VERANO DE 1997
Lo había esperado bastante y finalmente llegó el tan ansiado verano.
Said Majewski constantemente se encargaba de hacerlo todo perfecto para que su hija fuera feliz. Tanto que a la niña en ocasiones le resultaba todo un misterio de como lo hacía y de donde procedía tanto dinero utilizado para traer a toda la familia a Canadá cada verano. Él desde luego no se lo daría, y Gina Alicia no lo sabría sino hasta años más tarde, por lo tanto en lo que le quedara de niñez solo le quedaba disfrutar sin preocuparse de nada más, y sin inmiscuirse en los asuntos de los adultos
En el aeropuerto de Montreal, ni bien se abrieron las puertas de llegada y la pequeña Gina vio a toda su familia, corrió hasta ellos fundiéndolos en efusivos abrazos, besos, y brincos de felicidad y algarabía.
Michael y sus hermanos fueron los primeros en correr hacia ella abriendo la introducción a tan anhelada bienvenida.
De ese modo la gran casa de Pointe-Claire recobraba vida cada verano, y a excepción de las vacaciones, pocas veces ese lugar era realmente utilizado a lo largo y ancho como correspondía.
El único que solía hacerlo era el propio Said Majewski utilizando la inmensidad de los espacios para sus reuniones de trabajo o escenarios para sesiones fotográficas.
Con su familia completa en aquella mansión, ningún rincón permanecía en silencio y siempre había cosas por hacer.
Todos eran doblemente felices, por sobre todo Paula quien extrañaba día con día a su hermana Judith, tanto que por esos días olvidaba por completo sus escasos dotes de socialización.
Los primeros días con toda su familia bajo el mismo techo, le resultaron incluso agobiantes a la pequeña Gina, pues pensar en que las vacaciones de verano no le bastarían para todo lo que deseaba llevar a cabo, le estrujaba el corazón
Deseaba tener tres copias de sí misma para hacerlo todo sin dejar escapar un mínimo detalle, sin embargo eso no era posible. Todo lo que le quedaba era respirar profundo y soñar con que los días de verano se volvieran infinitos mágicamente.
— ¿Así que tú eres el famoso Michael? —se acercó la joven Dana para saludar al niño—
— ¿Soy famoso?
— Por supuesto que lo eres. No existe un solo día en que Gina no te mencione como el único niño de este mundo.
— Michael, ella es mi amiguita Dana y la novia de mi tío Alex.
— Es verdad. Eres el más famoso de esta casa y de la mente traviesa y calculadora de esta pequeña señorita —irrumpió el joven Alexander sonriendo y agitándole el cabello al niño—
Muchas cosas habían sucedido durante aquellos meses en los que por expresa orden de su padre la pequeña Gina tenía prohibido inmiscuirse en los asuntos de su amiguita Dana y su tío Alexander. Si bien ambas en ningún momento habían dejado de verse, y seguían compartiendo pequeños momentos durante los recesos en el salón de ensayos del Instituto, el tiempo las restringió más de lo habitual.
Los exámenes finales de la joven Dana y la pequeña Gina. Las clases de piano de una y las clases de ballet de la otra, impidieron mantenerse informadas con todo lo acontecido en sus respectivas vidas
A Dana aún le quedaba un año de escuela y era un hecho que lo acabaría en Montreal, pues debido a sus tratamientos contra el cáncer no podía volver a Alemania para estar con su amando novio, razón por la cual la compleja decisión recayó en el joven Alexander quien tras culminar sus estudios secundarios, abandonó todos sus planes en Berlín para mudarse a Montreal con la familia Majewski.
Pese a que sus padres, Elwira y Lukasz Haggard no estuvieron de acuerdo con tan drástica y repentina decisión, acabaron respetándola, y con un incondicional apoyo por parte de su hermano mayor, Said Majewski, él daría inicio a una nueva etapa en su vida.
Restablecerse en Montreal y empezar a trabajar era todo lo que tenía en mente. No deseaba otra cosa que acompañar a Dana en sus buenos y malos momentos, y apoyar a sus padres a solventar todos los costos de su tratamiento.
