VERANO DE 1997
Lo había esperado bastante y finalmente llegó.
Mi padre constantemente se encargaba de hacerlo todo perfecto para verme feliz, tanto que en ocasiones me resultaba todo un misterio de como lo hacía y de donde procedía tanto dinero utilizado para traer a toda mi familia a Canadá cada verano. Él no me daría ningún tipo de explicación sino hasta años más tarde por lo tanto en lo que me quedara de niñez solo me pedía que disfrutara de la vida sin que me inmiscuyera en cosas de adultos que no me competía.
En el aeropuerto de Montreal ni bien se abrían las puertas de llegada y veía a mi familia, me agolpaba hasta ellos entre efusivos abrazos, besos y brincos de algarabías. Michael y mis hermanos eran los primeros en correr hacia mí para la introducción de recibimiento que posteriormente se expandía para todos los demás.
La gran casa de Pointe-Claire recobraba vida cada verano y a excepción de las vacaciones, pocas veces ese lugar era realmente utilizado a lo largo y ancho como por ejemplo cuando mi padre organizaba reuniones de trabajo o montaba escenarios para sesiones fotográficas.
Con mi familia allí ningún rincón permanecía en silencio y siempre teníamos cosas que hacer. Todos éramos doblemente felices por sobre todo mommy Paula quien extrañaba mucho a mama Judith, tanto que ya no perdía su tiempo encerrándose en sí misma y derrochaba alegría teniéndola cerca y compartiendo con todos los demás.
Los primeros días con todos bajo el mismo, techo me resultaban agobiantes pues tenía tanto que contarles a papo Norbert, a mamá Judith, tantas fotos que enseñarles a ellos y a mis padrinos, tenía tantas historias que compartir con mis hermanos y con Michael que nunca sabía por dónde comenzar y siempre temía que no me alcanzara el tiempo para todo.
Deseaba tener tres copias de mí misma para hacerlo todo sin dejar escapar un mínimo detalle pero eso no era posible. Me tocaba respirar profundo y soñar que los días de verano se volvieran infinitos mágicamente.
Dana: ¿Así que tú eres el famoso Michael?
Michael: ¿Soy famoso?
Dana: No existe un solo día que Gina no te mencione como el único niño de este mundo.
Gina: Michael, ella es mi amiguita Dana y la novia de mi tío Alex.
Alex: Es verdad, eres el más famoso de esta casa y de la mente traviesa y calculadora de esta señorita —irrumpió sonriendo y agitándole los pelos de la cabeza—
Muchas cosas sucedieron durante los meses en los que no me inmiscuí en los asuntos de Dana y de mi tío Alexander. Si bien nos veíamos siempre y seguíamos compartiendo durante las horas de receso en el salón de ensayos del Instituto, el tiempo nos restringió más de lo habitual.
Sus exámenes finales y los míos, sus clases de piano y mis clases de ballet impidieron mantenerme informada al cien por ciento de todo lo que fue sucediendo hasta la llegada de las vacaciones.
A Dana aun le quedaba un año de escuela y era un hecho que lo acabaría en Montreal pues debido a sus tratamientos contra el cáncer no podía volver a Alemania para estar con mi tío Alex. Entonces él quien si ya había acabado la escuela, no dudó en abandonar todos sus planes en Berlín para mudarse a Montreal con nosotros y estar cerca de ella.
Advirtió a sus padres, Elwira y Lukasz sobre sus nuevos planes y habló con mi padre suplicándole que le diera un pequeño lugar en la casa hasta que se reestableciera consiguiendo un trabajo que lo ayudara a vivir con Dana sin depender de nadie.
Aquellas suplicas desde luego no fueron necesarias.
Si bien mi tío Alex no escatimaba en trabajar duro para obtener todo lo que necesitaba a través de su propio esfuerzo. Con apenas 17 años cumplidos en enero, tenía todos los planes hechos para ingresar a una de las Universidades más reconocidas en el ámbito de la medicina de traumatología y Ortopedia y mi padre simplemente no permitiría que esos planes se frustraran estando en Canadá.
Él necesitaba tiempo para estudiar y para estar con Dana, quien solo Dios sabía hasta cuando la dejaría permanecer entre nosotros, entonces mi padre le hizo una propuesta que consistía en trabajar con él ayudándolo únicamente durante acontecimientos realmente importantes en Mawal para traslados de cargamentos, para exposiciones y montajes escénicos, para sesiones fotográficas, fílmicas, bodas y otras actividades sociales de relevancias a la que eran contratados.
Mi abuela Elwira y Lukasz tampoco deseaban que él abandonara aquellos planes tan anhelados y como no podrían evitar su inminente decisión de quedarse a vivir en Montreal, aceptaron aliviados y muy agradecidos al igual que mi tío Alex, la propuesta condicionada de mi padre.