Obertura

Capítulo 4

Azul

La vida de Azul no cambio mucho, a pesar del estado de su madre, las cosas no mejoraron, incluso se podía decir que empeoraron.

Aquellos primeros días después del anuncio de su madre sobre que tendría un bebé, fueron solo fueron una pantalla de alegría momentánea.

Aquella niña con padres y una vida "perfecta" escondía un secreto, que solo al cerrar las puestas de su casa, salía a la luz, las peleas de su padres, los gritos, los insultos, los reclamos que muchas veces levantaba a Azul de su sueño, se tapaba la oídos para no oír.

Su madre cuando su papá no estaba se la pasaba dando vueltas en la casa, hablando consigo misma, sobre las amantes de su esposo, preguntando con cuantas la habra engañado durante las últimas seis horas, se la pasaba hablando sobre el dinero que le hacía falta para pagar, sobre el hecho de que ya no desea que su padre estuviera en aquella casa.

Azul con el tiempo no quería oír más a su madre, quien se preocupa más en la vida secreta de su esposo que en la de su propia hija, que comenzó a dejar de estar en casa, para estar en casa de su mejor amiga.

Su mamá embarazada era todo un caos, lloraba por todo, gritaba e insultaba, estaba rayando en la histeria. Y con un padre que solo deseaba irse de aquel lugar para no oír a su mujer y sus reclamos sobre las mil amantes.

Incluso Azul prefería la histeria de su madre antes que un padre como el de Summer quien la golpea e insultaba cada vez que la comida no estaba como él la pedía, el mantra de su vida era siempre el mismo. La muerte de su madre, Summer había entendido que su madre la quería, siempre lo hizo, pero así como tenía la certeza de esto, también sabía que su padre nunca la quiso y nunca lo haría, para él, Summer fue la culpable de la muerte de Belisa.

"Por ti, lo que más amaba ya no está conmigo, la quería a ella, no a ti que no sirves para nada, eres una inútil llorona"

Si esos era las palabras que Summer siempre recibía, cada día, se preguntaba si su padre se había auto programado para decirle lo mismo siempre y de ese modo convencerla de aquello. Su padre le gritaba y culpaba de la muerte de su madre.

Azul la convencía de todo lo contrario, con palabras de ánimo y amor para la niña rota por dentro que cubría su cuerpo de todos.

Las pequeñas niñas, no amaban su vida, la odian y aborrecían, ellas deseaban ser invisibles o no estar en aquellos lugares, que la gente les que era "su hogar", nada en la vida es sencillo, todo los adultos lo saben, pero niñas de diez años no debería saber eso.

Ellas están dejando las muñecas, lo padres de ambas no se detenían a pensar en eso, mientras más daño les hacían a las niñas, más indefensas las dejaban ante un mundo donde el único momento que se pude ser feliz sin preocupaciones es en la niñez.

La escuela no era fácil, cada día era un desafío constante al cual se enfrentaba, Summer se mentalizaba cada mañana ante lo que sabía que venía, sus compañeros constantemente se burlaban de la ropa que ella usaba, para esconder los golpes y moretones que marcaban su cuerpo, lo único bueno de su vida siempre era aquella niña rubia que la defendía y consolaba de todo, la única persona en quien ella confiaba, pero aquella niña rubia sabia que así como Summer contaba con ella para llorar, así también podía correr a los brazos de su amiga para contarles sobre sus padre.

―¿Y como va todo con tus padres?― los ojos cafés buscaron al rostro de su amiga.

―Pues, no sé si es mejor que antes o peor, mamá se la pasa gritando por todo es difícil no pensar que le hace daño al bebé, pero a ella no le interesa.

―Escucha.

Ambas se quedaron calladas, y no había nada, ni un solo ruido, en aquella casa, solo el pequeño sonido de la respiración de ambas.

―Es tan tranquilo. ― Murmuro.

―Lo dices por qué no estás cuando el...―tragó en seco ante los pensamientos.

―No pienses en eso ¿sí? yo estoy aquí y nada puede pasar él ya se fue a dormir.

Ambas se quedaron viendo a ningún lugar pensando en sus propias vidas.

Azul solía escapar de casa para evitar oír las peleas, siempre que lo hacía iba a un solo lugar, la casa de Summer.

En silencio ambas esperaban que el padre de Summer se durmiera, luego de llegar borracho exigiendo comida, la cual solo medio comía y se dormía en el sillón, pidiéndole a Summer silencio.

Ambas bajan a la cocina y en aquella gaveta de la cocina donde guardaba los dulces que Azul roba de su casa y llevaba a su amiga, eran el contrabando de ambas, para aquella noches donde lo único que las acompañara era la luna de el balcón de la habitación, los dulces y pequeñas conversaciones, viendo la televisión que escondían en un cajón de almario, esos momentos hacia que ambas pudieran ser niñas, que ambas olvidaran sus vidas.

―Sabes cuando sea grande quiero una casa, una casa grande. ― Azul estaba hablando en pequeños murmullos pero el tono alegre de su melodiosa voz siempre lograba llenar el ambiente de algo mágico, que incluso Summer que ya la conocía demasiado bien muchas veces se encontraba fascinada por esa ello.

―Sí, claro que si, tu casa será grande.

―Tu vivirás conmigo. ―Azul miro a su amiga. ―Y ambas seremos felices.

―Sí, viviré contigo ― sonrió pero vio hacia la puerta cerrada con llave. ―Sí sobrevivo a él.

―Su. ―el pequeño sobre nombre sonaba como una consolación en su labios. ― lo harás, créeme, lo harás, creceremos y nos iremos, vamos a cruzar ese puente y seremos felices.

―Es solo que muchas veces no lo puedo pensar. ― suspiró. ―tu eres muy buena para ver las cosas buenas aun en los momentos malos, pero yo lo hago y tengo miedo a que él pueda... ―no termino de hablar ya que las lagrimas en sus ojos y el nudo en su garganta se hizo presente.

―No, no llores, sabes los vamos a lograr. ―Abrazo a su amiga y la consoló hasta que consiguió calmarla.

―Además tienes que ayudarme a ver crecer a mi hermanito.




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