— ¿DÓNDE ESTOY? ¿QUE ME SUCEDIÓ? —PREGUNTÓ GINA ALICIA ANTE UN ENSORDECEDOR SILENCIO QUE LA ENVOLVÍA—
ERA UN LUGAR EXTRAÑO Y DEL MODO EN QUE SE VEÍA TODO A SU ALREDEDOR, PARECÍA TRATARSE TAN SOLO DE UN SIMPLE SUEÑO. UN MUNDO BLANCO CON PISOS DE NUBES EN FORMA DE ALGODONES.
— NO TENGAS MIEDO. TE ENCUENTRAS EN UN LUGAR MUY BONITO —IRRUMPIÓ UNA MELODIOSA VOZ QUE A GINA ALICIA LE PARECIÓ HABERLA OÍDO ALGUNA VEZ EN ALGUNA PARTE—
— ¿POR QUÉ ESTOY AQUÍ? ¿A CASO ESTOY MUERTA? —LE PREGUNTÓ A AQUELLA VOZ OCULTA QUE AL CABO DE POCO TIEMPO FINALMENTE SE DEJÓ VER EN FORMA DE UN SER LUMINOSO. UNO MUY HERMOSO TAL CUAL UN VERDADERO ÁNGEL— ¿QUIÉN ERES?
— NO ESTÁS MUERTA, GINA, PERO TE ENCUENTRAS EN LA ANTESALA DEL CIELO A LA ESPERA DE TU PROPIA DECISIÓN. SI CRUZAS ESTA PUERTA —SEÑALÓ EL ÁNGEL, DEL LADO DERECHO— ENTRARÁS AL CIELO Y YA NO PODRÁS REGRESAR. SI CRUZAS ESTA OTRA PUERTA —SEÑALÓ DEL LADO IZQUIERDO— DESPERTARÁS DE NUEVO A LA VIDA, PERO CON UNA CONDICIÓN. DEBERÁS APRENDER A AFRONTARLA DE UN MODO DIFERENTE, APOYADA A LAS PERSONAS QUE SIEMPRE HAS AMADO.
— ¿POR QUÉ DE UN MODO DIFERENTE? ¿QUÉ SUCEDERÁ CONMIGO SI DESPIERTO? NO RECUERDO NADA. ¿QUÉ FUE LO QUE SUCEDIÓ CONMIGO? —PREGUNTÓ SIN ANGUSTIA, SIN LLANTO, SIN TEMOR. TODO CON ABSOLUTA PAZ EN SU CORAZÓN.
— VEN, SIÉNTATE JUNTO A MÍ —LE PIDIÓ AQUEL SER MARAVILLOSO DE PROFUNDOS OJOS DE CIELO Y CABELLOS DE SOL— VOY A ENSEÑARTE LA VIDA QUE HAS TENIDO HASTA AQUÍ, Y CUANDO LLEGUE EL MOMENTO EXACTO PUEDAS ESCOGER LA PUERTA QUE DESEAS CRUZAR.
LA JOVEN GINA ALICIA SE SENTÓ JUNTO AL ÁNGEL ENTRE ALGODONES Y UN GRAN PANEL SE ABRIÓ ANTE SUS OJOS DESDE LO MÁS ALTO DE AQUEL LUGAR QUE SEGÚN ESE MISMO SER, SE TRATABA DE LA ANTESALA AL MISMÍSIMO CIELO.
DESDE ALLÍ PUDO OBSERVAR TODA SU HISTORIA A PARTIR DE SUS PRIMEROS AÑOS DE VIDA CUANDO LA PEQUEÑA YA REVOLEABA HÁBILMENTE CON SUS ENCANTADAS ALAS.
BOCHUM – ALEMANIA (1992)
— Cielito, por favor no llores de ese modo. Entiéndeme que debo estudiar y no puedo llevarte al juego de Michael, y Judith tampoco puede porque debe atender el negocio y al bebé.
— Le prometí a Michael que iría a su primer juego de la escuela de fútbol y he preparado mis pompones para animarlo.
— Lo sé porque yo misma te he ayudado a preparar esos pompones.
— Quiero ir. Quiero ir. Quiero ir. —replicó en berrinches la pequeña Gina comenzando a llorar sin detenerse—
— ¡Gina, basta! deja de hacer tantos berrinches que tus llantos se oyen hasta la tienda. Los clientes pensarán que en esta casa torturamos niños porque tu hermanito chiquito se asusta y también se pone a llorar —le dijo su tía Judith—
— Quiero ir. Quiero ir. Quiero ir.
— Judith, sabes que yo no puedo llevarla. No puedo.
— Lo sé, Paula. Levántate del suelo ahora, Gina —ordenó Judith—
— Quiero ir. Quiero ir. Quiero ir.
— Llamaré a Norbert para que se haga cargo de las malcriadeces a las que te acostumbró. Levántate del suelo que no te lo volveré a repetir.
Judith, quién en realidad era tía de la pequeña Gina y sus hijos, August, un año mayor que ella y Mateo de apenas tres meses de vida quienes para ella eran como sus hermanos, convivían en el mismo lecho. La pequeña se había acostumbrado a llamar mamá a su tía Judith pues por cosas de la vida tomó aquel papel de criarla como a su hija y estar en los momentos más importantes para ella.
En aquel entonces Gina desconocía gran parte de su historia enlazada a la de su joven madre, Paula y su verdadero padre, Said Majewski quien se encontraba lejos y a quien apenas podía recordar por medio de un par de fotografías que conservaba su madre, y otras que había enviado entre sus esporádicas cartas para ella.
La joven madre Paula padecía de TGD-NE. Una rara condición del espectro Autista o síndrome de Asperger que le impedía socializar con demasiadas personas. Paula únicamente salía de la casa para ir a la Universidad y en sus momentos libres se la pasaba en cualquier rincón del hogar leyendo libros de todo tipo. Algunos que su hermana Judith y Norbert le traían prestados de la biblioteca pública y otros que le enviaba su amado Said desde donde sea que se encontraba.
Paula amaba mucho a su hija, y desde luego la pequeña Gina amaba mucho a su madre, Paula. Ella le ayudaba siempre con las tareas de la escuela, le preparaba sus disfraces para las obras de teatro y el ballet. Cepillaba su larga y brillosa cabellera. Le hacía hermosos peinados y le leía mágicos y hermosos cuentos. Estaba siempre para su hija, pero de un modo diferente. Paula vivía en su propio mundo. Uno al cual arrastraba a su pequeña dejándola entrar en ocasiones para vivir momentos felices hablándole de su padre y esperando por él, quien según sus cartas, no tardaría en volver.
— ¿Le hablaste a tu papá Norbert sobre el juego de Michael?
— Si —contestó secando sus lágrimas y sonriendo—
— ¿Entonces por qué armaste todo ese berrinche? Sabías que Norbert te llevaría. Él ya está en camino.
— ¡Yupi, yupi! Iré a ver el juego de Michael.
Norbert era maestro de Literatura en una escuela estatal de Burgaltendorf-Essen, y durante sus fines de semanas libres, ayudaba a su esposa Judith con la tienda, yendo muy temprano a traer provisiones en el pequeño camión familiar de cargas. Aquel día no se encontraba en casa por haber ido en busca de provisiones, pero en cuanto Judith le comentó a la pequeña que se encontraba en camino para llevarla al juego de Michael, se puso inmensamente feliz pues no dudó que su padre Norbert vendría por ella.