— Alex, tú puedes quedarte aquí con nosotros todo el tiempo que quieras. Eso ni siquiera debes pedírmelo, pero tienes apenas 17 años y toda una carrera por delante que te espera, por lo tanto no permitiré que la pierdas. Continuarás con todos los planes que habías hecho para tu futuro en Berlín. Mi madre me contó orgullosa que te habías postulado para una de las mejores universidades de Alemania, y no le arrebataremos esa felicidad ni a ella ni a tu padre. Estando aquí harás lo mismo, Alex. Vas a postularte para la carrera que deseas y te convertirás en el mejor traumatólogo en ortopedia de este país y de dónde quieras.
Él joven todo lo que deseaba era contar con el tiempo suficiente para permanecer junto a Dana, y no sabía si sería capaz de sostener la presión de los estudios en la universidad. Solo Dios sabía por cuánto tiempo tendría entre sus brazos a su amada, por lo que decidió rechazar aquella propuesta.
— Déjame trabajar contigo. Te ayudaré en lo que sea, pero no me pidas que continúe con mis estudios ahora. Créeme que no tendré cabeza para tales cosas.
— Cuando más te empeñes en esa decisión, la chica más molesta quedará contigo. Ella misma te ha pedido que no abandones tus estudios. Aceptó que te quedaras a su lado con esa condición. Escucha… Por supuesto que puedes trabajar conmigo. En Mawal siempre hay cosas que hacer, por sobre todo durante acontecimientos importantes. Siempre necesitamos de personal que se encargue del traslados de cargamentos, para exposiciones y montajes escénicos, para sesiones fotográficas, fílmicas, bodas y otras actividades sociales de relevancias. Puedes trabajar si lo deseas, pero sin abandonar tus planes de ingresar a la universidad.
Era esa la razón por la que Dana y Alexander se encontraban aquel verano en la mansión de Pointe Claire, pero la estadía de ambos extendiéndose más allá que unas simples vacaciones.
— Se ven muy bonitos ¿cierto, Michael?
Con una sonrisa el niño acento.
— Cuando seamos grandes, seremos tan felices justos como ellos, Gina.
— Ahora vamos a jugar. Busquemos a los demás.
Entre querrás con pistolas de agua, chapuzones en el lago, paseos en bicicleta y excursiones a parques, a museos y a ferias, llegó el cumpleaños número 10 de Michael que obviamente no iba a pasar desapercibido.
Al igual que en el verano anterior, un día antes, con ayuda de Paula y esta vez también con la dulce compañía de Dana, quedó decorada toda la terraza.
Globos, tortillas y banderillas de muchos colores alegraban la vista con la ligereza de la suave brisa, y una gran piñata con sorpresas adentro, llenaba de curiosidad a los pequeños.
La mesa yacía cubierta de todo tipo de dulces, dejando apenas un espacio circular para el pastel preparado como cada año por la propia madre de Michael.
Aquella historia de verano pudiera resultar repetitiva y rutinaria como todos los anteriores veranos, pero era sin duda alguna el más especial de todos.
Aquellas vacaciones en Pointe Claire marcaría un nuevo capítulo en sus vidas. El gran guionista de aquellas pequeñas almas depararían nuevos desafíos y aprendizajes en sus destinos.
Días después de la celebración llegaron a Pointe – Claire, la señora Elwira y su esposo Lukasz, al igual que Najib Majewski. Todos ellos para pasar su primer verano en Montreal.
Un guapo y encantador de señoritas como lo era Najib Majewski causaba curiosidad a la pequeña Gina, pues cada vez que lo veía, tenía a su lado una nueva compañía. Todas siempre voluptuosas y diciendo ser la novia cuando todos sabían que se trataba de una aventura más de las tantas del hombre.
— Mira nada más que grande te has puesto, mi hermosa princesa —dijo Najib cargando a su sobrina entre sus brazos, mientras la llenaba de besos en ambas mejillas—
— Basta, tío Najib que esto es penoso y vergonzoso —decía la niña suplicando vanamente esquivar las exageradas muestras de afecto de su tío—
— ¿Penoso y vergonzoso? ¿Desde cuándo?
