Oberwolfach "Sueños de Verano"

RECOMENZAR

Pese a que no le gustaba estar allí. Pese a que Quebec era una provincia maravillosa, Gina debía comenzar una nueva vida contra su voluntad. Una nueva escuela primaria. Una nueva escuela de Ballet y un par de nuevos idiomas.

No pasaron dos días para que su padre la matriculara en uno de los Institutos privados más reconocidos de Montreal. El Saint Pierre Académie. Según Said Majewski, la escuela perfecta para su hija puesto que fomentaban y apoyaban mucho el arte y el talento de cada estudiante, y por sobre todo aceptaban a pupilos extranjeros bajo el resguardo de un programa especializado que los ayudaba a un mejor desenvolvimiento en cuanto a los idiomas y a la adaptación asegurada en el menor tiempo posible.

Un día martes, 5 de septiembre de 1995, luego del Labour day, Gina asistió a su primer día de clases en la escuela, que por cierto no le resultó nada agradable. Al ser la nueva, la desconocida, a la que todos juzgaban a simple vista, la típica nueva estudiante, todos la ignoraban por completo. La indiferencia y el rechazo de sus compañeros hacia ella, se volvió indefinido y nunca supo entender exactamente la razón.

De todos modos a Gina no le importó pasar desapercibida, y de ese modo pasó los dos primeros años viviendo en Canadá. Sin una sola amiga, y es que tampoco lo veía como algo necesario debido a que conservaba la esperanza de volver a Bochum mucho antes de lo previsto.

De todos modos y casi sin esperárselo, la pequeña Gina, logró ganarse una compañera, una amiga de verdad. Su nombre era Dana Klunder y acababa de llegar de Berlín a Montreal. Conocimiento que la llenó de dicha pues con ella podía conversar acerca de todas las cosas que más les gustaban y que tenían en común. Y lo mejor de todo, en su mismo idioma.

— UN MOMENTO, ESA ERES TÚ —IRRUMPIÓ GINA OBSERVANDO A AQUEL MARAVILLO ÁNGEL— SABÍA QUE EN ALGÚN LUGAR HABÍA OIDO TÚ VOZ, ERES MI AMIGUITA DANA, AHORA TE RECUERDO —DIJO ABRAZÁNDOLA CON UNA PROFUNDIDAD CELESTIAL QUE PARECÍA NO TENER FIN—

— TÚ EN REALIDAD NO HAS OLVIDADO NADA MI NIÑA. TU MENTE SOLO ESTÁ DORMIDA —EL ÁNGEL DECÍA—

Dana Klunder estudiaba piano en el conservatorio musical de la Secundaria Saint Pierre, situada en el campus 2 de la Institución, mientras que la pequeña Gina pertenecía al campus 1 de primaria.

A pesar de esa distancia, Gina podía ver a su amiga a diario y escucharla tocando el piano en el gran salón de ensayos que compartían todos los alumnos de artes.

A Gina le encantaba oírla ejecutar todas aquellas sublimes melodías que no eran ajenas a su sentido auditivo. Cada vez que Dana ingresaba al salón de ensayos para practicar, a la pequeña le daba por seguirla. De ese modo, guiada bajo la influencia incontrolable de sus pies de bailarina, no podían evitar perderse de ninguna de las melodías que emanaban de los dedos de aquella encantadora joven, a través del piano.

— No creas que no te he notado —dijo sonriendo— Estás aquí cada vez que entro a practicar.

— ¿Te molesto?

— No he dicho tal cosa

— Me gustan mucho las melodías que tocas en el piano

— Yo te diría que me gusta mucho como bailas, pero si me quedara observándote todo el tiempo, no tendrías melodías para hacerlo. ¿Cómo te llamas?

— Gina ¿Y tú?

— Dana.

— ¿Puedo quedarme?

— Por supuesto. Es bueno tener a alguien que aprecie mi arte por medio de otro arte —habló sonriente— ¿Estudias ballet?

— Así es. Desde los cuatro años.

— Gut!

— ¿Puedo venir siempre? Prometo no molestarte.

— Si quieres, pero no estoy siempre. Supongo que lo notarás cuando ingreses y no me veas aquí.

— ¿Por qué no?

La joven no contestó simplemente continuó tocando un melodía con sus ágiles dedos. Era una sublime canción que extrañamente Gina no conocía. Sonaba tan hermosa que de todos modos la pequeña se dejó llevar como una ligera pluma entregada a un viento inestable y sin destino.

Fue así que Gina y Dana comenzaron una bonita amistad pese a que la joven era un par de años más grande que Gina. Cinco y medio para ser exactos, Dana era ya toda una adolescente, pese a que irradiaba la esencia de un alma adulta a través de unos ojos tristes, como si cargaran la melancolía y el peso de toda una vida, mientras Gina aún divagaba en la niñez con apenas 9 años de edad.

Uno de esos tantos días en lo que debían encontrarse en el salón de ensayos del Instituto, Dana no apareció, y Gina, un tanto entristecida, supuso que quizás no pudo asistir aquel día por cosas de la escuela o algún otro compromiso, no obstante, al siguiente día tampoco apareció. Ni el día posterior al siguiente.

A Gina comenzó a resultarle extraño y a su vez triste pues Dana se había vuelto su única compañía durante los recesos de las clases. Sin su presencia no eran nada agradable sus días.

Al cuarto día, Dana finalmente apareció con aparente total normalidad, no obstante Gina alguna cosa percibía estar mal. Ella la observó sentada frente al piano y la oyó ejecutando nuevamente aquella melodía desconocida que nunca faltaba en su repertorio. Al culminar la canción Dana volteó a verla y sonrió. Gina le devolvió el gesto aunque le costó un poco más hacerlo.




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