— ¿Podemos hablar hija? —Preguntó mi padre tras presentarse frente a la Academia para aguardar mi salida— Yo te llevaré a casa.
— Sabes que sigo molesta contigo.
— Lo sé por eso necesito que hablemos.
Mientras conducía rumbo a casa, un silencio reinó por varios minutos hasta que se estacionó al costado de una calle y con una voz quebrada y un rostro de extrema tristeza, se puso a llorar intentado vanamente contenerla.
— Perdóname por favor hija, yo no podría volver a vivir dos veces sin ti sabiendo que estás molesta conmigo por culpa de mis errores y arrebatos. Haré lo que sea que me pidas, es más. Desde ayer comencé mis clases sobre el autocontrol, la ira, el estrés y todas esas cosas. Tu madre está acompañándome.
— Nunca te había visto de este modo daddy, me partes el alma.
— Necesito que me perdones —Insistió en lo que yo intentaba secar las lágrimas que se escurrían entre su picosa barba—
— Vamos a casa padre y allí conversaremos ¿De acuerdo?
Cuando llegamos a Byfang, saludé a mi madre y a mi hermanita quienes se encontraban viendo televisión en la sala. No había llegado con intención de quedarme pero sentí tanta preocupación por mi padre que acabé avisando a mamá Judith que pasaría la noche en la mansión.
Tuve la esperanza de que en aquella ocasión acabaría desahogándose por completo conmigo y me contaría toda la verdad sobre el o los secretos que pesaban cada día más en su alma pero no fue así. Él solo insistía en pedirme perdón una y otra vez aferrado entre mis brazos mientras me prometía que jamás volvería a comportarse de esa manera.
— Te perdono padre, no voy a justificar tu comportamiento porque cualquier padre se comportaría igual —Le dije con algo de duda— Supongo... Dime que es lo que en verdad te tiene así ¿Por qué no me cuentas?
— Estoy tan cansado hija, tan cansado —Repitió acurrucándose más en mí—
— ¿Cansado de qué, padre? Eres muy joven y muy exitoso. Nada debería afligirte en esta vida.
Él no contestó y echando un angustiante suspiro prometió que en algún momento me lo contaría todo.
— ¿Por qué no me lo cuentas ahora? Es un buen momento.
— No lo es princesa —Dijo como últimas palabras antes de quedar profundamente dormido—
— ¿Daddy?
— Hija, deja que te ayude a ubicarlo —Irrumpió mi madre—
— ¿Se durmió?
— Ja —Contestó en lo que acabábamos de ubicarlo en el sofá donde nos encontrábamos— El psicoanalista le recetó unos calmantes.
— ¿Psicoanalista? ¿Qué no iban juntos a sesiones de yoga y meditación?
— Tu padre necesitaba algo mucho más profundo que eso. Debí haberlo notado mucho antes —Suspiró en lo que salíamos de la sala—
— ¿Notar que? ¿Madre, cual es el secreto que esconde mi padre?
— Yo no sé nada.
— Imposible, él te cuenta todo siempre. Contéstame una cosa ¿Dónde estuvo todos esos años en los que nos abandonó?
— Tu padre nunca nos abandonó.
— Contéstame mommy.
— No lo sé cielo, no lo sé —Recalcó— En Oriente.
— Oriente es muy grande.
— No sé hija, te juro que no sé —Repitió echándose a llorar—
— No tienes que ponerte así, lo siento —Me disculpé dándole un abrazo—
A LA MAÑANA SIGUIENTE
Durante el desayuno él despertó aparentemente muy descansado y repuesto. Había dormido de maravillas y eso contribuyó a su buen estado de ánimo.
Said: Me alegra mucho que estés aquí —Dijo con una sonrisa besando mi frente— Valoraré cada día de mi vida que despierte y desayune con las tres mujeres de mi corazón—
Gina: Buenos días padre.
Isabella: ¡Guten Morgen Papa!
Said: Mi dulce bebé, buenos días —Dijo besándola—
Paula: Sirvo ahora el desayuno.
Said: ¿Qué planes tienes hoy? —Me preguntó—
Gina: Pues la escuela y luego el Ballet, recuerda que en un par de semanas viajaré a Portugal —Advertí emocionada—
Said: Es verdad.
Me hubiera gustado quedarme y continuar la plática con mi padre, insistirle, exigirle que me contara la verdad pero ya era hora de ir rumbo a la escuela y se me hacía muy poco probable que me quedara tiempo de volver en la tarde debido a las tareas de la escuela que se me habían amontonado.
AL MEDIO DÍA SIGUIENTE (ISENBERGSTRAßE)
— ¿Vas a extrañarme Alex?
— Tal vez —Sonrió—
Ambos se vieron a escondidas aquel día en una cabaña que se encontraba en las afueras de Essen en Isenbergstraße a orillas del Río Ruhr, un par de horas antes que Anna y Jens tomaran vuelo rumbo a Paris para la Competencia Internacional de Ballet Clásico "Prix de Benois".
Si aquella despedida era un buen momento para que mi tío Alexander perdiera la cabeza y se lanzara al vació de sus bajas pasiones, definitivamente no la desaprovechó. Su dulce Anna lo envolvió de un modo tan absorbente que simplemente se rindió ante ella y ante las tentaciones que se disparaban delante suyo.