Anhelaba mucho en verdad pasar un fin de semana increíble y maravilloso en compañía de Michael antes de comenzar el ciclo de actividades en la Academia de Ballet, uno verdaderamente duro y pesado que nos mantendría algo separados por la falta de tiempo.
La mañana del sábado, pasamos por un banco para cambiar parte de los dólares canadienses que había ahorrado durante años y los 500 dólares que había extraído del fajo de billetes que tenía.
— Tengo muchos tíos y tías, son los ahorros de mis mesadas —Le dije a la señorita del Banco quien algo sorprendida me observaba al ver todo el dinero que deseaba cambiar por euros— Los dólares americanos me los dio mi padre para pagar mis clases de Ballet —Acoté—
— ¿Vienen solos? —Preguntó observando también a Michael—
— No señorita, nuestro chofer nos espera afuera.
Cuando finalmente el cambio de dinero fue efectivizado, lo guardé en mi mochila y abandonamos el lugar. Nuestra primera parada sería el Tierpark und Fossilium Bochum (Parque de Animales en Bochum) pero una inquietud se apoderó de Michael que no podría disimular durante gran parte de nuestros planes.
— No podemos andar recorriendo de un lado para otro con todo ese dinero en tu mochila, Gina. Es algo peligroso ¿No crees?
— ¿Quién sospecharía que yo cargo dinero en mi mochila?
— No sé pero creo que es peligroso, además no era necesario que trajeras esos billetes porque yo también hice mis ahorros y tengo dinero para los dos. No dejaré que mi novia me pague ninguna cosa.
— ¡Vaya! Perdón por herir tu orgullo novio mío. No fue mi intención —Le dije— De todos modos no podrás evitar que te compre tus obsequios.
— No es necesario que me compres obsequios, mi cumpleaños ya pasó.
— No puedes impedírmelo.
— Yo no los aceptaré.
— No me harías tal grosería.
— No será ninguna grosería porque acabo de decirte que no los aceptaré.
— ¿Estás seguro, amor?
— Ja, lo estoy.
— ¿Ni siquiera los nuevos Fußballschuhe (botines de fútbol) que acaban de salir al mercado y que tanto deseas? —Pegunté apoyando mis brazos a sus hombros mientras su mirada se perdía pensativa en algún punto indefinido— Amor contéstame.
— Esos botines son lo máximo, bebé, algún día tendré una colección de ellos —Dijo lanzando un profundo suspiro—
— Apuesto a que así será pero mientras déjame regalarte los primeros de tu futura colección —Supliqué llenándolo de besos—
— ¡Nein! Y no insistas porque si lo sigues haciendo acabaremos peleando ¿Eso quieres?
— Ggggrrr... —Gruñí cruzando los brazos— Sabes que no quiero pelear.
— Bien, ahora vamos que se nos hará tarde para todo lo que hemos planeado hoy —Dijo tomándome de una mano—
Aquel fin de semana fue sin dudas la mejor en muchos, muchos años. Éramos los novios que siempre habíamos deseado ser de pequeños pero en esos instantes olvidamos que habíamos crecido y volvimos a ser niños. Nos maravillamos en el zoológico, nos perdimos subiendo a todos los juegos del parque de atracciones, bebimos refrescos, comimos algodones de azúcar; en el cine escogimos una película de carteleras infantiles y atascados de conos gigantes de palomitas de maíz ingresamos a ver "Finding Nemo".
Contentos al culminar la película, fuimos a cenar pizzas y sin preámbulos pedimos nuestras favoritas de queso y pepperoni
— Hallo mama —Contesté el celular con la boca atascada de pizza—
— ¿Gina, puedo saber dónde estás y porque no me contestabas el teléfono?
— Michael y yo vinimos al cine a ver Buscando a Nemo.
— Mira señorita, estas ya no son horas para tu andes por ahí haciendo lo que se te antoja. Tu madrina también intentó comunicarse con Michael sin éxito y está muy molesta. Suban a un taxi y vengan. Pero ya... —Ordenó—
— Bueno mamá pero no te pongas furiosa —Dije antes que colgara— Michael, mi madrina te llamó al celular y mamá dice que está molesta.
— ¡Rayos! Será mejor que nos vayamos ya, Gina.
— Si, tomaremos un taxi para llegar más rápido. Frufrú de seguro ya nos extraña —Sonreí—
Tanto Michael como yo no pudimos esquivar los regaños y advertencias de nuestras respectivas madres quienes bastantes molestas, prohibieron rotundamente que volviéramos a salir sin previo aviso y hasta horas de la noche.
Los domingos siempre eran sagrados y podíamos despertar a la hora que quisiéramos pero aquel día en específico teníamos un itinerario de planes que no podíamos dejar pasar por lo que aquella mañana del 21 de septiembre que ya olía a una delicada brisa de otoño, salimos a pasear sobre bicicleta.
— Mamá, no almorzaré en la casa hoy. Michael y yo haremos un picnic en el parque, llevaré dos canastos, una de comidas y otra de Frufrú.
— No recuerdo que me hayas pedido permiso para eso, hija ¿Lo hiciste?
— Nein Mama, pero no vas a prohibirme ¿O sí?
— ¿Y si te lo prohibiera? ¿Te pondrías furiosa, histérica y huirías de aquí también?