— Desde ahora, tío. Ya no soy una niña pequeña.
— ¿Qué dices? ¿La oíste, hermano? Esos son claros síntomas de que muy pronto ya ni siquiera querrá que bajes del coche para dejarla frente a la escuela. Sentirá pena y vergüenza de ti.
— Mmm… Pues si eso llegará a suceder, tendrá que tragar su pene y vergüenza hacía mi.
— Tío Najib, no le metas cosas raras en su cabeza que ya es lo suficiente asfixiante, y empeorarás las cosas —le susurró—
— ¿Asfixiante? —repitió Najib echándose unas risas
— Oí lo que has dicho, pequeña. Aún no has conocido de una gota de lo asfixiante que seré contigo cuando te vuelvas una adolescente —dijo su padre mientras Gina ponía sus ojos en blanco—
— Ves lo que te digo, tío Najib. Mi padre ya padece de muchos delirios, y apenas soy una niña. Tú que ya eres doctor deberías recetarle alguna cosa para que se calme.
— Me temo que no hay receta alguna en este mundo que pueda calmar a mi hermano.
— ¿Tío, cómo se llama tu nueva novia?
— Aylen… Te la presentaré ¿Es hermosa, cierto?
La pequeña Gina negó con la cabeza
— No me cae bien
— ¿Qué dices? ¿Ni siquiera la has conocido como corresponde?
— Qué sentido tiene, si el próximo verano traerás a otra en su lugar?
— Eres realmente terrible, pequeña. Digna hija de tu padre
Un domingo en el que ya toda la familia se encontraba reunida en Pointe Claire se celebró un gran banquete de almuerzo al cual también fueron invitados los padres de Dana. Aquella amena y pocas veces vista reunión familiar de convirtió en la ocasión perfecta para que todos fueran testigos participes de un anuncio inesperado, pero de esos que la pequeña Gina adoraba y viviría por primera vez imaginando un perfecto cuento de amor.
— Necesito de su atención, por favor —pidió el joven Alexander poniéndose de pie— No soy muy bueno con las palabras, por lo que diré todo con brevedad aprovechando que toda la familia está reunida en este momento.
Enmudecidos, todos observaban y oían con atención al joven quien sin más preámbulos tomó de su bolsillo izquierdo un pequeño estuche color rojo. Sujetó la mano derecha de Dana y le pidió matrimonio con la ternura más grande que pudiera existir sobre la faz de la tierra.
La joven, igual de sorprendida como todos alrededor de la mesa, por momentos parecía haber perdido la voz, y con lágrimas que opacaban su mirada a Alexander observó.
Él acarició sus mejillas intentando que reaccionara.
— Yo, acepto. Acepto, Alex —contestó finalmente—
— ¡!!Yupi!!! ¡Que emoción! Tendremos una boda —exclamó la pequeña Gina dando apertura, a pesar de la sorpresa, a una algarabía inminente mientras tío Alexander le colocaba el anillo a la novia—
— Juro que voy a hacerte inmensamente feliz el tiempo que Dios me lo permita. Y mientras eso suceda solo deseo ver sonrisas en tu rostro —dijo sellando su compromiso con un suave beso en los labios—
— Esto es todo tan romántico —habló Gina hincándole con el codo a Michael quién estaba sentado a su lado—
El niño al igual que ella, se puso de pie, y ambos fueron los primeros en ir a felicitarlos deseándoles toda la felicidad del mundo
— CREO QUE AQUEL DÍA ME SENTÍ IGUAL DE EMOCIONAD QUE USTEDES DOS. ¿FUISTE FELÍZ, DANA?
— ¡MUCHO! FUE UNO DE LOS DÍAS MÁS MARAVILLOS DE MI VIDA, Y DIOS ME HA OTORGADO EL TIEMPO SUFICIENTE PARA DISFRUTAR DE ESA FELICIDAD.
