Obertura

NUEVO DÍA

Consternada, Áitapih se siente incapaz de expresar sus palabras, pero intenta recordar detalles del confuso relato para encontrar algún significado oculto. Inhala profundamente. Sus pequeñas costillas sostienen el aire y luego se contraen causando una prolongada exhalación, lo cual parecería indicar el comienzo de una oración, aunque ella continúa sin saber qué decir.

Durante la noche y la madrugada ambos habían dado más de setenta y dos vueltas en la cama, y ahora se encontraban acostados de medio lado y mirándose a los ojos mientras la oscuridad de su entorno disminuía lentamente. Áitapih lo observa, sabe lo que él siente y Yehero comprende sus emociones; no necesitan hablar, han aprendido a convivir en silencio.

—Preguntar algo parece innecesario —piensa Áitapih— pues él predice todas mis palabras. Una conversación ahora sería como leer el capítulo de un libro ya leído, aunque solo escuchar su profunda voz hace que la trama sea siempre disfrutable

Áitapih se decide y con su dulce voz juvenil inquiere:

—Entonces, mientras dormías… ¿Imaginaste todo lo que me acabas de contar? ¿Eso es un Sueño? ¿Pensar mientras duermes?

—Se podría decir que sí —susurra Yehero pensativo—. Un sueño es… como… es casi… ¡Algo que imaginan involuntariamente los humanos cuando duermen! Pero sucede en el Universo18, no en este. Dime, Áitapih. cuando tú duermes… ¿recuerdas qué sucede?

—Amm, no. Nunca pasa nada que pueda recordar, por eso me parece extraño que puedas imaginar algo mientras duermes.

Yehero, entusiasmado, aumenta levemente el volumen de su voz y exclama, haciendo retumbar la pequeña alcoba: —¡Inténtalo! Puedo enseñarte paso por paso.

Mirando distraídamente hacia la cortina parcialmente abierta, cuyo reflejo resplandeciente se inflama con la luz y el ruido de los carros de vapor del exterior, Áitapih responde:

—Bien, me acuesto en mi cama o donde me atrape el cansancio. Cierro los ojos y lentamente dejo de pensar… Luego, sin ser muy consciente de ello, entro en una lenta transición hacia la oscuridad, pero no recuerdo qué pasa. Es cierto que me siento tranquila, ¡abstracta! Muchas veces he intentado darme cuenta del momento preciso en el que me duermo, pero no puedo. Lo siguiente que recuerdo es estar nuevamente despertando y nada más. Lo que a mí me sucede no es tan extraordinario como lo que me acabas de contar… Tú eres alguien especial, las estrellas fugaces han concedido tus deseos.

—Tú eres mi deseo hecho realidad, Áitapih. La facultad de soñar que me ha dado el universo es la carga que debo soportar para que podamos trascender como especie, pero eso es algo de lo que hablaremos en un tiempo futuro, en nuestra cabañita en la playa —dice Yehero con una cálida sonrisa—. Ya está amaneciendo, deberías descansar… Intentar darse cuenta del momento en el que te duermes es algo paradójico, ya que solo puedes hacerlo si estás inconsciente. Sí, yo sé que es complicado. Generalmente a todos los memges nos pasa lo mismo cuando dormimos… al principio es muy difícil evocar el recuerdo del sueño. Se necesita algo de entrenamiento. Como decías, tus pensamientos se alejan y te vas sumergiendo poco a poco en la oscuridad; lentamente pierdes la noción de quién eres, te cuesta pensar, recordar o imaginar, hasta que todo se torna aún más lento y llegas a la Nada.

En los ojos marrones de Áitapih se evidencia un brillo de incredulidad. Automáticamente se cubre los hombros, porque el frío citadino se cuela por las uniones de la antigua ventana y el refugio de amor va perdiendo la alta temperatura que tenía hace solamente media hora. Yehero, comprensivo, la ayuda mientras sigue explicándole la teoría, la cual tampoco es totalmente clara para él.

—Esa Nada es la parte más interesante y la que pocos conocen: en ese momento dejas de ser quien eres. ¡Tu cerebro se conecta con el Universo! Ya no eres una memge, eres un ser inanimado, y lo poco que puedes percibir son luces, colores, vibraciones, energía. Cuando duermes eres todo a la vez. Entonces, si eres Todo, no puedes percibir nada. No tienes intereses ni preocupaciones, no te importa el pasado ni tus planes del futuro. Estás en total armonía con el Presente, por lo que al despertar, no puedes recordar la experiencia tan compleja que tuviste. ¡Es que dentro de ese lapso inconsciente no te interesa cargar con el pasado ni anhelas lo que viene! ¿Comprendes? Unos segundos después, abres tus ojos y te enfrentas de nuevo a la lucidez. Vuelves a convertirte en un ser vivo con propósitos, pero un instante atrás eras igual a una roca que no guardaría nada para el futuro, porque nada es primordial. Así son los sueños en nuestro universo, en el Universo17, según mis cuentas.

—¡Sí, sí! Ya recuerdo, creo… —Áitapih se emociona y gira los ojos hacia el techo, como intentando ver en una pantalla mental—. Ahora que lo describes, me parece recordar muchas luces en la oscuridad que se mueven muy rápido. Nuestra experiencia al dormir es abstracta, pero… ¿por qué los sueños solo suceden en ese otro Universo, en esas otras vidas que tienes cuando duermes? ¿Por qué nosotros los memges no soñamos? ¿Y por qué tu soñaste todo eso?




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