Una hermosa mañana de domingo 27 de julio en la Basílica de Notre-Dame en Montreal, Dana y mi tío Alexander unieron sus vidas ante Dios, el mismo Dios que acabaría separándolos en algún momento para convertir a mi dulce amiguita en un bello ángel celestial. Aquella estaca entristecedora permanecía incrustada en cada uno de nosotros pero no nos impidió ser felices ni el día de la boda ni en los días venideros hasta el día de su partida.
— Yo, Alexander Haggard prometo amarte, respetarte, cuidarte y hacerte muy feliz el tiempo que permanezcas a mi lado, mi amada Dana.
— Yo, Dana Klunder prometo amarte, respetarte, valorarte y hacerte feliz hasta que la muerte nos separe, mi adorado Alexander.
Dana tuvo la mejor boda de toda la provincia, hasta me atrevería a decir, de toda Montreal. Todo fue perfecto, la celebración nupcial en la Basílica y la recepción en Pointe-Claire al cual asistieron los parientes más allegados por parte de ambos novios al igual que los amigos, compañeros y un par de maestros del Conservatorio al cual iba Dana.
Ella se veía radiante y aquel maravilloso día lo atesoraría por siempre en su corazón entre los mejores de toda su corta existencia. Mi tío Alex también se veía radiante, muy guapo y por sobre todo, esmerado al máximo, únicamente en hacerla feliz a ella.
Su única misión fue dibujar en el rostro de Dana las mejores sonrisas y grabar en su memoria los mejores momentos que pudiera recordar en paz a la hora de partir.
RECEPCIÓN DE LA BODA
Michael: ¿Dana, me darás a mí la primera rodaja de pastel?
Mateo: Me la dará a mí.
Alex: Apártense los dos, que la primera rodaja será mía —dijo tentándolos a un desafío de niños—
Gina: Esto es penoso y vergonzoso, Michael ¿Porque mejor no vamos a bailar?
Michael: ¿Que Dices, Gina? Eso sí sería penoso y vergonzoso porque sabes que no se bailar.
August: Pues eso no se notó en la fiesta de primavera cuando bailaste con Anna Wieber.
Gina: ¿Qué estás diciendo? —Pregunté completamente anonadada—
Michael: Eres un traidor de lo peor August, además sabes que lo hice por obligación y te supliqué que no lo dijeras.
Gina: ¿Ibas a ocultármelo, Michael? ¿Cómo es posible? ¿Bailaste con la engreída de Anna Wieber y no me contaste nada?
Michael: La maestra de arte me escogió ¿Que querías que hiciera, Gina?
Gina: Negarte.
Michael: Que fácil, si me negaba habría perdido puntos importantes en la materia.
Gina: Uhhh... No lo puedo creer —gruñí echando chispas—
Alex: Tranquila pequeña, no se te ocurra hacer una escena de celos precoz en mi boda.
Gina: ¿Tenías que bailar con la odiosa de Anna?
Dana: Mi niña, acaba de decirte porque lo hizo. Respira profundo, inhala y exhala —sonrió—
Gina: Dana, no es fácil para mí estar lejos de casa mientras éste se pone a bailar con otra niña.
Michael: ¿Este? Eres una exagerada.
Gina: No lo repitas —enfurecí cruzando los brazos—
Michael: Sí, eres una exagerada porque sabes que Anna me odia y se la pasa llamándome insecto todo el tiempo.
August: Habitualmente las niñas tratan mal a los chicos que les gustan únicamente para disimular.
Michael: Ya cierra la boca, August.
Gina: Yo no tolero esto —dije echándome a llorar—
Alex: August mejor ya no embarres más la situación ¿Quieres?
Dana: No llores, princesa, yo dudo que esa tal Anna sea tan hermosa como tú por lo tanto dudo que Michael fuera a fijarse en ella —dijo observándolo a modo de advertencia—
Mateo: Pues yo la he visto y es muy, muy bonita.
Alex: ¡Ay no puede ser! —Exclamó llevándose la mano a la frente—
August: Anna no es bonita, es hermosa.
Alex: ¿Podrían parar ya?
Dana: Quizás esa niña sea hermosa y nada más pero con eso no basta. Seguro no tiene talento en nada.
Gina: Anna estudia ballet igual que yo y era la mejor de la escuela en Bochum —dije echándome a llorar aún más—
Dana: Eso no puede ser verdad.
Gina: Lo es.
Alex: A ver mi pequeño ángel con aureolas y alitas invisibles, ya no llores que estas muy chiquita para sufrir por amor. Yo te prometo que si Michael un día te hace sufrir con esa tal Anna o con cualquier otra señorita, se las verá conmigo y peor aún, se las verá con mi hermano —recalcó observándolo—
Michael: ¡Rayos! —Refutó frágilmente entre dientes—
Alex: Ahora sí, es hora de cortar el pastel ¿Vamos? —Preguntó tomándome de una mano y a Dana de la otra—
Dana: Vamos.
— POBRE NOVIO MÍO, CREO QUE AQUEL DÍA FUÍ ALGO EXAGERADA CON ÉL.
— ¿ALGO? EL INOCENTE NO SABÍA QUE DECIR ANTE ESE ARREBATO TUYO TAN PECULIAR Y PEOR AÚN ANTE LAS ADVERTENCIAS DE ALEX.