ʟᴀ ᴍɪꜱɪóɴ ᴅᴇ ᴄᴜᴘɪᴅᴏ ᴅᴇ ʟᴀ ᴍᴀꜰɪᴀ || ʙʟ || ᴏʀɪɢɪɴᴀʟ

Capítulo15 Parte II, III, IV

Kai — Parte II

—Hoy… no voy a cocinar —dije burlándome de mí mismo.

—Gracias a Dios —respondió él riendo.

Me acerqué un poco más.

—Pero sí tengo otra idea.

—¿Cuál?

Yo levanté una ceja.

—Quiero enseñarte algo…

—¿Algo?

—Sí.

—¿Qué cosa?

—Confía.

Noah frunció el ceño con curiosidad, pero se levantó conmigo.

Lo llevé a mi habitación.

Si… a mi habitación.

Él se puso tenso.

—Kai, yo… yo no… —balbuceó.

Yo solté una risa suave. Y lo miré sospechosamente.

—No es lo que piensas.

—Ah. —Dijo sonrojándose y mirando a otro lado.

—Al menos no todavía.

Su cara enrojeció aún más. Y valió oro.

Me acerqué a mi armario y saqué una caja rectangular.

—Quiero enseñarte a tocar piano.

Noah parpadeó.

—¿Tú… tocas?

—Un poco.

En realidad… mucho. Pero eso él no lo sabía.

Lo llevé a la sala donde estaba el piano electrónico. Él se sentó a mi lado. Sus rodillas rozaron las mías. Mi corazón no cooperó.

Puse mis manos en las teclas.

—Mira mis dedos —dije.

—Siempre lo hago —respondió sin pensar.

Se dio cuenta de lo que dijo. Yo también. Silencio burlón. Miradas. Risas mutuas contenidas.

Toqué algo simple. Lento. Melódico.

—Eres un mentiroso. —Me miró entrecerrando sus ojos y cruzando sus brazos.

—¿Porqué?

—¿Cómo que por qué? Tocas muy bien el piano.

—Me atrapaste. Ahora tú.

Noah puso sus manos sobre las teclas… pero sus dedos estaban demasiado tensos.

Yo lo noté.

—Relaja las muñecas… así.

Le tomé las manos. Con suavidad. Él se quedó inmóvil.

Mi piel contra la suya. Sus dedos bajo mis dedos. El momento era hermoso.

—Mira, los dedos no presionan… caen —le susurré— como gotas de lluvia.

Y lo guie para tocar una nota. Luego otra. Estábamos tan cerca. Su respiración rozaba mi cuello.

—¿Así? —preguntó.

—Sí… —respondí— perfecto.

Cuando terminó el pequeño ejercicio, se quedó mirando sus manos.

—Nunca nadie me había enseñado algo… así. Con paciencia.

Me conmovió.

—Bueno —respondí— tampoco lo hice con nadie más.

—Kai… tú… ¿siempre has sido así? —me miró.

—¿Así cómo?

—Tan… atento.

—No.

—¿Entonces… por qué conmigo?

No lo pensé.

—Porque me importas.

Él tragó saliva.

El resto del día fue ligero. Pasamos horas compartiendo espacio sin obligación de hablar. A veces él leía. Yo atendía mensajes de la organización con rostro serio.

Al atardecer, Noah se despertó de una mini siesta en el sofá, medio adormilado.

Yo lo miré y no pude evitar sonreír.

—Hey… —murmuró con voz baja y ronca.

—Hey.

—¿Me mirabas dormir?

—Tal vez.

Se tapó la cara con la manta.

—Qué vergüenza…

Yo me acerqué sin pensar demasiado y le quité la manta suavemente.

—Eres bonito… Noah. No te escondas.

Sus mejillas ardieron otra vez.

Y entonces pasó algo silencioso… pero gigante.

Él extendió su mano hacia mí. Yo la tomé.

Y se quedó así. Con su mano en la mía. Mirando el techo.

Respirando juntos.

Kai — Parte III

El clima había cambiado. Afuera hacía viento y frío que eran reconfortantes.

Noah estaba sentado en la entrada, poniéndose sus zapatos. Yo lo observé desde el pasillo. Tenía ese suéter azul claro que le quedaba demasiado grande y lo hacía parecer… adorable.

No iba conmigo; iba a salir a hacer algunas cosas por su cuenta.
Primera vez en días iba a visitar el Rincón del Expresso y a capacitar a mis hombres.

Y yo estaba inquieto. Mucho. No me gusta la idea de que vaya solo y menos ahora que mi padre podía alterarse al enterarse de las investigaciones hacia él.

—Recuerda lo que te dije —le recordé desde atrás—. No hables con nadie sospechoso. Si notas algo extraño, me llamas. Yo estaré cerca.

Noah giró a verme, divertido.

—Kai, voy y vuelvo rápido del Rincón del Expresso y después voy a comprar cosas al minimercado… no a un campo de batalla.

—En mi cabeza es lo mismo —admití.

Él soltó una risa suave.

Luego se levantó, y entonces lo vi: No llevaba bufanda, solo el suéter que no le cubre el cuello.

Yo fruncí el ceño.

—¿Piensas salir así?

—Sí. ¿Por qué?

—Te vas a enfermar.

Fui a mi habitación y volví con una bufanda mía, de lana negra. Se la puse alrededor del cuello sin pedir permiso. Acercándome mucho. Demasiado.

Él se quedó quieto, completamente inmóvil, como un pajarito sorprendido, pero no se alejó en ningún momento. Ni siquiera dudó en quedarse cerca de mí.

Yo pasé la bufanda por detrás de su nuca, envolviéndola con cuidado. Mis dedos rozaron su piel. Sentí cómo se erizó.

—Ahí. —dije en voz muy baja— Ahora sí.

Noah parpadeó. Me miró. Y dijo algo que me atravesó.

—¿Te das cuenta de que siempre estás… cuidándome?

Era evidente.

—Tal vez no sé coquetear de otra forma —confesé.

—¿Esto es coqueteo?

—Contigo… sí. Después de todo no te alejas.

Él se rio por lo bajo. Y su risa… ¡Dios mío!

—¿Entonces si yo hago esto… también es coqueteo? —preguntó.

Y con dedos tímidos, acomodó el cuello de mi camisa. Un gesto pequeño… pero tan íntimo… que me dejó sin aire. Mi corazón estaba a un toque más de un paro cardiaco.

—Sí… —respondí casi en susurro— eso cuenta.

Él sonrió.

—Nos vemos después —murmuró.

—Te estaré esperando.

Noah salió. Y yo, por supuesto me quedé inquieto, pero, quería que Noah recupere un poco su rutina, se sienta seguro también a su modo. Le di esa confianza de saber que él podía cuidarse solo y si pasaba algo podía contactarme.

Mientras esperaba yo estaba concentrado en documentos e informes de los sujetos que tenían deudas. Lo hago aprovechando que Noah no está.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.