Pese a que ambos estaban realmente jóvenes para dar un paso tan importante como el matrimonio, ningún miembro de la familia, incluidos los padres de Dana, se opusieron a dicha decisión. Con el profundo dolor en sus corazones, eran consientes de que el tiempo de Dana se consumía lentamente como un reloj de arena, por lo tanto cada segundo valía oro para su felicidad.
Luego de las idas y venidas entre felicitaciones, continuaron todos con el almuerzo, disfrutando a pleno de aquel hermoso día. Uno más para aquel inolvidable verano.
UN PAR DE HORAS MÁS TARDE
— ¿Gina, por qué me hincaste con el codo durante el almuerzo?
— Corrección… No fue durante el almuerzo. Fue durante la petición de matrimonio que le hizo mi tío Alex a Dana
Ambos pequeños se encontraban sentados hacia el balcón principal de la casa, ocultos y apartados del resto mientras degustaban de sus respectivos helados
— Necesitaba que estuvieras muy atento, Michael.
— ¿A qué?
— ¿Cómo a qué? Desde luego a que aprenderás la manera romántica en la que debes pedirme matrimonio. Mi tío Alex fue muy romántico con Dana, y quiero que tú seas mucho más romántico conmigo
— ¿Tú y yo nos casa remos, Gina?
— Por supuesto que si. ¿A caso no quieres?
— Claro que quiero —contestó con un pico inesperado en los labios. Uno con sabor a fresa y chocolate—
— ¡Michael!
— ¿Te molestó?
— Nein!!! —contestó devolviéndole el atrevimiento del mismo modo— Algún día nos daremos besos apasionados como los novios de las telenovelas de amor.
— ¿Cuándo?
— Cuando seamos más grandes como Dana y Alex—
En lo que acababa sus helados, Gina y Michael oyeron sin querer, una charla entre Judith y Norah en el jardín.
De las propias palabras de Judith Stenzel se oyó la confesión de que estaba embarazada.
— Deseo tanto que esta vez sea una niña. Es lo que necesita nuestra familia para estar completa
— ¿Una niña, mama Judith? —irrumpió la pequeña Gina para sorpresa de ambas mujeres— ¿No soy yo acaso tu hija? ¿No pertenezco acaso a la familia? ¿No soy yo la hija consentida y adorada que les hacía falta?
— ¿Gina, qué significa esto? Pensé que habías aprendido a no oír las conversaciones de los adultos?
— Tú también, Michael. ¿Qué modales son esos, hijo? ¿Qué hacían escondidos allí?
— No estábamos escondidos, madre. Estábamos quietos aquí al borde de las escaleras acabando nuestros helados, y oímos por casualidad. Lo juro.
— Tendrás otra hija y me harás a un lado. La querrás más a ella que a mí —decía la pequeña hundida en llanto—
— ¿Cómo se te ocurre decir eso, mi amor? Espera… Gina...
Los llamados de Judith fueron en vano. La niña se alejó del lugar con gran prisa, hizo lo Michael pudo ir detrás hasta alcanzarla.
— No llores, Gina. ¿Por qué crees que tener una hermanita sería malo?
— ¿Tú qué harías si mi madrina tuviera otro hijo, Michael?
— Yo estaría feliz.
— ¿Feliz de que un intruso ocupara tu lugar?
— Quizás teniendo un hermanito, mis padres ya no me sobreprotegerían tanto. Ni me seguirían tratando como a un niño de 5 años.
— Pero yo no quiero que mama Judith y papo Norbert tengan otra hija
— ¿Mi amor, que sucedió? ¿Por qué estás llorando? —irrumpió Paula llegando hasta el lugar donde ambos niños se encontraban—
— Mamá Judith tendrá una hija y dejará de quererme.
— ¿Qué dices? ¿Judith está embarazada? —preguntó la madre de Gina, asombrada—
— Para mí infinita desdichada —contestó la niña, desolada—
— ¿Es eso cierto, Gina? ¿Mi madre está embarazada? —irrumpió también August, el hijo mayor de Judith, y del niño, Mateo, el más pequeño—
— Fue exactamente lo que escuché
— ¿Cómo se le ocurre a mi madre? ¿Piensa que no tengo suficiente con Mateo?
