó sin aire. Obedeció sin decir una palabra, sentándose con delicadeza frente a mí.

Encendí la secadora. El sonido llenó la habitación mientras mis dedos se deslizaban con cuidado por su cabello. Era suave. Me concentré en no apretar mucho, en no hacerle daño.

Después de unos minutos, su voz rompió el silencio.

—Por cierto, mi nombre es Kai. Kim Seo-Kai.

Me quedé quieto, procesando la información. Luego sonreí con sinceridad.

—Lindo nombre. Yo soy Song Noah. Aunque… creo que ya lo sabías, ¿no?

Kai sonrió, alzando ligeramente las cejas.

—Lo sé, pero quería escucharlo de ti.

Mi pecho se llenó de un calor inexplicable. Terminando de secar su cabello, apagué la secadora. Antes de que pudiera decir algo más, Kai se puso de pie y me ofreció la mano.

—Ven. Ahora quiero secarte yo a ti.

Solté una risa suave y acepté su mano. Me ayudó a levantarme con un gesto delicado y me guio hasta sentarme frente a él. Luego, con la misma toalla, comenzó a secar mi cabello con una ternura. Sus dedos eran suaves, pero torpes, como si nunca antes lo hubiera hecho.

—¿Por qué estás siendo tan amable conmigo? —pregunté, sin mirarlo.

—Porque tú también fuiste amable conmigo —respondió él con igual suavidad—. A pesar de todo lo que pasó.

Bajé la cabeza, dejando que continuara secando mi cabello en silencio.

—Gracias —dije al fin.

—No tienes que agradecerme nada —susurró—. Solo estoy devolviéndote un poco de lo que me diste anoche.

Cuando terminó, no se alejó. En lugar de eso, se sentó a mi lado, en el suelo, y apoyó su cabeza en mi hombro. Permanecimos así un rato, un silencio tan cómodo. Sentía el latido de su corazón, el calor de su cuerpo.

Y en ese instante, supe que el caos podía esperar un poco más. Porque lo tenía a él, y él me tenía a mí. Suspiré hondo. El lo notó y se separó. Nos miramos intensamente, amos sabíamos lo que vendría.




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