— Mommy, mommy... ven pronto bitte —grité desesperada desde mi habitación—
— ¿Qué sucede, cariño? ¿Estás bien?
— Estoy sangrando, creo que me voy a morir.
— ¿Qué? —preguntó observándome con pánico por lo que acababa de decirle—
— Moriré como una joven doncella y lejos de mi amado.
— ¿Gina, porque me asustas de ese modo? No vas a morir —-dijo al notar lo que en realidad estaba sucediéndome— Es la regla que finalmente te ha bajado, tú y yo habíamos hablamos sobre esto hace un par de meses. ¿O es que acaso lo olvidaste, mi princesa?
— Pues no... No lo he olvidado, mommy pero esta es una mortal pérdida de sangre.
— Mein Gott! Creo que si tú no exageraras por todo en la vida, sospecharía que eres otra persona. ¿Sabes? Finalmente acabas de convertirte en una señorita, mi amor? Has querido tanto llegar a este momento desde que tenías 8 0 9 años.
En mi mente sonaron y resonaron aquellas palabras de mi madre Paula, como campanadas de advertencias. Finalmente me había convertido en señorita a mis 12 años recién cumplidos por lo tanto no existía razón alguna para entrar en pánicos infantiles.
Tal y como me lo había recordado mommy, siempre desee convertirme en señorita para hacer todas las cosas que hacían las señoritas, como barnizarme las uñas, ruborizar mis mejillas con polvo color rosa, aplicar brillos a mis labios, usar zapatos con tacones y vestir a la moda como Britney Spears y Cristina Aguilera, pero lo más importante de todo; oficializar ante toda la familia mi noviazgo con mi amado y adorado Michael.
Pensar en todo aquello me parecía muy bonito, tanto que me hubiese quedado la mañana entera vagando entre mis pensamientos pero a mi inminente cambio biológico le urgía que despertara de regreso a la realidad.
Mi madre, precavida en todo como siempre, trajo de inmediato un neceser que había preparado especialmente para que yo lo utilizara en días como esos sin tener que sufrir de incomodidades inoportunas a causa de la regla.
— Mira mi amor, te compré dos tipos de toallitas higiénicas para que las uses momentáneamente. Una es para la noche y la otra para que uses durante el día. Ya luego tú escogerás de la farmacia las toallitas que mejor queden contigo, también te compré analgésicos para prevenir los molestosos cólicos, protectores diarios y toallitas húmedas.
Sonó como algo muy bonito el hecho de haberme convertido en señorita, pero desde ese instante y cada vez que se me presentaba la regla, ya no me hacía mucha gracia serlo
— ¿Por qué debo sangrar para ser señorita? ¿Por qué debo padecer de cólicos insoportables? ¿Por qué tantos tipos de toallitas higiénicas? ¿Por qué me saltan horrendos granos en la cara y se me endurecen dolorosamente los senos anunciando su llegada? ¿Por qué me cambia el humor de tal manera que ni yo misma me soportaba? —pensaba—
Desde ese instante fue muy difícil ser yo y caí en una profunda obsesión por la higiene personal, la correcta y buena alimentación entre otros trastornos que fueron desarrollándose en mí inevitablemente con el paso de los años.
Para la mañana siguiente mi padre finalmente había escogido una escuela para mí y me lo comunicó durante el desayuno, advirtiéndome que no volvería a tolerar indisciplinas como esas durante los años que me quedaban de escuela, que si volvían a suspenderme o en el peor de los casos, a expulsarme, me enviaría a vivir a Oriente para que aprendiera a valorar las libertades y oportunidades que yo poseía en comparación a la mayoría de las jóvenes de esas tierras.
— ¿Cómo puedes amenazar con algo así a nuestra hija, Said? —-cuestionó mommy levantándose de la mesa con los ojos llorosos—
Aparentemente dolida, fue hasta la habitación de Tim Tim quien aún continuaba dormidito y entonces la seguí para ver que todo estuviera bien con ella pues lo que menos deseaba era que se pusiera mal y peleara con mi padre por mi culpa.
— Ya es hora que despiertes mi pequeñito —dijo cargándolo entre sus brazos—
— Es un pequeño, bello durmiente —irrumpí—
— Lo es, sí, pero es hora de comer y debe despertar ¿Tú acabaste tu desayuno, cielo?
— Solo quedó un poquito.
— Ahora más que nunca debes alimentarte correctamente, mi princesa. Comenzarás a crecer y a desarrollarte por lo tanto te harán falta energías extras para soportar el estrés de la escuela y el ballet.
— Ni me lo digas, mommy. ¿Sabes? necesito ir a un dermatólogo y consultar con una nutricionista de manera urgente. Mira las marcas de granos en mi cara —señalé— no puedo verme así ante las personas y no puedo permitir que Michael me vea en este estado tan horrendo cuando venga de vacaciones.
— ¿Que dices? Solo veo dos pequeñas marquitas en tu rostro y eso será muy normal durante tu adolescencia. Además. ¿Qué te hace pensar que Michael no tendrá la cara del mismo modo e inclusive peor?
— ¡Qué horror!
— ¿Gina, puedo preguntarte algo?
— Mommy si se trata sobre la amenaza que me hizo mi padre, no te preocupes, que es mentira. Él no sería capaz de enviarme a Oriente, pero en el remoto caso de que sí hiciera tal cosa, yo huiría de aquí antes que eso pase y volvería a Bochum. Lo juro.