— A mí me parece genial. Tendré otro hermano y mi madre ya no me regañará a mí porque toda la culpa será de él —prosiguió el pequeño Mateo—
— Si mama Judith tiene una niña, será una intrusa y ustedes se encargarán de hacerle la vida imposible
— Que cosa tan horrible dices, hijita. Judith siempre ha deseado una niña.
— Yo soy su hija
— No lo eres. Tú eres mi hija.
La pequeña Gina intentó volver a escapar, sin embargo, fue detenida por su padre quien se acercaba al lugar.
— Gina, estás comportándote muy egoísta. Judith no dejará de quererte por eso. Su deseo de tener una hija propia no cambiará lo que siente por ti
Al poco tiempo, Judith Stenzel finalmente la encontró.
— Mi amor, mira todo lo que causas por andar oyendo las conversaciones ajenas. ¿Cuántas veces te he dicho que eso es muy malo?
— Pues estas cosas suceden cuando no nos informas a tiempo, madre —irrumpió August—
— Y tú no me hables de ese modo. Cuánto atrevimiento, por Dios. Toma a tu hermano y vete. Tú también ve con ellos, Michael —ordenó la mujer—
— Sí, madrina.
— ¡Judith, no lo puedo creer! Vas a tener un bebé —exclamó Paula tomando la de las manos— ¡!Felicidades!! ¿Me lo ibas a contar antes de irte?
— Por supuesto, cariño
— También te felicito, Judith —habló Said Majewski— y en verdad deseo que sea una niña. Que tengas tu propia hija y Gina vaya haciéndose a idea de que tiene su propia familia —recalcó alejándose del lugar—
— Habla como si en verdad yo le hubiese querido arrebatar a la hija que él mismo abandonó —dijo entre susurros una enfurecida Judith—
— No digas eso, Judith. Sabes que no fue así.
— No volveré a discutir contigo al respecto, Paula. En cuanto a ti, Gina, escúchame… Pase lo que pase sea lo que sea este bebé que está en mi vientre, yo no dejaré de quererte. Jamás.
— De todos modos voy a desear con toda mi alma, que tengas otro niño. Invocaré a todas las hadas madrinas para que escuchen mis deseos.
— Eso en verdad es muy egoísta de tu parte —le prendió su madre Paula—
— No me importa
— No seas grosera, Gina Alicia. Pide disculpas, por sobre todo a tu madre, luego ve a jugar con tus primos, y en verdad espero que sea la última vez que te metas en las cosas de los adultos.
— Discúlpame, Mommy. Esto nada tiene que ver contigo —dijo abrazando con gran fuerza su madre— Todo está siendo muy duro ara mí. Creo que estoy en proceso de ingresar a la pubertad.
— ¿Pubertad?
— ¿Qué dice?¿Qué pubertad? Si apenas tienes 9 años, Gina. Lo tuyo es malcriada es pura y nada más. Ahora sí puedes irte.
Aquel estado profundo de negación de la pequeña Gina a que su tía Judith tuviera una hija propia, había cesado. No por completo, desde luego, pero consideró que era un tema con el cual tuviera que gastar lo que le quedaba a aquel inolvidable verano.
Llegó al cobertizo, cerca del muelle donde se encontraban sus hermanos, Michael, Dana y Alex, alistándose para dar un pequeño paseo en bote antes de que cayera el atardecer.
— Apresúrate Gina, o nos iremos sin ti —vociferó el pequeño Mateo—
— ¡Nein! Espérenme.
— Toma, ponte el chaleco. De prisa —dijo Michael—
La niña se puso el chaleco salvavidas y subió al bote que minutos más tarde se apartó lentamente del muelle.
Sin alejarse demasiado, y siendo supervisados por la guardia privada que conduciría el bote, pasearon por una de las más maravillosas costas del río San Lorenzo.
Fue realmente hermoso ver al sol caer en la lentitud del atardecer, acompañado de los bellos paisajes que quedarían guardados como postales en la memoria de todos.
— ¿Gina, nos tomas una fotografía a Alex y a mí? —pidió Dana, a lo que la niña accedió encantada—
— ¿Mi hermano te prestó su cámara favorita? —le preguntó a la niña un dubitativo Alex—
— La tomé prestada —tío Alex— Colóquense bien juntitos.
Sonriendo, el joven Alexander abrazó a Dana y esbozando una sonrisa, mientras Gina les tomaba un par de fotografías.
— Ahora dense un beso apasionado como en las telenovelas de amor.
Ambos sonrieron con gracia mirándose el uno al otro, y dándose solamente un tímido beso delante de los niños.
— ¡Oigan! Esos besos no valen
— Delante de ustedes, es todo, pequeña —dijo el joven, abrazado a su futura esposa— Mejor préstame la cámara que yo les tomaré unas cuantas fotografía a todos ustedes.
Un par de fotos con Michael, otro con sus hermanos y por último, todos juntos en un punto seguro del bote. Todo mientras contemplaban el atardecer antes de retornar al muelle donde los señores Sebastian y Norbert ya los estaban esperando.
— Que bueno que ya están aquí. Un par de minutos más y salíamos a buscarlos —habló Sebastian recibiéndolos—
— Así es. Sus madres ya están preocupadas —prosiguió Norbert—
— Cuidaría con mi vida a los niños, señores. Ya estamos aquí. Todos a salvó —dijo Alex mientras sostenía de una mano a Dana y de la otra al pequeño Mateo—
— Le dije a los señores que mantuvieran la calma. Que como un gran ex teniente de la marina le enseñé grandes cosas a mi hijo —irrumpió Lukasz Haggard— A proteger vidas, por sobre todo.
— Nos entretuvimos tomándonos fotografías antes de volver
— ¿Se divirtieron?
— Mucho, padre —contestó el pequeño Mateo—
— Entremos entonces. La cena pronto estará lista.
Durante la cena, otro anuncio importante captó la atención de todos en la mesa
— Dana y yo hemos escogido la fecha para casarnos —anunció el joven Alexander —
— ¿Tan pronto? —irrumpió la señora Elwira quien a pesar de que hasta ese momento al igual que Lukasz habían accedido a todo los deseos de su hijo teniendo en cuenta la situación de Dana, del todo, aquella situación no le agradaba— Pregunto, hijo porque una boda no se organiza de la noche en la mañana. ¿Será dentro de un mes?
— ¿Dentro de un mes, madre?
— Por mí, un mes es un tiempo prudencial —dijo Dana— Le prometí a Alex que no me iré tan pronto.
Ante aquel comentario todos en la mesa se acongojaron.
— Te pedí que no repitieras eso otra vez, Dana, por favor. Nos casarnos dentro de dos semanas madre, y está decidido.
— No será necesaria ninguna fiesta, y tampoco un vestido perfecto, señora Elwira
— ¿Por qué razón? Tu boda con mi hijo debe ser perfecta, mi niña, a pesar del poco tiempo. ¿Cierto, Lukasz? —preguntó hincando a su esposo para que reaccionara mientras se ponía de pie—
La señora Elwira abrazó a los jóvenes intentando conservar los ánimos
— También creo que dos semanas son más que suficientes para organizar una boda muy bonita —habló Paula— ¿Cierto, Said?
— Por supuesto, mi amor
— ¡¡¡Yupi!!! Antes de culminar las vacaciones, tendremos la mejor boda de toda Quebec —exclamó la pequeña Gina yendo a abrazar a Dana y a su tío Alex—
— Me siento realmente feliz. Han sido tan buenos y amables conmigo que me siento realmente parte de esta familia
— Y ya lo eres —dijo Gina volviendo a abrazarla—
— Ahora solo nos queda decirles a mis padres acerca de la fecha
— Lo haremos, mi amor. Mañana a primera hora.